Nutrición
Aprender saboreando
El colegio María Inmaculada-Carmelitas organizó una jornada en la que familias y alumnado prepararon meriendas saludables para fomentar buenos hábitos desde la infancia

Aprender saboreando en el colegio María Inmaculada-Carmelitas de Vigo / Pablo Hernández Gamarra
Gabriela Barreiro
En el CPR María Inmaculada-Carmelitas, comer saludable no es solo una lección del temario: es toda una vivencia. Y cuando se convierte en una experiencia compartida entre niños, profesorado y entorno familiar, las buenas costumbres alimenticias se afianzan sin esfuerzo, de forma natural y duradera.
Con esta idea como inspiración, el colegio organizó una jornada llena de sabores, colores y descubrimientos. Cocinar, explorar y compartir transformó las aulas en un auténtico festín de comida sana.
Adrián Vázquez, coordinador de la etapa de Educación Infantil, explica que «es importante que los niños no solo adquieran conocimientos, sino también rutinas que les acompañen siempre». Para él, «alimentarse bien es uno de esos pilares, como dormir bien, hacer ejercicio o cuidar su higiene diaria».

El centro organizó una merienda saludable para todos los niños de Educación Infantil. / Pablo Hernández Gamarra
Fomentar una vida saludable
El compromiso con el bienestar no es algo puntual. Desde hace años, el centro promueve iniciativas que integran prácticas saludables en el día a día: meriendas equilibradas, caminatas en grupo, carreras solidarias... siempre desde un enfoque lúdico y participativo.
Carlos, papá de Piero, comenta que «todo está pensado para que crezcan de manera equilibrada. Desde el comedor hasta las propuestas deportivas y de alimentación».
Del mercado... a sus manos
La jornada arrancó en el Mercado del Progreso, donde los chicos y chicas de Infantil recorrieron los puestos junto a sus profes. Allí conversaron con fruteros, pescaderos y panaderos, y conocieron de primera mano el origen de los alimentos que llegan a su mesa.
«Al final se trata de educar en cosas de la vida que son importantes. No solo que coman, sino que aprendan a alimentarse, a ser autónomos y a disfrutarlo desde pequeños»
«Queríamos que vivieran la experiencia desde el principio, que conectaran con los productos frescos y entendieran de dónde vienen», cuenta Adrián. Más que una visita, fue una lección viva sobre la procedencia de lo que comemos.
Ya por la tarde, las aulas se transformaron en improvisados talleres de cocina. Madres y padres se pusieron manos a la obra con los pequeños para preparar opciones sanas y deliciosas: brochetas de fruta, batidos naturales, tortitas de avena, tostadas con aguacate y pavo… ¡hasta un paté de mejillones casero! «Fue una actividad súper bonita», recuerda Carlos. «Los niños se implicaron muchísimo y salieron cosas deliciosas».

Los alumnos del Carmelitas cortando fresas. / Pablo Hernández Gamarra
Los alumnos fueron protagonistas en todo momento: eligieron, cortaron, montaron y decoraron sus platos. Marta, madre de Candela, destaca que «interiorizan mucho mejor mientras se divierten». Y añade lo especial que fue para ellos contar con sus seres queridos: «Les hizo muchísima ilusión vernos allí, cocinando con ellos».
El broche final fue una gran degustación conjunta, donde alumnado, familias y docentes disfrutaron de todo lo preparado. Pero más allá del banquete, el verdadero logro fueron los aprendizajes que se llevaron a casa.
Como resume el profesor Adrián: «Al final se trata de educar en cosas de la vida que son importantes. No solo que coman, sino que aprendan a alimentarse, a ser autónomos y a disfrutarlo desde pequeños».

Las brochetas de fruta fueron las grandes protagonistas. / Pablo Hernández Gamarra
Un aprendizaje compartido
Estas propuestas no solo benefician a los más jóvenes. También brindan una excelente oportunidad para quienes los acompañan en casa de renovar ideas, descubrir recetas y sumar alternativas más sanas al menú cotidiano. «Nos dan ideas súper útiles para casa», cuenta Manu, papá de Julia. «Probamos cosas que quizá no se nos habrían ocurrido y que a los niños les encantan».
Porque enseñar a comer bien no es solo una cuestión de nutrición, sino un camino compartido que comienza en la escuela y continúa en el hogar, a través de pequeños gestos del día a día. Para que ese aprendizaje realmente cale, es fundamental que tenga continuidad fuera del aula. «Si todo lo que aprenden en el cole no tiene un reflejo en casa, de poco sirve», reflexiona Marta, quien también destaca la importancia del ejemplo: «La forma en que nos alimentamos los adultos es clave. Ellos imitan lo que hacemos».
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