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Hilda Gómez
Ver galería >De la catástrofe del Polycommander al cuádruple crimen de Nigrán: matanzas, vertidos, accidentes ferroviarios o atracos a golpe de bomba escriben la historia más dolorosa de la ciudad
El Polycommander. El 5 de mayo de 1970 una negra nube cubrió la ría de Vigo. Un petrolero noruego embarrancaba en las Cíes, en la isla de Monteagudo. La catástrofe fue colosal: 15.000 toneladas de fuel vertidas en el mar. El Polycommander había partido de Sidón (Líbano) y se dirigía a Donges (Francia). Solicitó entrar en el puerto vigués para desembarcar a Kain Alstad, una enfermera americana que se encontraba mal. Y entonces se fraguó la tragedia...
La sombra alargada del "Polycommander". Más de dos meses permaneció el buque fantasma en el lugar del accidente. En ese tiempo, fueron traspasadas sus 30.000 toneladas de petróleo al "Campalans" y al "Campollano", dos buques cisterna. Vacíos ya los depósitos, el buque cuyo nombre no olvidarán los vigueses, se trasladó a las inmediaciones de la playa de Barra. Y allí seguiría varias semanas como recordatorio brutal de la catástrofe.
Rande, 1976. La aguja apenas marcaba las seis de la tarde de aquel 9 de septiembre cuando una locomotora salía del muelle de mercancías de Guixar. En ese momento, el tren Omnibus 2735 vislumbraba ya el skyline de Vigo, procedente de Santiago y con 120 pasajeros a bordo. Tras un cambio de agujas, la locomotora pasó a la vía general. El choque fue brutal: quince muertos y más de una treintena de heridos -entre ellos, los dos maquinistas y dos operarios que trabajaban en las cercanías-. A causa del impacto, uno de los vagones más llenos cayó por un terraplén y tan solo quedó ese espectral amasijo de hierros.
La peor tragedia en 40 años. El primer vagón salió catapultado por el impacto de la colisión frontal. Se partió en dos y cayó por un terraplén de 30 metros. La mala fortuna quiso que en él viajara buena parte del pasaje. Días después de la tragedia, se concluyó que la causa fue al guardagujas de la bifurcación Vigo – Guixar que tenía las señales abiertas.
Una vigorosa galerna despertó a Vigo aquel 28 de enero de 1978. Entre vientos huracanados y olas de diez metros, el Marbel navegaba a la deriva. Una explosión en máquinas dejó aL buque ingobernable a la altura de Cabo Silleiro. Las ráfagas de 100 km/h arrastraron al pesquero congelador hasta las Cíes, empujándolo contra las rocas. Acabó partido en dos. El naufragio fue inevitable: 27 fallecidos y nueve supervivientes.
Una tumba para 27 náufragos en Bouzas. A seis metros de profundidad, los buzos que accedieron al barco se toparon con una escena espectral: el buque estaba totalmente destrozado, como si lo hubieran desguazado. La proa estaba más dañada que la popa y el casco presentaba una inclinación de 60 grados. El pesquero estaba partido a la altura del puente, que quedó totalmente doblado. La violencia del choque y un oleaje imposible dejaron los cuerpos de los marineros a merced del mar. Tan solo se recuperaron tres cadáveres identificables. Los restos de los 27 fallecidos reposan en una tumba colectiva en el cementerio de Bouzas, con una lápida grabada con sus nombres.
La tragedia viajaba en pantalón corto. Era Martes Santo. Un día de fiesta que se rompió en mil pedazos bajo las frías aguas del río Órbigo, en Zamora. 45 escolares y cuatro adultos fallecieron el 10 de abril de 1979 tras precipitarse su autobús desde el puente de Santa Cristina de la Polvorosa. Procedentes de una excursión de Madrid los niños, de entre doce y catorce años, el conductor y tres profesores del colegio Vista Alegre perdieron la vida. El exceso de velocidad, la distracción, el diseño del puente… El orden de los factores no altera la suma: la fatalidad.
"No se veía nada". La rápida actuación de dos vecinos de Santa Cristina permitió sacar de las aguas del río –seis veces por encima de su caudal– a nueve niños y a un soldado, Juan Antonio Arias, que el azar quiso embarcar en aquel autobús. A cero grados, las 59 ocupantes se trasladaron en segundos a la más profunda de las noches. "No se veía nada", apuntaban los niños que sortearon su destino. Sólo eran capaces de percibir los cero grados del agua, de los 300 metros cúbicos por segundo que circulaban por Santa Cristina, procedentes del embalse leonés de Luna, que cerró las compuertas tan pronto fueron avisados los responsables. Las lluvias de las últimas semanas habían provocado que el río Órbigo se "hinchara" hasta el extremo de ser el más fiel aliado del desenlace fatal. En imagen, cientos de personas esperan en Vigo en doloroso silencio la llegada de los cuerpos.
El "milagro" de Peinador. El 21 de marzo de 1994 el avión DC-9 “Juan Ponce de León”, procedente de Madrid, colisionó contra la cabecera de la pista de Peinador y terminó envuelto en llamas con 109 pasajeros a bordo. Con la meteorología en contra y problemas de visibilidad, el piloto José Luis López, con 9.220 horas de vuelo y apodado "el fino" por su pericia-, se dispuso a aterrizar. Eran las nueve de la mañana cuando la aeronave de Aviaco perdió el tren derecho de aterrizaje, capotó en el momento de tomar tierra y, con el morro a ras del suelo, recorrió unos 300 metros.
Volver a nacer. Los daños del avión fueron considerables, no solo porque acabó envuelto en llamas -se derramó el combustible de un tanque-, sino porque sufrió la rotura de las dos patas del tren de aterrizaje y toda la parte inferior acabó destrozada. Con 114 personas a bordo, solo catorce pasajeros resultaron heridos. Ninguno de extrema gravedad.
El cuádruple crimen de Nigrán. El 1 de febrero de 1994, los agentes de policía Jesús Vela y Manuel Lorenzo asesinaron al vicepresidente del Celta, David Fernández Grande; a su mujer, Pilar Sanromán; la hija de ambos, Marta, y la empleada del hogar, Ana Isabel Costas. Accedieron a la vivienda utilizando su placa policial. Fueron ejecutados de un tiro en la cabeza. Una matanza que todavía hoy es unas de las páginas más terribles de la crónica negra de la comarca.
Una noche pavorosa en Nigrán. Los secuestradores accedieron a la vivienda de Nigrán el 31 de enero de 1994. Una vez dentro, intimidaron, maniataron y amordazaron al matrimonio, a sus tres hijos y a la empleada de hogar y los sometieron a vejaciones durante toda la noche para obtener un rescate que, inicialmente, fijaron en 200 millones de pesetas y acabó reducido a 20. El industrial pidió a un empleado que retirase la cantidad y se la acercase a casa. Los autores de la matanza se llevaron el dinero tras ejecutar con disparos en la cabeza a la pareja, su hija y la trabajadora de la casa. Los dos hijos varones, David y Pedro, lograron escapar. La detención de los expolicías se produjo aquella misma noche. Fueron condenados a 212 años de prisión. Diez años después del atroz suceso, Manuel Lorenzo obtenía sus primeros permisos penitenciarios y fue visto en Vigo. En imagen, el multitudinario funeral.
Atraco a golpe de bomba en Vigo. 8 de mayo de 2000 Vigo vivió uno de los asaltos más brutales y sangrientos reivindicados por el GRAPO. Poco antes de las 8 de la mañana, a pocos metros de la Plaza de España, al menos tres hombres y una mujer iniciaban el ataque contra un furgón blindado. Primero con bombas lapa dirigidas por control remoto y después a tiros contra los tres vigilantes que salieron del vehículo. Dos de ellos fallecieron, y el tercero resultó herido. En pleno asalto a tiro limpio, la aparición de un segundo vehículo de Prosegur abortó el atraco. Los vigilantes del segundo blindado abrieron fuego en apoyo de sus compañeros y forzaron la huida de los terroristas que dejaron por el camino una mochila con otras cuatro bombas. Los siete procesados por el asalto al furgón blindado de Vigo cuentan con un largo historial terrorista y numerosas condenas.
Los vecinos de la zona aseguraban “Hasta que llegó la policía no nos atrevimos a bajar a la calle”, “fue un festival de tiros”. La aparición de un segundo furgón frustró los planes de hacerse con un botín de 390 millones. Fue en el año 2010 cuando cinco miembros del GRAPO, fueron condenados a entre 135 y 144 años por el asalto mortal al furgón de Vigo.
Incendio mortal en la guardería "Dinky". Tres bebés que dormían en la parte superior del centro, murieron a causa del siniestro. Otros doce niños que se encontraban en la planta baja lograron sobrevivir. Las escenas de rabia y dolor se sucedieron durante esa trágica mañana en la que no hubo consuelo posible.
Explosión mortal en el astillero Metal Ships Docks. Un centenar de trabajadores se encontraban en la factoría en el momento del accidente. Era agosto de 2001 y la jornada acabó con un muerto y quince heridos. La explosión de gas propano en un tanque del buque Canarias Express cuando estaba en reparación en el astillero Metal Ships Docks alertó a toda la ciudad. La deflagración, la columna de humo negro y las sirenas hicieron estremecer a toda la población.
Colisión marítima en la bocana de la ría de Vigo. El arrastrero Mar de Marín se hundió tras impactar contra el carguero Baltic Breeze el 1 de abril de 2014. Cinco marineros perdieron la vida. A 1,4 millas al sur de las Islas Cíes, el pesquero chocaba pasadas las cuatro de la madrugada contra la proa del carguero de Singapur de 164 metros de eslora. Una jornada frenética en la que la meteorología jugó en contra. Pese a todo, cinco de los tripulantes, que dormían en sus camarotes cuando se produjo el suceso, fueron rescatados.
Lo que el mar se queda. Aquel 1 de abril de 2014, Vigo se paralizó. Miles de personas siguieron con incertidumbre las tareas de rescate. Los barcos de cerco que se encontraban en la zona recibieron el aviso y pudieron recuperar los cuerpos de tres de los fallecidos. Dos días más tarde apareció el cuarto. Nunca se localizó a la última víctima, un marinero de Marín. Otros cinco tripulantes lograron subirse a un bote salvavidas. Dos años después del hundimiento, como si de una maldición se tratase, el Mar de Marín se cobraría una nueva víctima, el buzo Alexis Macía.
La crónica negra ferroviaria suma una nueva tragedia. Con la colisión brutal de 1976 en la retina, a la altura de Rande, Vigo volvía a estremecerse a pie de andén. En septiembre de 2016, 40 años después, el convoy que cubría la ruta Vigo - Oporto descarrila en un cambio de vía cerca de la estación de O Porriño. Cuatro fallecidos y 48 heridos. las esperpénticas escenas vividas aquella jornada no amedrentaron a los vecinos, que se volcaron en auxiliar a los damnificados.
140 metros de pánico por la vía férrea. El convoy S-592, en su última viaje, recorrió esos 140 metros desde que descarriló el impacto contra una torreta metálica. Por el camino, se llevó por delante dos postes de cemento, una valla metálica y una caseta de conexiones eléctrica. El tren se salió del raíl tras tomar el primer desvío hacia la vía secundaria, al estar la principal con trabajos de mantenimiento. La cabeza locomotora quedó hecha un amasijo de hierros.
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