Salud

¿Y si este verano no hacéis nada?

Preguntamos a la psicóloga Alba Fernández
sobre lo que de verdad necesitan los niños en vacaciones. De cuatro palabras, le sobra una: «Descansar, aburrirse y jugar»

¿Y si este verano no hacéis nada?

¿Y si este verano no hacéis nada? / SHUTTERSTOCK

María Bueno

María Bueno

Vigo

¿Estás agotado? Una cosa es segura: no eres el único. En Faro Educa empezamos el curso 2025 - 2026 hablando de las «agendas de ministros» que muchos niños y niñas arrastran de lunes a domingo, con más actividades que tiempo para disfrutar de su infancia. Ahora que llegan las vacaciones escolares, con más razón, aprovechamos este altavoz para compensar todos esos artículos del tipo ‘cómo ser productivo en verano’, animarte a «no hacer caso a la mitad de lo que ves», que diría Viva Suecia en su estupendo tema ‘El bien’; y recordarte que «descansar, aburrirse y jugar» no solo no son lujos, sino que representan necesidades básicas e imprescindibles para tus hijos e hijas. Y sí, también para ti: su adulto de referencia.  

Así lo defiende la psicóloga Alba Fernández, para quien esta obsesión por «aprovechar el tiempo al máximo» es sólo una prolongación de un sistema basado en la hiperproductividad: «Tratamos de satisfacer las expectativas impuestas por la sociedad, que en este momento se rige por la superproducción de experiencias y quehaceres. Nos sentimos más válidos o reconocidos si hacemos muchos planes y damos el 10 en la mayoría de los ámbitos vitales —trabajo, familia, maternidad, amigos, ocio—, lo que en muchos casos acaba generando insatisfacción, agotamiento, culpa y /o frustración por no llegar».

Pero ¿qué pasa cuando esta presión por rendir se traslada también a los niños? «Saturación, desconexión de sus verdaderas necesidades y gustos, agotamiento físico y emocional y una tolerancia cada vez más baja a la frustración» son solo algunas de las consecuencias que enumera Fernández antes de pasar a aclarar que lo que realmente necesitan los pequeños y pequeñas durante las vacaciones de verano es «conectar con ellos mismos y con su entorno»

La psicóloga Alba Fernández.

La psicóloga Alba Fernández. / FDV

«No es que hayamos olvidado cómo descansar, sino que hemos interiorizado que es de ‘vagos’ o que solo podemos hacerlo cuando estamos al límite del agotamiento. No nos han enseñado a escuchar el cuerpo y, por tanto, entramos en una rueda desmesurada de autoexigencia»

«En tres palabras: descansar, aburrirse y jugar», resume para recordar el papel fundamental del aburrimiento en su desarrollo emocional y cognitivo. «Se trata de una emoción esencial que ayuda a potenciar muchas habilidades cognitivas y emocionales como la curiosidad, la creatividad, la tolerancia a la frustración, el ingenio o el aprendizaje de otras habilidades tanto físicas como cognitivas», subraya la experta sobre todas esas ‘competencias’ que «tanto valoramos», pero que, «paradójicamente, estamos cortando de raíz a base de programar cada hora del día».

Claro que no se trata de todo o nada. De hecho, Alba Fernández explica que las actividades, campamentos o talleres pueden tener un papel muy positivo en el desarrollo de los niños. «Es bueno que se nutran de experiencias, prueben actividades e interactúen con otros niños», describe. El problema, en cambio, llega cuando, sin querer o queriendo, programamos un «calendario es súper exigente». 

«Dejan de tener margen para valorar sus necesidades y gustos, lo que les desconecta de sí mismos y, a la larga, puede llevarles a convertirse en individuos que no toleran parar, actúan en automático, no valoran lo que logran, o, incluso, que no se escuchan a sí mismos hasta que el cuerpo les obliga, pudiendo desencadenar cuadros más severos como ansiedad y/o depresión», amplía la psicóloga para poner también el foco en los «problemas derivados de la ausencia de tiempo de calidad para fortalecer vínculos en familia». 

La época estival, una oportunidad para contagiarnos de su forma de estar en el mundo

Así, aconseja que dejemos que sean niños y que, en la medida en que nuestras circunstancias lo permitan, nos dejemos contagiar un poco de su forma de estar en el mundo. Quizá así, propone, logremos frenar esta carrera frenética hacia el «hacer» que nos tiene atrapados. «No es que hayamos olvidado cómo descansar, sino que hemos interiorizado que es de ‘vagos’ o que solo podemos hacerlo cuando estamos al límite del agotamiento. No nos han enseñado a escuchar el cuerpo y, por tanto, entramos en una rueda desmesurada de autoexigencia», añade. 

Un contexto en el que el verano, con su ritmo más laxo y los pequeños cambios en la rutina, puede representar una excelente excusa para bajarse —al menos un rato— de esa rueda. 

«Es una oportunidad buenísima para ralentizar nuestro ritmo, bajar las exigencias aprovechando los horarios de verano, el descenso del ritmo de las extraescolares y los pequeños cambios en las rutinas que nos dan vidilla», comenta y matiza: «Con esto no me refiero a incorporar muchos planes, sino a permitirnos saborear pequeñas sensaciones que son súper reconfortantes: despertarnos sin las prisas de ir al cole o aprovechar la conexión con la naturaleza, esas cosas que nos permiten bajar marchas y centrarnos en el aquí y ahora».

Vemos así que no se trata de inventar grandes fórmulas, sino de todo lo contrario: dejar huecos en la agenda para no hacer nada, ratos sin actividades ni objetivos, que nos permitan desconectarnos de las pantallas y volver a mirar, sentir, respirar. En definitiva, interiorizar que «el descanso no es un lujo, sino una necesidad y una recarga de batería»; darnos cuenta de que una «mayor productividad no implica un mayor bienestar»; y recordar que «pararnos y conectar con nuestras necesidades, aunque no estemos habituados, nos permitirá llevar una vida mucho más saludable y plena».

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