El poder de escribir a mano y leer un libro
La psicóloga Sara Arjones nos desvela que la escritura y la lectura de libros físicos son pilares esenciales para el crecimiento cognitivo, emocional y social de las nuevas generaciones

La lectura y la escritura a mano siguen siendo de gran importancia para los más jóvenes. / Envato
Gabriela Barreiro
En un mundo marcado por el constante tecleo y el brillo incesante de las pantallas, la lectura y la escritura a mano han ido perdiendo protagonismo. Sin embargo, estas prácticas milenarias son mucho más que actividades nostálgicas: constituyen herramientas clave para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los más jóvenes.
La psicóloga Sara Arjones lo resume con claridad: «Tienen un gran impacto, y además muy positivo, en el crecimiento integral de niños y adolescentes». A nivel cognitivo, leer y escribir contribuyen a ampliar el vocabulario, mejorar la comprensión y estructurar el pensamiento. Desde una perspectiva social, la lectura de historias permite «ponerse en la piel del otro, conocer distintas realidades y formas de expresión», favoreciendo la empatía y las habilidades comunicativas. En el plano emocional, ambas actividades ofrecen «una vía potente para canalizar, comprender e incluso descubrir emociones», asegura.
Ejercicio para el cerebro
Más allá del contenido, el simple acto físico de escribir con la mano implica un proceso mucho más profundo de lo que solemos imaginar. «Se activan áreas del cerebro relacionadas con la motricidad fina, la memoria, la atención sostenida y el procesamiento visual-espacial», señala Arjones. Es decir, escribir a mano fortalece funciones cerebrales que permanecen dormidas cuando solo tecleamos.
Además, al no depender de correctores digitales, esta práctica fortalece los procesos lectoescritores y favorece la interiorización de las normas ortográficas. No se trata solo de reproducir información, sino de procesarla activamente: interpretar, resumir y organizar. Este esfuerzo cognitivo mejora la retención y comprensión, lo que conduce a un aprendizaje más duradero.
Escribir para comprenderse
Desde una perspectiva emocional, la escritura manual se convierte en un refugio personal. Según Arjones, «poner pensamientos y sentimientos en papel nos ayuda a coger perspectiva, identificar patrones negativos y entendernos mejor». La escritura transforma lo abstracto en algo observable, permitiendo tomar distancia y ordenar el caos mental. «Es como ordenar un cajón lleno de cosas revueltas: de repente, todo tiene un lugar», afirma.
Este acto de introspección proporciona un espacio seguro, libre de juicios, donde los jóvenes pueden ser completamente honestos consigo mismos. Incluso si al principio genera inseguridad, ofrece un valioso lugar de encuentro interior.
Leer para enfocarse
La lectura en papel comparte esa cualidad transformadora. La lectura en papel facilita la concentración, mejora la comprensión lectora y permite una experiencia más profunda. En palabras de Arjones, «leer en físico favorece la atención sostenida, mejora la fijación de la información y reduce los distractores».
En un entorno saturado de estímulos digitales, leer en papel es una forma efectiva de reconectar con el silencio, la calma y el propio ritmo de pensamiento.
Creatividad y atención sostenida
La relación entre escritura manual, lectura y creatividad es directa. Estas prácticas invitan a explorar ideas con más calma y libertad. «Es una relación directa con el pensamiento, sin intermediarioss», explica Sara. Por eso, suelen facilitar procesos creativos más auténticos, más personales.
Además, entrenan la atención sostenida, una capacidad cada vez más escasa en la juventud debido a la hiperestimulación digital. Cuando logran desconectar de esas distracciones y sumergirse en una historia o en sus propios pensamientos escritos, no solo «mejoran su concentración, sino que también fortalecen su tolerancia al aburrimiento y su capacidad para autorregularse emocionalmente».
Recuperar el papel
Para reintegrar estas prácticas en la vida cotidiana, es esencial evitar que se perciban como una carga. «La relación con la lectura y la escritura debe ser positiva», recalca Arjones. Es fundamental vincularlas al disfrute, al juego y a los intereses personales de cada niño. Leer por placer o escribir un diario son formas efectivas de fomentar estos hábitos sin imposición.
Asimismo, es necesario establecer límites al uso de pantallas. El exceso puede causar «problemas de sueño, dificultad para concentrarse, ansiedad o baja autoestima», advierte la psicóloga. Por eso, propone crear momentos libres de dispositivos y ofrecer alternativas atractivas. Lo más importante: predicar con el ejemplo desde casa y respetar los ritmos individuales.

Un sueño llamado «NaBego y leo»
Begoña Núñez es directa al describir el impacto de las pantallas en el aprendizaje y la comunicación. Para ella, estos dispositivos han mermado la capacidad de atención, la socialización y el pensamiento crítico en los jóvenes. Actividades esenciales como leer, escribir y jugar, vitales para el desarrollo cognitivo y social, han sido reemplazadas por las pantallas: «Están absortos. Les cuesta concentrarse, comprender lo que leen, expresarse. No socializan igual. Es como si vivieran en otra realidad», lamenta.
Su perspectiva surge de su formación y de su experiencia como madre: «Veía a mis hijas enganchadas y me daba cuenta de que se perdían la vida real». Núñez no busca demonizar la tecnología, «todos estamos en la red, incluso yo», reconoce, sino recuperar prácticas fundamentales para el desarrollo integral de los niños.
Begoña, filóloga y madre, anhela devolver a los niños el placer de la lectura en papel y la escritura a mano. Con esta convicción, surgió «NaBego y leo», su proyecto personal (todavía no se ha puesto en marcha) para fomentar la lectura y la escritura entre jóvenes. El nombre, un juego con su propio nombre, Begoña, y el concepto de que leer es navegar a través de las palabras.
Su idea es realizar talleres por edades donde propone ejercicios creativos: llevar un diario personal, escribir cuentos en grupo, leer en voz alta e incluso ilustrar textos. Un pilar de su método es que los niños elijan sus lecturas: «Todo se escribe, desde un cómic hasta un periódico. Lo importante es leer. Y luego escribir. Porque cuando escribes, te ordenas, te entiendes».
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