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Hilda Gómez
Ver galería >Cuando barquilleros, billardas o diábolos alimentaban una infancia que merendaba pan con nata y azúcar, se levantaron algunos de los negocios más emblemáticos de Vigo. Damos un paseo por esos cafés, galerías o ultramarinos que colorean nuestra memoria colectiva
Bar Derby. Abierto en 1921 por Albino Mallo, cerró sus puertas en el año 1968, tras dar asiento a lo más granado de la sociedad viguesa. Situado en plena plaza de Urzáz, era un café a la antigua. Camareros de esmoquin, mesas de mármol, a media luz, una gran terraza... Cuentan que el cierre fue todo un ceremonial nostálgico y conmovedor, hasta el punto de que la noche anterior muchos clientes habituales se concentraron en el local, algunos pidiendo algún recuerdo. Los dos últimos clientes en salir del bar aquella noche fueron Severiano Recondo, con una bandeja de camarero bajo el brazo, y Dositeo Román, que llevó una mesa. Todo era ya objeto para la memoria.
Durante décadas, conviviendo con el Derby, se encontraba el Café Colón. Ubicado en la calle Velázquez Moreno ofrecía toda clase de espectáculos (música, cine, piezas dramáticas). Pero en música sin duda fue el número uno, con actuaciones profesionales de artistas locales y otros internacionales como, por ejemplo, la Orquesta Sinfónica rusa.
Vigobazar. Fundada en 1934 en la calle Colón por Emilio Cividanes y José Márquez. Comenzó su actividad como sastrería, llegando a confeccionar 100 trajes al mes que salían a 50 pesetas cada uno. Su escaparate originó largas colas de gente. Este comercio fue el que trajo a España la modalidad de colocarle cremallera al pantalón, aunque la gente al principio las rechazaba. También fue pionera en hacer publicidad en camioneta por las calles de la ciudad.
Años más tarde se creó en la misma calle Colón el comercio Gladys. Fundado por el matrimonio Cividanes, la tienda de ropa de dos plantas mantuvo su singular ornamentación durante muchos años.
Central de espectáculos. Despacho de localidades. Situado en la calle Velázquez Moreno, vendía entradas de cualquier evento que se celebrase en la ciudad o los alrededores. Era habitual ver cientos de personas haciendo cola para conseguir sus localidades. En imagen, cientos de personas antes de sacar su entrada para el partido entre el Real Club Celta de Vigo y el Real Madrid en el año 1968.
Café Victoria. Debe su nombre a la reina Victoria. Estaba situado en la calle Policarpo Sanz. Era un lugar muy frecuentado por los amigos del comentario deportivo. Aquí se exponían los resultados de los partidos, hasta el punto de ser conocido como la catedral del fútbol gallego. Fue además durante años café musical.
Las Colonias. Confitería y salón de té situada en la calle Príncipe y fundada en 1890. Su primera ubicación fue en la Puerta del Sol y la finura de sus pasteles tratados como auténticos objetos de arte hizo de ella referente. Este establecimiento fue escuela para los profesionales de cientos de pastelerías y panaderías del área. Justo en el piso de encima instalaría Eugenio González de Haz la emisora de Radio Vigo.
La Favorita. Todavía guardamos muchos en la retina la fachada de aquella vieja zapatería, en plena milla de oro del comercio vigués, con sus alpargatas y zapatillas clavadas por todo el escaparate. Comprar allí era casi una tradición que iba pasando de abuelas a madres y de estas a sus hijas. Fundada en 1917 por Ángel Martínez y Juan García bajó la persiana a las puertas del nuevo siglo. Durante más de 80 años, se distinguió siempre por ese tono amable con su clientela. La tienda daba la impresión de ser un auténtico museo, en el que destacaban la vetusta caja fuerte y un cuadro de una distribución. Las niñas que hoy son abuelas recuerdan cuando sus madres las sentaban en el mostrador de madera mientras compraban hilo de seda o unos cordones.
Al lado de La Favorita se encontraba la joyería relojería Arosa. Fue una de las primeras tiendas del sector en abrir en Vigo, allá por el año 1917, y el primer establecimiento que dispuso de un reloj público, un cronómetro Longines que era consultado por todos los viandantes para comprobar la hora.
Ultramarinos en pleno arcos de Quirós, al lado de la Plaza de la Princesa. Lo más curioso era su emplazamiento, puesto que una de las puertas iba a dar a la mitad del arco.
El Bar Flamingo, tan peculiar como frecuentado, era uno de los establecimientos hosteleros más populares de la ciudad. Cerró sus puertas en agosto de 1999 para dar inicio a las obras del MARCO. Reformado en 1971, cambió su aspecto para dar cobijo a un salón de té. Una de las paredes estaba forrada en piel con dibujos en relieve y quinqués de hierro forjado. Las lámparas del techo y los sillones forrados en piel eran modelos exclusivos para "Flamingo-Bar", siguiendo el diseño del propietario, don Gonzalo González Pintos.
Almacenes El Pilar en la calle Velázquez Moreno. Abrieron sus puertas en 1940 como un pequeño establecimiento textil. Y despegaron. Su crecimiento fue tal que llegó a tener tres tiendas y cientos de trabajadores. A punto de cumplir los 60 años, echó el cierre en 1998 y hoy, en ese mismo espacio, se encuentra La Casa del Libro.
La terraza del Hotel Universal. Estaba situada en uno de los mejores establecimientos hoteleros de la época. Fue durante muchos años referente social del verano vigués, donde costaba cierto trabajo encontrar mesa libre, de ahí que se aprovechara el espacio al máximo -decenas de mesitas se repartían por todo el recinto-. Dos grandes palmeras y varios árboles ofrecían una agradable sombra a los clientes. En primavera empezaba la temporada musical que se prolongaba hasta la caída de las primeras hojas. Por allí pasaron desde los Tamara a Olga Ramos o Pucho Boedo.
Mercería Amalia, otros de los negocios históricos de la ciudad. Fue creada por Amalia Castillo y una de las muchas curiosidades que guarda es que aquí estuvo el primer despacho de lotería de la ciudad, el número 1. Ambos negocios desaparecieron.
Café Goya. En marzo de 2017, fallecía Rubén Losada, que heredó de su padre el Café Goya, desde donde fue testigo de casi un siglo de evolución viguesa. Compró aquel el negocio en 1934, cuando se llamaba Royal, pero el anglófilo nombre hubo de cambiar tras la guerra civil por una ley que impedía a los negocios denominaciones extranjeras. Por ese bar no solo desfilaron generaciones de vigueses, también muchos personajes de las artes y las letras: Cunqueiro, Castroviejo, Alfonso Abelenda, Tamayo, Lugrís, Laxeiro -aquí tenía su 'despacho oficioso' en una mesa reservada siempre para él-, Cesáreo González, Celso Emilio Ferreiro,Mario Granell, Carlos Oroza... la relación sería interminable. Este, como otros históricos negocios de la ciudad, no vieron ya despuntar el nuevo siglo y cerraba sus puertas en los 90.
Galerías Asefal llegó a las vidas de los vigueses en 1965. Se instaló en la calle Calvo Sotelo: ocho plantas y dos anexos con una gran diversidad de artículos. Un moderno complejo comercial para la época que se había inspirado en los grandes almacenes europeos y fue toda una revolución en una ciudad curtida por el pequeño comercio, los ultramarinos y los negocios familiares con clientes de toda la vida. Pero no fue solo la dimensión extraordinaria para la época lo que llamó la atención, las recién llegadas Galerías Asefal se publicitaban además con el gancho de la comodidad de tener “todas las compras bajo un mismo techo” y “sin compromiso alguno de compra”. ¿Les suena?
Foto Pacheco,más conocido como La Foto, fue durante décadas centro de reunión y de visita obligada. Su memoria es la memoria de Vigo y de varias generaciones de vigueses, que dejaron en sus manos los momentos más importantes de sus vidas. Inconfundibles aquellos retratos realziados con técnicas de estudio que inmortalizaron rostros, historias, primeras comuniones, bodas o momentos. La tradición de su fundador, Xaime Pacheco, de guardar los negativos -que siguió su familia- permitió conseguir lo que actualmente es el Archivo Fotográfico Pacheco, un importante legado de más de 120.000 imágenes de la historia de nuestra ciudad.
Un clásico del comercio en nuestra ciudad era Las Tres BBB, más conocida como La casa de los novios. No había moza o mozo casadero que no pasara por aquí. Al margen de la venta de trajes de boda, tenía la exclusiva de ser la primera tienda que vendió ropa vaquera.
La Papelería Comercial, abierta en Príncipe desde 1917, cerró sus puertas en 2015. Más presente en nuestros recuerdos, su escaparate daba color, brillo y solera a una de las calles más concurridas de la ciudad. Joaquina Mur convivía con cajas metálicas ilustradas, soldaditos, juguetes artesanales, postales, cartulinas, calendarios y lápices de colores. Su adiós pellizcó el corazón de muchos vigueses que vieron bajar la persiana a otro de los negocios históricos de la ciudad.
Taberna de Eligio. "Sólo con entrar uno percibe la sensación de que el espacio físico representa con excelencia la imagen más idílica de una tasca: justa en sus proporciones, cálida en sus formas, adecuada en sus muebles y materiales, culta en las paredes por su obra artística o sus libros...". Así 'pintaba' Fernando Franco su estampa. Situada en la travesía da Aurora, callejuela próxima a Porta do Sol, hallaba uno un lugar tranquilo, alejado del ajetreo de Príncipe, y el favorito de la gente del mundo de la cultura. En sus paredes lucían las obras de destacados pintores gallegos y por sus mesas han pasado figuras como Cunqueiro, Castroviejo, Lodeiro, Laxeiro, Maside y Montes entre otros. Una amplia carta de vinos con platos imprescindibles como eran los chocos en su tinta y sus croquetas de jamón. En imagen, su último propietario Carlos Álvarez. Ahora el Eligio funciona dirigido por un amigo de la familia propietaria que reformó el emblemático local respetando su antigua esencia.
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