Aprender programación desde los 5 años: «El sistema educativo penaliza cualquier cerebro»
Niños vigueses acuden, como actividad extraescolar, a academias tecnológicas en las que estudian robótica, inteligencia artificial e incluso creación de videojuegos

Pedro Fernández
Las actividades extraescolares en la actualidad van más allá del inglés y el deporte. Niños vigueses desde los 5 años ya aprenden lenguaje de programación, robótica, inteligencia artificial (IA) e incluso a crear videojuegos. Son diversas las razones que conducen a los padres a inscribir a sus hijos en academias tecnológicas, de la mejora presente de la capacidad de aprendizaje a su utilidad en el futuro, pasando por satisfacer la mera curiosidad de los pequeños.
La enseñanza en los colegios «penaliza cualquier cerebro, especialmente a aquellos que no son estándar», relata a FARO Leticia Costas, la fundadora y directora de Kidcode, una escuela informática para menores de edad que este año cumple una década en Vigo. En ella, se imparten clases de programación, robótica, impresión 3D e IA, entre otras disciplinas, a alumnos de entre 5 y 17 años.
«Todo el sistema está diseñado de tal manera que es contraproducente para el desarrollo óptimo de los niños»
«Niños con retrasos madurativos, con altas capacidades intelectuales, con trastornos del espectro autista, con déficit de atención e hiperactividad… Ahora hay muchísimas más etiquetas porque empieza a haber más consciencia de esto y se busca un diagnóstico, pero al final es porque todo el sistema está diseñado de tal manera que es contraproducente para el desarrollo óptimo de los niños», abunda Costas. A su centro acude, de hecho, un gran número de jóvenes incomprendidos en la escuela porque «se mueven mucho» o poseen otro tipo de «intereses muy intensos que no constan en el currículum». Ante esto, la profesional defiende la necesidad de «cultivar el amor por aprender, por la curiosidad y por la creatividad».
En este mismo sentido, desde la academia también ofrecen cursos gratuitos a los padres para que sean «conscientes de que su hijo no es un bicho raro y que sus necesidades son naturales».

Jóvenes, en plena clase en la escuela Kidcode. /
Igualmente, otros perfiles optan por Kidcode: por un lado, familias que creen que este tipo de enseñanza es «supernecesaria» para el presente y futuro de los más pequeños; y, por otro, niños que ya demuestran a edades tempranas una intrínseca devoción por la tecnología. «A nadie le viene mal equiparse en los fundamentos de la programación, que es la lógica: cómo se divide un problema complejo en partes más pequeñas», amplía.
De modo práctico, desgrana, por ejemplo, que la creación de un videojuego es, de hecho, «una narrativa en la que hay que definir unos personajes, unas dificultades...» a través de la cual «se trabaja el pensamiento computacional». Y si el alumno es más artístico, «puede dibujar esos personajes y los escenarios con píxeles, además de concebir la música»: «Si lo capacitas para crear en vez de consumir, se pueden desarrollar muchísimas capacidades útiles para la vida».
Con todo, Costas apunta que «lo que subyace», y es asimismo relevante, es la exposición de los críos a «muchas herramientas»: «Entienden que pueden adaptarse a los cambios que vengan, son capaces de tomar mejores decisiones y adquieren un gran sentido crítico». Al hilo, remarca que «la capacidad de colaboración, la flexibilidad y la resiliencia a veces son más importantes que el conocimiento técnico».
En las aulas de este centro vigués confluyen jóvenes que piensan en estudiar, verbigracia, el doble grado en Matemáticas y en Física o el grado en Ingeniería Aeroespacial con otros que «se acaban dando cuenta de que quieren ser artistas», sentencia Leticia Costas.
«Vemos a niños que en el colegio les cuesta un poquito más el aprendizaje»
A mediados de septiembre de este 2025, se afincó en la ciudad Algorithmics tras aterrizar en verano con una serie de campamentos. Se trata de otra escuela -con instalaciones repartidas por toda España- que acoge a pequeños ‘tecnológicos’, concretamente desde los 6 y hasta los 18 años.
«A través de la programación, intentamos trasladar a los niños que no pasa nada porque cometan un error: les decimos que no hay que frustrarse, sino afrontar el reto con calma, estructurar y separar las cosas», coinciden desde la academia.
«A través de la programación, intentamos trasladar a los niños que no pasa nada porque cometan un error: les decimos que no hay que frustrarse, sino afrontar el reto con calma, estructurar y separar las cosas»
«Se trata de que las clases les ayuden a desenvolverse también de cara a su futuro», aseguran. Un ejemplo de ello es el bloque de matemáticas que ofrecen: «No son las matemáticas típicas, sino que desarrollan la competencia lógico-matemática mediante la resolución de problemas, todo ello dentro de una propuesta gamificada que estimula el pensamiento crítico y la participación activa».
En este centro, establecen una hoja de ruta por edades, que comienza con los fundamentos de la programación y remata con programas más avanzados como JavaScript y CSS. En el tránsito entre las diferentes etapas, los alumnos pueden escoger «el camino de las aplicaciones web y de escritorio, el diseño de videojuegos o el diseño gráfico».
Otro punto que refuerzan los estudiantes con esta actividad extraescolar es el «trabajo en equipo», ya que al final de cada curso deben realizar una presentación, un desafío que a los padres también les parece singularmente beneficioso.
Al igual que ocurre en Kidcode, a Algorithmics acuden tanto «niños con altas capacidades» como otros a cuyas familias «les preocupa que les cueste un poquito más el aprendizaje» en el colegio. Por otro lado, también reciben a progenitores que inscriben a sus pequeños porque consideran que el lenguaje de la programación les será necesario para la vida, sea cual sea su futura profesión, zanjan desde la academia.
«Pasamos de un 5 % a un 30 % de niñas»
La formación temprana en el ámbito tecnológico refleja una evidente disparidad de género: los chicos suelen ser mayoría en las clases. «Lo que tenemos que evitar es que entre una familia con un niño y una niña y apunte solo al niño», explica Leticia Costas, quien ha percibido cómo, con el paso del tiempo, esta tendencia ha mudado paulatinamente en su academia. «Al principio, teníamos un 5 % de niñas y ahora tenemos un 30 % o incluso más, y hemos aplicado la discriminación positiva al contratar personal porque hacen falta muchas más referentes», defiende.
Al hilo, expone: «Esto obedece a décadas de estereotipos de género; en los últimos 150 años, nos han ido indicando cómo ser hombre y cómo ser mujer y qué te tiene que gustar, y, por desgracia, combatir eso es muy difícil». «Para que las soluciones beneficien también a las minorías deben estar diseñadas por una diversidad», añade la fundadora de Kidcode, al mismo tiempo que alerta: «La mayoría de servicios tecnológicos que empleamos hoy en día pertenecen a un puñado de empresas lideradas por multimillonarios -casualmente hombres blancos- que tienen sus propios intereses económicos, y anteponen su crecimiento a la seguridad y el bienestar de las personas».
En este punto coinciden desde Algorithmics, centro en el que se han inscrito, por ahora, «muy poquitas niñas», aunque este es un extremo que están tratando de «reforzar» en aras de conseguir una mudanza.
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