Un total de nueve trabajadores se encontraban en las viviendas en construcción de la urbanización Altamira Residencial en el momento en que Joaquim Martínez y Cándido Torres encontraron la bomba casera. Tras oir las voces de sus compañeros que alertaban del peligro salieron de las casas a la espera de que llegasen las patrullas de la Guardia Civil, que enseguida los desalojó de la zona ante el riesgo de explosión que se producía.

Desconcertados ante lo ocurrido, observaban cien metros más abajo los trabajos de los Tedax y los perros en las obras donde habían estado trabajando toda la mañana. "Es increíble que hagan estas cosas. Nosotros no hemos hecho daño a nadie y, si ocurriese algo, los perjudicados seríamos nosotros", afirmaban.