Niño Becerra, economista: «Las personas con salarios más bajos son cada vez más fáciles de sustituir por la tecnología»
El catedrático analiza cómo la tecnología ha adquirido un peso dominante en la economía moderna

Santiago Niño-Becerra. / J. Roler
Patricia Páramo
El economista Santiago Niño Becerra ha vuelto a agitar el debate económico y social con una contundente reflexión publicada en su cuenta de X (anteriormente Twitter), en la que analiza la creciente desigualdad entre las rentas altas y bajas.
Según el experto, hay dos factores clave que rara vez se abordan en profundidad en esta discusión: el papel cada vez más central del capital en los procesos productivos y la creciente inutilidad del trabajo mal remunerado en el sistema actual, cada vez más automatizado y dependiente de la tecnología.
En su reflexión, Niño Becerra señala que el capital, en especial el destinado a desarrollar tecnología, ha adquirido un peso dominante en la economía moderna. Para el economista, la tecnología no es neutra: es capital puro, y crearla requiere capital.
A su juicio, se ha producido un fenómeno de concentración en el que "el capital llama al capital", generando un círculo vicioso en el que quienes ya poseen recursos pueden generar más riqueza y ampliar su ventaja competitiva. Este proceso, dice, es “muy útil para el sistema porque le hace avanzar”, aunque contribuye claramente a ensanchar la brecha entre quienes tienen y quienes no.
Las personas con salarios bajos son más prescindibles
En paralelo a este fenómeno de concentración, Niño Becerra lanza una advertencia directa: las personas con salarios bajos están quedando al margen del sistema productivo. En su análisis, estas personas son cada vez más prescindibles en términos de creación de valor y, por tanto, más fácilmente sustituibles por la tecnología. Desde el punto de vista del sistema económico, ya no es rentable mantener empleos que pueden ser automatizados, robotizados o asumidos por software. Esta dinámica está expulsando del mercado laboral a sectores enteros de la población con baja cualificación, lo que contribuye a aumentar aún más la desigualdad.
Sin embargo, el economista también hace una observación relevante sobre los trabajadores de alta remuneración. Aunque el salario ya no es el único indicador de estatus dentro de las grandes empresas, sigue siendo un referente. Y según Niño Becerra, la creciente distancia entre los salarios más altos y los más bajos se explica porque los primeros “son los que generan más valor” y, en consecuencia, son más difíciles de encontrar y de retener. A medida que el sistema necesita perfiles altamente cualificados para desarrollar, aplicar y gestionar la tecnología, estos se convierten en recursos estratégicos cada vez más codiciados.
El problema, según Niño Becerra, no se limita a una etapa de transición tecnológica, sino que se está consolidando como una característica estructural del modelo económico actual. A su juicio, esta tendencia no se va a frenar, sino que va a acelerarse.
El motivo principal: el sistema lo exige. La lógica interna del capitalismo contemporáneo premia la eficiencia y la maximización del valor añadido, por encima del bienestar o la equidad social. Y en este escenario, el capital, la automatización y el conocimiento técnico son los verdaderos motores del crecimiento, relegando al trabajo humano no cualificado a un papel secundario o inexistente.
Otro factor preocupante que Niño Becerra destaca es la falta de voluntad política para revertir esta situación. Los Estados, dice, “cada vez tienen un peso más marginal”. Esto significa que su capacidad para implementar políticas fiscales redistributivas, fomentar el empleo de calidad o proteger a los sectores vulnerables está severamente limitada por las dinámicas del mercado global, la deuda pública o la dependencia de grandes corporaciones tecnológicas y financieras.
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