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María Rosa Pérez Rodríguez, directora del Departamento de Lingua Española de la Universidade de Vigo: «A escribir solo se aprende escribiendo»

El profesorado alerta sobre la pérdida de competencias lingüísticas entre el alumnado. María Rosa Pérez Rodríguez reivindica la lectura y la escritura pausada como herramientas esenciales para pensar en una época dominada por la prisa y la inmediatez

La preocupación por las dificultades del alumnado con la comprensión lectora y la expresión escrita no es una novedad, sino una tendencia que venimos observando ya hace tiempo.

La preocupación por las dificultades del alumnado con la comprensión lectora y la expresión escrita no es una novedad, sino una tendencia que venimos observando ya hace tiempo. / Envato

Vigo

Las redacciones de los exámenes de la PAU suelen decir mucho más de lo que parece. No solo muestran si el alumnado domina los contenidos, sino también cómo se expresa, cómo organiza las ideas o cómo entiende el propio lenguaje. Y, según quienes las corrigen cada año, esas hojas llenas de tachaduras, frases incompletas y puntuaciones erráticas son también un espejo de la manera en que hoy nos comunicamos.

María Rosa Pérez Rodríguez, directora del Departamento de Lingua Española de la Universidade de Vigo y miembro del Grupo de trabajo de Lengua Castellana y Literatura, lleva años observando la evolución de esa escritura. «La preocupación por las dificultades del alumnado con la comprensión lectora y la expresión escrita no es una novedad», explica, «sino una tendencia que venimos observando ya hace tiempo».

El diagnóstico se apoya en evidencias concretas. Los exámenes de la PAU, según la profesora, revelan una serie de carencias que «despiertan alarmas». «Encontramos pobreza léxica, palabras inventadas, términos coloquiales impropios de un texto académico, preposiciones incorrectas, anacolutos, uso caótico de los signos de puntuación, etc.», enumera.

Más allá de la anécdota, esos errores reflejan un cambio de fondo: una pérdida de familiaridad con el lenguaje escrito formal. El deterioro no parece responder a un curso o generación concretos, sino a un proceso paulatino que, según la experta, «venimos observando ya hace tiempo».

Sobre si habría que revisar el equilibrio entre teoría y práctica en la enseñanza de la lengua, Pérez Rodríguez lo tiene claro, aunque reconoce los límites del profesorado: «Si bien es cierto que el modelo de examen y las orientaciones que proporcionamos determinan bastante el modo en que el profesorado se plantea la asignatura, nos debemos a las competencias y contenidos determinados por las diferentes normativas, así que nuestra capacidad de decisión es limitada».

Si dependiera de ella, reorganizaría las prioridades educativas desde los primeros cursos: «En los cursos previos (Primaria y ESO) me centraría casi exclusivamente en comprensión lectora y expresión escrita, para dedicar, ya en Bachillerato (sin descuidar, claro está, comprensión y expresión), más atención a la reflexión sobre la lengua y las cuestiones gramaticales».

Los remedios son conocidos, pero aplicarlos exige tiempo. «El profesorado de bachillerato sabe perfectamente, mucho mejor que yo, cómo tiene que trabajar con sus estudiantes. A escribir solo se aprende escribiendo», subraya. El problema es que «revisar y corregir escritos es un trabajo que requiere mucho tiempo».

«Encontramos pobreza léxica, palabras inventadas, términos coloquiales impropios...»

María Rosa Pérez Rodríguez

— Directora del Departamento de Lingua Española de la Universidade de Vigo y miembro del Grupo de trabajo de Lengua Castellana y Literatura

La carga curricular tampoco ayuda: «Hay un temario muy extenso (no olvidemos que la nuestra, hasta no hace tanto, eran dos asignaturas independientes, Lengua y Literatura) que es necesario impartir». La falta de horas lectivas se convierte así en un obstáculo estructural para trabajar de forma práctica la escritura.

A esta dificultad se suma ahora un fenómeno reciente: el uso de la inteligencia artificial en las tareas académicas. Pérez Rodríguez no duda en señalarlo como un factor añadido. «Diría que sí. No es la única causa, pero es una de ellas. Se va extendiendo la idea de que no es necesario saber escribir porque eso ya lo hacen ChatGPT y otros programas similares».

El impacto, advierte, no es menor: «Esto complica todavía más el desarrollo de las competencias de las que hablamos. El profesorado necesitaría usar horas presenciales para trabajar la escritura, porque enviar tareas para casa hace que acabemos corrigiendo redacciones hechas por ChatGPT; pero, como ya dijimos, precisamente no nos sobran horas de clase».

Más allá de las nuevas tecnologías, Pérez Rodríguez apunta a un problema de raíz cultural. «Hay en la sociedad actual un predominio, en muchos aspectos de la vida, de la inmediatez, la rapidez, la brevedad», sostiene. Leer y escribir textos largos exige «concentración, entrenamiento y paciencia», capacidades que hoy escasean.

«Estamos perdiendo capacidad de concentración. Todo lo queremos resumido, breve, en dos minutos, en cuatro líneas», afirma. «Gente de todas las edades vive así, incluso quienes nos criamos de otro modo, pero la gente muy joven ya ha crecido en este sistema y eso podría determinar que les cuesten mucho precisamente las tareas que queremos que hagan».

La directora del Departamento de Lingua Española insiste en que el desarrollo de estas competencias va mucho más allá de aprobar exámenes. «No se puede negar el interés y la creatividad de contar historias, presentar situaciones o resumir propuestas en dos minutos o en cuatro líneas, pero hay cosas, hay ideas, hay procesos, que no se pueden explicar en dos minutos».

Reducir el pensamiento a píldoras informativas, advierte, implica «simplificación y, en consecuencia, desinformación». Y ahí reside el riesgo: «En los medios y en las redes nos aturden con frases breves e impactantes y, con frecuencia, falsas o medio falsas. Si no somos capaces de ir más lejos, si no somos capaces de leer y oír más allá de lo que se nos da en píldoras, somos carne de engaño».

Por eso, concluye, «necesitamos desarrollar estas habilidades, porque desarrollarlas, en efecto, tiene implicaciones que van mucho más allá de aprobar una asignatura. Hablamos de adquirir competencias que no solo son necesarias para poder sacar adelante cualquier carrera universitaria, sino que son importantes -seguramente las más importantes- para desenvolverse en la sociedad».

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