Una lengua de cemento de varias toneladas que atragantó a Vigo. El paso elevado sobre la calle Lepanto pretendía enlazar con la AP-9, pero nunca llegó a abrirse al tráfico. 10 años de protestas e incomodidades acabaron bajo la piqueta. Peculiar hasta el final, el ministro que inauguró la demolición admitiría antes de agarrar el taladro: "Es la primera vez que me pasa algo así".
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
La historia del "scalextric" de Vigo es la crónica de un fracaso anunciado, uno de los errores urbanísticos más sonados de la ciudad. Una obra tan peculiar que ni siquiera gozó de la inauguración de rigor: ni cinta, ni discurso, ni brindis. No obstante, hubo quien sí supo rentabilizarla: la rampa en altura sirvió durante años de ‘tenderete protesta’, por todas las pancartas que allí se desplegaron.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Una enorme lengua de cemento sobre el centro de la ciudad. El trazado de la autopista entre Vigo y Pontevedra planteaba una salida desde el centro de la ciudad. Un paso de 9,60 metros de ancho partía desde la Gran Vía, cruzaba Urzáiz y sobrevolaba a seis metros de altura la calle Lepanto.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
El esperpento, a dos metros del sofá. Con una previsión de 2.500 coches al día para el año 1990, la pasarela se desplegaba a dos metros de los pisos. El ruido y la polución invadía los hogares colindantes con el lógico malestar de sus residentes. A cientos de vecinos se les robaba su intimidad y, a los comerciantes, sus clientes. La calle se sumía además en la oscuridad.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Todo en venta. La obra, que supuso una inversión de 90 millones de pesetas, tardó solo dos años en construirse. Con un plazo tan ajustado, muchos vecinos que intentaron vender sus viviendas no lo lograron.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Sentadas a pie de asfalto con corbata. Con todos estos ingredientes, no es de extrañar que pronto surgiera una fuerte oposición vecinal. Continuas fueron las manifestaciones que llegaron incluso hasta Madrid. En imagen, una de las protestas que hicieron los vecinos para interrumpir las obras -algunos de los críticos, con americana y cobarta-.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Estrella electoral. Los candidatos a la alcaldía en las primeras elecciones municipales de 1979 no se resistieron al "scalextric". Con las movilizaciones azuzando el debate en la calle, se comprometieron a derribar la pasarela nunca inaugurada. Fueron necesarios siete años y dos meses para cumplir la promesa (no se culminaría hasta 1986) y no fue otro que Soto quien inició los trabajos.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
24 de mayo de 1986. Lo nunca visto en la historia de nuestro país. Un ministro acudía a inaugurar una demolición. “Es la primera vez que me pasa algo así como ministro”, admitía Javier Sáenz Cosculluela. En imagen, el alcalde Manoel Soto y el ministro Cosculluela inician el derribo.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Trompetas y aplausos tras la piqueta. Mil quinientas personas presenciaron los actos que dieron inicio a la demolición de la pasarela. La música al triunfo de la reivindicación la puso la Banda de Música de Coruxo.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
La doble factura del "scalextric". Los trabajos reales de derribo no empezarían hasta después del verano, a finales de septiembre. Con un coste mayor que el de su construcción, cien millones de euros que asumió el MOPU, en un mes se resolvió su desmontaje.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Filigranas para el derribo. Los estudios para analizar el mejor método de desmontaje de la infraestructura se realizaron en Inglaterra y Alemania, porque en España no había precedentes. Se descartó la utilización de dinamita por su elevado riesgo.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Un monstruoso mecano. Para el desmontaje de los voladizos se emplearon 20 días y una media de 40 trabajadores. Los cortes longitudinales dejaron un total de 48 piezas de 40 toneladas cada una.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Una grúa de 200 toneladas. Dadas las dimensiones del "scalextric" y su ubicación en pleno centro de la ciudad y a un par de metros de las fachadas, fue necesario el uso de una enorme grúa de la empresa Auxini SA especializada en el movimiento de grandes tonelajes. La parte central de la pasarela fue dividida en un total de 33 piezas de 80 toneladas cada una.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
15 discos de platino. Poco antes de finalizar el derribo ya se habían empleado quince discos de corte. A medida que avanzaban en el desmontaje se iban desgastando, a pesar del material especialmente resistente del que estaban hechos. Cada uno de ellos costaba 300.000 pesetas.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
El "scalextric" descansa en la ría. Los despojos de la obra fueron a parar al relleno de Bouzas. Durante las obras de derribo fueron cortadas varias calles y el tráfico tuvo que ser desviado, provocando el inevitable caos circulatorio. Así que el fin de los trabajos fue todo un descanso para los vigueses.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
Cuando Lepanto volvió a la vida. De un oscuro lugar de aparcamiento al amparo de la mole de cemento, el vecindario volvió a ver el sol. El horizonte estaba despejado, la luz entraba a raudales y las aceras recuperaron el bullicio. “Invito a todo el pueblo de Vigo a despedir el "scalextric" sin rencor y sin mirar atrás”, clamaba Manoel Soto al inicio de la demolición.
El "scalextric" de Vigo: historia de un despropósito
El viaducto que 'parcheó' el acceso a a AP-9. Fue en el año 1994 cuando se empezó a ejecutar una solución temporal que aún se mantiene hoy en día. La construcción de un viaducto sobre la calle Alfonso XIII que conecta la calle Lepanto con la autopista. Con solo 2,5 metros de gálibo, impide la circulación de camiones, autobuses o cualquier vehículo que supere dicha altura.
La historia del "scalextric" de Vigo es la crónica de un fracaso anunciado, uno de los errores urbanísticos más sonados de la ciudad. Una obra tan peculiar que ni siquiera gozó de la inauguración de rigor: ni cinta, ni discurso, ni brindis. No obstante, hubo quien sí supo rentabilizarla: la rampa en altura sirvió durante años de ‘tenderete protesta’, por todas las pancartas que allí se desplegaron.