Grandes lectores
La bibliotecaria que corrige a los periodistas
Mariví Romero (1951): «Pensé, ‘me tienen que odiar’ y ¡qué alegría cuando recibí vuestra respuesta!»

La bibliotecaria Mariví Romero en su casa de Madrid. / Cedida
Los periodistas de vocación disfrutan con muchas cosas de su profesión. La adrenalina de la que ya hablaba García Márquez por la primicia, el sentirse útiles para la sociedad o el desenmarañar la realidad son tan solo algunos de los aspectos que producen satisfacción en la profesión. Lo cierto es que todos y cada uno de ellos redundan en lo mismo, llegar y aportar algo a quien está al otro lado. Por eso, ponerles voz, rostro e historia a esas personas nos despierta una emoción aún mayor, constatando que, efectivamente, formamos parte de su día a día.
Ese efecto fue el que provocó un e-mail que recibió la redacción de FARO hace ya varios meses. Lo firmaba Mariví Romero, una viguesa de nacimiento que lleva más de medio siglo viviendo en Madrid, pero fuertemente ligada a su ciudad de origen. Lo hace a diario a través de Faro de Vigo. «Nos suscribimos al periódico en su versión digital para estar al día de lo que pasa allí y para saber rápido como iba el Celta», cuenta. Pero comencemos por el principio.
Mariví (1951) nació y se crio en Vigo, en la zona del Arenal. Pasó por varios colegios de la ciudad, como el Niño Jesús de Praga o el San José de Cluny, para trasladarse a Santiago a estudiar Filosofía y Letras. En el tercer curso de carrera se mudó a Madrid para completar sus estudios. Allí, una vez terminada la universidad, decidió opositar para bibliotecas. Obtuvo la plaza en la Facultad de Ciencias Geológicas de la Complutense en el 1981.
En esa biblioteca desarrolló toda su trayectoria profesional hasta su jubilación en el 2016. En todo ese tiempo, entre las tareas del puesto, también ayudaba a los docentes con las correcciones de algunos textos. «Se me da bien detectar fallos y erratas, de ortografía y gramática, por eso me pedían muchas correcciones», añade.
Y precisamente, de esa deformación profesional nace la relación más estrecha y genuina con el diario decano de la prensa nacional.
«En la época de los vídeos de 30 segundos y de la aparente perfección tras la pantalla, esa en la que parece más fácil ridiculizar que ayudar, Mariví lee con atención, hasta el final, y hace gala de una educación extraordinaria»
Como ella misma dice, «todo escribano tiene su tachón» y un día, leyendo una noticia, detectó un error en la redacción. «Hay otros periódicos que leo a los que les encuentro muchas más faltas o erratas, no voy a decir cuáles, pero alguno es terrible. Ellos me dan igual, pero FARO me importa y no quería verle ese error», cuenta.
Así, desde la misma tablet con la que nos lee cada día, decidió escribirnos un correo con unos modales exquisitos para ponernos sobre aviso del fallo. En la época en la que vídeos de 30 segundos parecen demasiado largos, alguien había leído completa y detenidamente la información, hasta el punto de detectar un error. En la época en la que, detrás de la pantalla, todos somos perfectos y es más fácil ridiculizar que ayudar, Mariví hacía gala de una extraordinaria educación.
Como no podía ser de otra manera, la redacción de Faro le agradeció su colaboración y, tan pronto como tuvo constancia, enmendó la errata. Puntualmente, cuando se produce alguna otra situación similar, Mariví no falla. En el asunto un «despiste», «lapsus», «gramática» adelanta por donde van los tiros. En el cuerpo, la falta en cuestión. Y si se le pasa enviar la explicación, lo hace en otro email. «Pensé, ‘me tienen que odiar’ y ¡qué alegría cuando recibí vuestra respuesta indicándome incluso otro correo al que poder escribiros!», relata.
Reconoce que la mayoría «son cosas que veo porque soy bastante quisquillosa, pero ninguna es de las que duele». Vamos más allá y le preguntamos cuáles eran esos borrones más recurrentes. «Suelen ser despistes con el porque, por qué y porqué; también algún si no en lugar de sino, algún error de concordancia o, supongo que fruto de la velocidad, letras con el orden intercambiadas», nos aclara.
Ella lleva la iniciativa, pero deja claro que tanto ella como su marido y sus tres hijos son fieles lectores de Faro de Vigo a través de su edición digital. En su caso concreto, lee de todo: información local, deportes, también contenidos de sociedad, televisión u ocio.
En esta ocasión, además de leernos se convierte en protagonista. Bien merecido lo tiene por la fidelidad y por su tiempo. Mariví, en este texto hay una errata (espero que solo una) que he colado para que así nos escribas de nuevo y saber también qué te ha parecido tu reportaje. Ella es una, pero sabemos y agradecemos a todos y todas las Marivíes que nos acompañan día a día. No nos olvidamos de que lo nuestro también va de aprendizaje continuo.
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