A debate
¿La infancia como contaminación acústica?: «Cada vez tenemos menos niños y encima nos molestan»
La polémica sobre el ruido de los patios escolares en Cataluña reabre el debate sobre el lugar que ocupa la infancia en la sociedad actual

Colegios de Barcelona se concentraron a finales de enero para reivindicar la protección de los patios frente a las quejas por ruido. / Manu Mitru - EPC

La polémica por el ruido de los patios escolares en Cataluña y las quejas y denuncias vecinales por «contaminación acústica» — que ha llevado al Parlament a tramitar una reforma de la ley para blindar a los colegios— vuelve a poner sobre la mesa un debate más amplio, que nos anima a cuestionar una vez más el lugar que nuestra sociedad está dando a los niños y a las niñas.
«No se trata de culpabilizar ni de jugar a nadie, sino de abrir una conversación que nos anime a buscar soluciones conjuntas y equilibradas», introduce el educador y formador especializado en Espacios y Creatividad @Sirolopez, para quien las molestias generadas por la algarabía y el bullicio de los patios pueden ser comprensibles, por ejemplo, en el caso de la personas mayores; pero que al tiempo describe estas protestas como «síntoma» de una sociedad que ha dejado de priorizar las necesidades de la infancia.
«¿Situaremos todas las escuelas a las afueras de las ciudades porque se han vuelto incómodas?»
«¿Situaremos todas las escuelas a las afueras de las ciudades porque se han vuelto incómodas?», reflexiona para apuntar a la existencia de «soluciones intermedias y equilibradas» como la plantación de árboles en los patios, que «no solo generan bienestar visual y emocional, sino que también actúan como barreras acústicas»; o la apuesta por «descansos más frecuentes y horarios fragmentados para el alumnado».
«Es muy contradictorio», valora por su parte la psicóloga educativa Belén Montesa Lou: «Por un lado, nos quejamos de los problemas que están teniendo los niños por el uso excesivo de pantallas; pero, por otro, ponemos palos en las ruedas al auténtico antídoto para todas estas situaciones».
«La infancia piensa y aprende moviéndose, tocando, manchándose, ¿cómo le vamos a poner límites a eso?»
Recuerda así que «el desarrollo del cerebro y de la personalidad de un niño están fuertemente vinculados a tocar, a moverse y a estar presente» para subrayar la «importancia crucial» de los patios como «oportunidad educativa».
«Son los lugares en los que uno aprende a negociar, a competir, a compartir, a frustrarse… A relacionarse con otros. Los niños piensan y aprenden mucho mejor moviéndose, tocando y manchándose, ¿cómo le vamos a poner límites a eso?», se pregunta.
«Prohibido jugar»
Ambos expertos coinciden en que estamos arrebatando a la infancia los espacios y el tiempo que históricamente le han pertenecido y que necesitan para su correcto desarrollo.
«Las zonas naturales y asignadas para el juego se están acotando cada vez más en las ciudades»; «los automóviles disponen de más derechos que nuestros propios hijos»; y basta con ver la «cantidad de bloques de viviendas en los que la signalética prohíbe jugar a la pelota», argumenta Siro López, para darse cuenta de cómo «la infancia ha ido perdiendo progresivamente sus espacios para jugar y socializar de forma libre y segura con sus iguales».
«Basta con ver la cantidad de bloques de viviendas en los que la signalética prohibe jugar para darse cuenta de que los niños han perdido las calles»
«Los niños y las niñas han perdido las calles, ya no pueden salir si no es acompañado de un adulto», concluye para hacer extensible este problema a otras áreas. «Y no se trata solo de los lugares; también les hemos arrebatado el tiempo, cada vez tienen menos libre, y el contacto con la naturaleza y con otros iguales», añade para describir «consecuencias para su salud física y mental», con un «aumento importante en los problemas de comportamiento», lo que a su vez hace que «el profesorado esté cada vez más desbordado».
«Los niños viven como adultos»
«Los niños de hoy viven como adultos. Les estamos convirtiendo en una expresión de esta sociedad hiperactiva, sobreexigida, hiperacelerada, hipercompetitiva. Muchos nos dicen en consulta que están cansados»
La reducción de espacios en los ámbitos urbanos para la infancia y la tercera edad; la falta de adaptación de los horarios académicos, a veces más al servicio de una conciliación mal entendida que a las necesidades de los chavales; o las «agendas de ministros» que les dejan sin apenas tiempo son otros ejemplos que nos invitan, en efecto, a la reflexión.
En ello coincide Montesa Lou, para quien las ciudades «deberían caminar hacia espacios mucho más amables, con un urbanismo centrado en la humanización» o, lo que es lo mismo, «en la posibilidad de que nos encontremos con otros» y es que, añade, «los espacios públicos te permiten salir de la endogamia de tu familia y de tu clase y te enseñan a relacionarte con gente diferente a ti; te abren la mente, te ayudan a adquirir habilidades socioemocionales, te enseñan a afrontar los problemas y a resolverlos».
«Ahora todo son extraescolares. Antes bajaban a la calle, podían estar toda la tarde, solo iban a casa por el bocadillo», apuntala la experta para ejemplificar cómo «los niños de hoy en día viven como los adultos». «Les estamos convirtiendo en una expresión de esta sociedad hiperactiva, sobreexigida, hiperacelerada, hipercompetitiva», denuncia y añade: «Hay muchos niños que en consulta nos dicen que están muy cansados».
¿Por qué gritan?
«Tenemos menos niños y encima nos molestan. Deberíamos hacernos preguntas como, por ejemplo, ¿por qué gritan tanto los niños cuando salen al patio?», retoma retórico López para responder: «Estos gritos son también un síntoma, una expresión corporal de la cantidad de horas que la infancia pasa sentada, inmovilizada, callada... Es como una olla a presión».
Ejemplifica en este sentido con el caso de escuelas de otras zonas como el centro de Europa, los países nórdicos o Latinoamérica. «Cuando hay un equilibrio, cuando hay pedagogías activas tanto dentro del aula como en el patio, ellos no gritan de esa forma porque transitan de un sitio a otro de forma natural. Todo es un ecosistema de equilibrio, de naturalización, donde el cuerpo cobra importancia en el aprendizaje», argumenta para abogar por una labor conjunta que nos permita «lograr espacios educativos equilibrados y felices, donde la infancia tenga capacidad de expresión».
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