Cumpleaños infantiles que se van de las manos: el sueldo de un mes gastado en un solo día
Cada vez más proliferan celebraciones para niños que congregan a una multitud de invitados y servicios hasta ahora reservados para otro tipo de eventos

Cumpleaños infantiles que se van de las manos: el sueldo de un mes gastado en un solo día / FDV
Permítanme que rompa una de las primeras normas del periodismo y tire de la nostalgia personal. Recuerdo con especial ilusión mi octavo cumpleaños. En el patio de la casa de mis padres nos reunimos casi todo el alumnado de mi escuela: 12 de los niños y niñas que mantenían con vida la unitaria de mi municipio y de la que me despediría el siguiente curso, de ahí el volumen de asistentes a la fiesta. Mis padres cocinaron pizza, algo absolutamente rompedor, y prepararon un karaoke rudimentario que fue el no va más: un altavoz en una carretilla con entrada para micrófono. También teníamos una manguera a disposición que, en una superficie de tierra, se presentaba como el combo perfecto. Todavía conservo algún VHS con imágenes llenas de grano de tan sonado y puntero evento. Corría el verano de 1996.
Ahora, casi tres décadas después observo (y organizo) estas celebraciones desde el punto de vista de las familias. He de decir que, por norma general, los cumpleaños han dado un giro de 180 grados. En la mayoría de los casos a nadie se le ocurre conmemorar una efeméride así de señalada con una merienda de bocadillos con crema de «leche, cacao, avellanas y azúcar» para reunir a un grupo de niños y niñas que baje de los dos dígitos.
Los tiempos han cambiado, eso es innegable, pero tal vez toque reflexionar sobre los diferentes aspectos que implica la actual manera de festejar los aniversarios infantiles.
Empecemos por el cuánto y saquemos la calculadora. El número de servicios que diferentes proveedores ofrecen para este tipo de eventos roza ya a los que se pueden encontrar en comuniones y, si me apuran, en bodas.
Los menús de los tradicionales parques de bolas o ludotecas rondan los 13 o 15 euros por invitado, extras como cucuruchos de gominolas, tarta o piñata, aparte. Esta sería la opción más estándar. Subiendo en servicios, alquilar un hinchable si se dispone del espacio para una fiesta particular ronda los 200 euros, un importe similar al de servicios como pintacaras o globoflexia. Un servicio de monitores que planifiquen actividades a domicilio con todo el equipamiento asciende sin esfuerzo hasta los 300. Las tartas de diseños elaborados con meticulosas decoraciones en fondant rondan los 40 o 50. Tener como invitado especial a Mickey o Minnie Mouse durante una hora supone un desembolso que llega los 100 euros. Las versiones más desmesuradas incluyen desde fotomatones a nada más y nada menos que 400 euros la jornada o actuaciones de zancudos o transformers con un coste similar.
En definitiva, cada vez es más frecuente que las familias destinen un altísimo porcentaje de lo que serían los ingresos mensuales del hogar a celebrar un cumpleaños infantil.
Si bien, como explican los expertos, este tipo de fiestas es una ocasión significativa para la socialización de niños y adolescentes, el foco se ha distorsionado y arrastrado a la mayoría de las familias, voluntaria o involuntariamente. Lois Fernández, psicólogo especializado en infancia, explica cómo las celebraciones de cumpleaños se han convertido en termómetros de posición social, no tanto de los niños -o no al menos de manera tan consciente- sino también de los adultos. «Como padres, los hijos e hijas son prolongación de nuestro propio ego, de modo que, además de buscar su felicidad, se ven como un camino para la autofelicidad, algo que no es justo ni para el adulto ni para los pequeños», señala el experto.
En esta misma línea, María Concepción Cibeira, orientadora y licenciada de Psicopedagogía, apunta que «aunque se involucra a los niños, en el momento actual los más involucrados son los adultos, prevaleciendo los intereses y expectativas de las familias y convirtiendo estas celebraciones en ‘fiestas de sociedad’ para la relación de los padres»
Precisamente, sobre el asunto de las expectativas también ahonda Lois Fernández: «El objetivo de la crianza es que los niños se construyan como seres humanos funcionales y felices, establecer un umbral de expectativas que no se va a cumplir de manera sistemática no contribuye en este camino». De hecho, el especialista va un paso más allá y reflexiona sobre cómo empleamos estas proyecciones para la autofelicidad de los adultos, «luego llega la frustración y ¿a quién responsabilizamos? A los niños cuando solo nosotros somos responsables de tales expectativas». Lanza también otra reflexión, «cuando las familias se preocupan por el comportamiento que su hijo o hija está teniendo en un cumpleaños, ¿lo hace por cómo afecta al niño o por la repercusión que tiene sobre ellos mismos, sobre la imagen que proyectan como padres?»
¿Menos es más?
Otro de los «cuánto» que sobrevuela los cumpleaños infantiles es el número de asistentes. Más allá de los «invitados de la familia» parece existir una norma no escrita para invitar a toda la clase en aras de evitar «discriminaciones». Cibeira considera que debería invitarse a aquellas personas que el cumpleañero desee «sin sentir la obligación de hacerlo con todos los compañeros o de querer invitar a hijos de amistades con las que no tiene relación, ya que esto ayudaría a que ese momento fuese de mayor disfrute y se educaría en que todas las personas debemos comportarnos como compañeras, pero no tenemos por qué ser amigas. Esta enseñanza recaería también sobre el grupo en general».
Fernández añade a esta idea la importancia de «respetar los intereses y motivaciones» de los niños, poniendo en el centro qué es importante para ellos.
Sin que existan recetas mágicas, precisamente por todo lo expuesto hasta el momento, sí que los expertos se aventuran a dar unos tips para que estas celebraciones cumplan con el objetivo que, verdaderamente, deberían desempeñar: que el cumpleañero disfrute. Así, Fernández destaca la importancia de que el niño se sienta protagonista, «todos necesitamos espacios de importancia y un aniversario puede ser una ocasión para lograr esa posición», apunta. Otra de las claves, mantiene, es disfrutar del espacio y de la compañía, más allá del dinero invertido y de los regalos para generar así «momentos recordables».
Aunque no se trate de caer en el cliché de que «cualquier tiempo pasado fue mejor» Cibeira sí que echa la vista atrás, hasta aquellas fiestas que constataban que «muchas veces en la simpleza está lo bonito y en la naturalidad lo real».
Lo admito, aquella niña que disfrutaba de un puñado de amigos en el 1996 sin más aspiración que que le cantaran el «cumpleaños feliz» pese a que eso le sacase los colores es una adulta que también ha caído en la trampa de este tipo de celebraciones. No se culpabilice si usted también. Tal vez solo toque reubicarnos y devolverle la importancia a lo que verdaderamente lo tiene.
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