Profesores inolvidables

Y tú, ¿qué recuerdas de tus maestros?

La historia de Sabela Aldrey, una profesora de Lengua y Literatura que ha inspirado las primeras páginas de la novela de un exalumno casi 20 años después, nos hace reflexionar sobre la huella que dejan los docentes más allá del aula

La santiaguesa Sabela Aldrey es actualmente profesora en el IES Terra de Xallas.

La santiaguesa Sabela Aldrey es actualmente profesora en el IES Terra de Xallas. / Cedida

«Siendo profesor todo cuenta, hasta los pequeños gestos, porque cada pequeño detalle que realizamos durante nuestro día a día, en nuestras interacciones, puede ser una oportunidad de apoyo para un alumno o un retroceso en su desarrollo».

Quien habla es Sonia Camino, pedagoga y orientadora educativa. Sus palabras pueden sonar muy grandes, pero si uno las lee con detenimiento se da cuenta de que no guardan un ápice de exageración. ¿Cuántos de los que leen estas líneas siguen recordando a día de hoy, ya sea con cariño o cierto resentimiento, a sus maestros?

A menudo, los profesores no llegan a saber nunca cuán profunda es la huella que dejan en su alumnado; sin embargo, en ciertas ocasiones, los astros se alinean y se produce un reencuentro. A veces es algo tan simple como toparse en la cola del supermercado con un antiguo maestro. Pero eso no es lo que le ha ocurrido a Sabela Aldrey, natural de Santiago de Compostela y profesora de Lengua y Literatura.

Imagina descubrir más de una década después que un exalumno sigue acordándose de ti y no solo eso, sino que se ha inspirado en ti para escribir las primeras páginas de un libro. Sabela Aldrey ha vivido recientemente esta experiencia digna de película y todavía sigue sin dar crédito: «No me esperaba que pasase esto nunca, es muy emocionante». 

La sorpresa de ser recordada

Sabela con el alumnado de tercero de la ESO del IES Terra de Xallas.

Sabela con el alumnado de tercero de la ESO del IES Terra de Xallas. / Cedida

Sabela Aldrey se enteró a través de Instagram de que aparecía en las primeras páginas de la novela debut de un antiguo alumno. «¿Eres tú?». La editorial publicó el arranque del libro en redes a modo de promoción, y el parecido con la profesora que describe el autor no pasó desapercibido para los conocidos de la santiaguesa.

El escritor había sido estudiante en un instituto de Zamora en el que Sabela dio clase solo durante un curso hace más de 15 años; antes de obtener plaza en Galicia, pasó una década trabajando por diferentes puntos de Castilla y León. Aquel año en Zamora lo recuerda con especial cariño y, antes de saberse «musa» de su novela, seguía acordándose de este alumno.

«Él tenía 12 años y a esas edades llama mucho la atención cuando un estudiante, especialmente un chico, le pone interés a lo que está aprendiendo y además escribe bien, tiene una letra bonita y no le da vergüenza preguntar dudas», rememora Aldrey.

Y es que, al igual que ocurre con los hijos, decir quién es tu favorito no está muy bien visto, pero es inevitable que los maestros guarden un cariño especial hacia ciertos estudiantes. «Imagínate en clase, cuando estás explicando algo, ver que hay alguien que no por hacer la pelota, sino de forma natural, está asintiendo y sonriendo. ¡Me está haciendo caso en vez de pensar en sus pajaritos! ¡Y encima luego, a la hora de hacer un examen, no solo pone lo que estudió en los apuntes, sino cosas que me escuchó decir!», explica Sabela con gracia, acostumbrada a lidiar con aulas llenas de adolescentes tan solo de cuerpo presente.

«En el momento sí que puedes ser consciente del impacto que tienes en sus vidas, pero a largo plazo no crees que eres tan importante»

Sabela Aldrey

Para ella, saber que sus alumnos siguen acordándose de ella incluso pasado más de una década es una auténtica sorpresa: «En el momento sí que puedes ser consciente del impacto que tienes en sus vidas, pero a largo plazo no crees que eres tan importante».

Tal y como explica la orientadora Sonia Camino, la influencia de un docente es «muy amplia»; va «desde poder ayudar a que los niños, niñas y adolescentes construyan una imagen positiva de sí mismos, hasta generar en ellos expectativas de logro adecuadas logrando un impacto significativo en su percepción sobre la educación y su futuro profesional».

Cómo dejar huella

«Un profesor que se extienda más allá de la simple transmisión de conocimientos, que promueva el desarrollo íntegro del alumnado, que tenga un discurso coherente con su forma de actuar, que trabaje aspectos emocionales con sus alumnos y se adapte a sus necesidades facilitando la adquisición de aprendizajes, ese marcará la vida de sus alumnos y alumnas», afirma Sonia Camino.

Todo maestro ha estado en algún momento sentado en el pupitre y si echa la vista atrás, Sabela Aldrey también distingue a sus ‘guías’ particulares, que empiezan en el propio seno familiar. «En la familia había muchos maestros de lo que por aquel entonces era EGB. Cuando era pequeña yo ya quería ser profesora como ellos, aunque no sabía exactamente de qué; jugaba a dar clase a mis muñecas, hasta les hacía libros», recuerda. Una de sus tías era profe de Lengua Castellana y Francés y verla corregir exámenes en casa sumó un nuevo impulso a su vocación.

«Hay tres características que pueden ser suficientes para que un alumno recuerde a un profesor con cariño; la primera, saber mirar y escuchar»

Sonia Camino

— Pedagoga y orientadora educativa

Tener buenos profesores en su vida escolar despejó cualquier atisbo de duda sobre su camino profesional. «Tuve mucha suerte», admite Sabela mientras se acuerda de su profesora de Literatura del instituto, María Jesús Juanatey, la primera a la que vio poner canciones en clase para analizarlas como poemas, o de aquel maestro de Gallego que daba unos apuntes «que daba gusto estudiarlos».

Sonia Camino apunta que hay tres características que pueden ser «suficientes» para que un alumno o alumna recuerde a un profesor con cariño durante el resto de su vida: «En primer lugar, saber mirar y escuchar. Los alumnos necesitan sentir que les atiendes y les entiendes y eso hace que se sientan seguros. En segundo lugar, respetar y confiar, tener altas expectativas en los alumnos genera en ellos bienestar. La tercera sería la sonrisa, que les refuerza generando expectativas de logro y les hace sentirse aceptados».

Los recuerdos de sus docentes han permeado en la forma de enseñar de la santiaguesa Aldrey, pero también en otra de sus pasiones, escribir. Los maestros que la han marcado tienen algo en común: el fomento de la escritura en el aula.

Así, muchos años después de haber sido alumna, contactó con su antigua profesora María Jesús para que la acompañase en la presentación de uno de sus libros. «Se acordaba perfectamente de mí, hasta guardaba una redacción mía». Otra muestra de que los vínculos que se forjan en el aula pueden traspasar el recinto del colegio, saltar los muros del patio y extenderse, firmes, casi hasta el infinito.

Lecciones que resuenan en el tiempo

Pedimos testimonios sobre profesores con una influencia positiva en la vida de sus alumnos. Esto es lo que nos han contado:

Iria, 24 años

Un dos recordos máis vívidos que teño do colexio foi que, no primeiro día de 5º de primaria (no ano 2010), a nosa profe chegou e escribiu no encerado “Benvid@s”. Ademais de ser a primeira ver que eu vía escrita a linguaxe neutra, esa profesora foi tamén a primeira que nos ensinou sobre feminismo, nos tempos nos que a palabra “feminista” aínda era un insulto ou visto como o mesmo que o machismo pero ao revés. Grazas, Jere, por axudar a formar unha mente feminista!

Sara, 31 años

Mi profesor de latín se llamaba Jorge Tárrega y tenía una forma de dar clase que no había visto nunca. Quizá eso era la vocación. Nunca lo vi cansado, ni con un mal gesto, ni enfadado. Fue el primero en verme, en hacerme visible, en encontrar mis fortalezas y sacarles brillo. Fue la persona que más confió en mí y me hizo crecer, no sólo como estudiante para sacar buena nota en el selectivo y poder entrar en periodismo, sino también como persona.

Pablo, 29 años

Antonio Giráldez, mi profesor de historia en bachillerato, me marcó su ilusión a la hora de transmitir su pasión por la historia, tanto mundial como local. Fue de gran ayuda para aprender a realizar comentarios de texto y hemos seguido estando en contacto más de una década después de que yo dejase el instituto.

Laura, 26 años

Mi profe Julio nunca nos dejaba tomar apuntes mientras nos explicaba un tema nuevo. Cuando describía algo, el mundo se detenía y podías mirarlo a través de un microscopio. Nunca olvidaré que un virus no es un ser vivo ni qué forma tiene el ADN, pero nunca me hizo falta estudiarlo. Sé que hoy en día trabajo en investigación gracias a él. Su curiosidad y respeto hacia la vida me acompañarán siempre.

Karina, 31 años

Siempre me había gustado la historia, pero con la alegría y el conocimiento que Marisa llevaba a las clases todo era más ameno y divertido. Sobre todo, me inculcó el gusto por el arte, y es que fuimos muchos los que lo descubrimos de su mano. Ahora que soy profe, muchas veces pienso en generar la mitad de interés entre mis alumnos de lo que lo hacía ella. Marisa te lo ponía fácil. Cuando ella explicaba, llegabas a casa y ya todo te sonaba. 

Nuria, 25 años

Sen dúbida, xamas esquecerei á miña profe de Historia da Arte no instituto, Susana Trigo. Con ela descubrín a aprendizaxe cooperativa, que unha muller tamén se podía adicar á arte e que existían referentas!

Sara A., 31 años

Recuerdo la inteligencia de Chelo, su gusto por la literatura y su capacidad para transmitirnos la inquietud para apreciar la belleza de las cosas. Recuerdo que no se cortaba, que sabía ser directa y darnos a cada uno lo que necesitábamos. Recuerdo cómo me atraía la fuerza que proyectaba. Sin ser consciente en aquel momento, creo que se convirtió en un referente de mujer para mí. Siempre tenía buenas palabras y me ayudó a aprender a valorarme.

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