Arquitectura

Siete parecidos razonables entre los colegios y las cárceles

La media del espacio para cada alumno es menor que la de un preso: «No hay ninguna otra estructura arquitectónica en las ciudades con tantas rejas como la escuela»

Siete parecidos razonables entre los colegios y las cárceles.

Siete parecidos razonables entre los colegios y las cárceles. / SHUTTERSTOCK

María Bueno

María Bueno

Busquemos la fotografía del exterior de un colegio vacío y la del de una cárcel y tratemos de encontrar las siete diferencias, ¿difícil? Puede que, en cambio, nos asombre la facilidad con la que detectaremos las similitudes. 

Ocurre que, a mediados del siglo pasado y sin apenas darnos cuenta, pasamos de los patios de tierra naturalizados con árboles y jardines y abiertos a aldeas y villas a espacios de cemento erigidos sobre grandes muros, con puertas y ventanas llenas de rejas y verjas, que adelantan a su vez lo que podremos encontrarnos dentro de las aulas, en las que la media del espacio disponible para cada alumno es literalmente menor que la del que dispone un preso. 

«El modelo de escuela que predomina en el S XXI viene heredado de la época industrial, con espacios que priorizan el control y la seguridad sobre el bienestar», explica el educador, artista y formador especializado en Creatividad @Sirolopez, que describe así cómo, desde los años 60, «se ha ido trasladando a los colegios el modelo arquitectónico y organizativo de las fábricas». 

«Más que como espacios de juego, aprendizaje y creatividad, los colegios se han concebido durante todos estos años como contenedores de niños y el resultado son lugares que nos recuerdan a estructuras carcelarias», concede para invitarnos a trascender lo que puede parecer una comparativa provocadora y animarnos a reflexionar sobre lo que considera realmente importante: «¿Qué cambios podemos poner en marcha para cuidar a nuestra infancia y a nuestros mayores desde la concepción del espacio?»

Hoy en día, contamos con soluciones y materiales que nos permiten conjugar la seguridad de los pequeños con su bienestar y salud física y mental: «Las oficinas de todos los bancos cuentan con paredes acristaladas y, sin embargo, siguen guardando nuestro dinero. Ya no digamos los restaurantes. No hay ninguna otra estructura arquitectónica en nuestras ciudades con tantas rejas como la escuela». 

@Sirolopez, educador,
artista y formador especializado
en Creatividad.

@Sirolopez, educador,
artista y formador especializado
en Creatividad. / CEDIDA

La concepción del espacio, clave para la convivencia, el bienestar y el aprendizaje en
los centros: «Una arquitectura de calidad
y calidez nos ayudará a hacer frente a los retos educativos de hoy»

@Sirolopez

— Educador,
artista y formador especializado
en Creatividad

Si está ampliamente demostrado que la luz natural, esa de la que muchas veces nos privan persianas, proyectores y cartulinas, «resulta imprescindible para el aprendizaje y la creatividad»; del mismo modo lo es también la acústica: «Las aulas siguen estando diseñadas para que hable solo una persona. Difícilmente va el profesorado a incorporar el trabajo cooperativo si, cuando hablan a la vez seis personas, resulta que es imposible escucharse». 

Mención especial le merece al experto en este sentido el caso del comedor escolar, uno de los lugares de los colegios en los que, al lado de los patios, se dan más conflictos y cuya «función principal debería ser la socialización», según comenta antes de señalar una de las últimas modas que también llega para recordarnos a dinámicas carcelarias: «¿A ti te gustaría comer en las bandejas metálicas del ejército?, ¿pues por qué iba a gustarle a ellos?».

Además, en algunas escuelas de nueva construcción, todavía vemos que se sigue concibiendo el tamaño del aula en función del tamaño del pupitre, lo que va en contra de las nuevas metodologías, de la salud de los pequeños y de la convivencia escolar: «Está investigado que no solo repercute en la tasa de obesidad, sino que también genera más conflictos e incomodidad entre los estudiantes». 

«Las aulas siguen estando diseñadas para que hable solo una persona. Difícilmente va el profesorado a incorporar el trabajo cooperativo si, cuando hablan a la vez seis personas, resulta que es imposible escucharse»

Por último, el séptimo de los parecidos razonables lo encontramos en el timbre, ese sonido alarmante que se usaba también en las fábricas para el cambio de turno: «Afortunadamente, muchos centros ya lo han cambiado por música elaborada por el propio alumnado, la radio escolar o sencillamente el silencio», describe el experto, que opina asimismo que «no se va a derrumbar el planeta por flexibilizar los horarios, muchas veces más al servicio del control que del aprendizaje y la creatividad». 

De este modo y convencido de la importancia del espacio a la hora de mejorar la convivencia, el bienestar y el proceso de aprendizaje de adolescentes e infantes, López considera una gran contradicción que esto pase en pleno SXXI — «tiene que dolernos como sociedad» — y anima a reducir este tipo de espacios en contra de las personas en favor de arquitecturas de «calidad y calidez», que nos permitirán hacer frente a los retos educativos de hoy. 

¿De verdad es tan importante?

Preguntado por argumentos que convenzan a los más escépticos, nos invita a tirar de la intuición y a preguntarnos por qué buscamos pisos exteriores o por qué los pisos que dan a un parque son más caros que los que dan a un muro; o por qué lo primero que hacen las grandes corporaciones al adquirir un nuevo edificio es transformar el espacio; o por qué lo primero que hacemos nosotros antes de reservar un restaurante es buscar fotografías del espacio: «¿A dónde vamos cuando estamos en crisis?, ¿o cuando nos enamoramos? Al parque, a la montaña». 

«Se han hecho estudios comparativos en pacientes con la misma cirugía y se ha comprobado que las personas que tenían habitaciones con vistas a un bosque necesitaban menos analgésicos y se recuperaban antes que las personas que ocupaban habitaciones que, en cambio, daban a un muro», desarrolla López para recalcar que «la naturaleza nos oxigena también a nivel emocional».  

Y si todavía nos quedan dudas, basta con que acudamos a un parque de bolas y observemos cómo se comportan los niños: «Cuando entras te das cuenta del volumen de gritos, golpes; el mismo niño se convierte en otra persona estimulado por todos esos colores y elementos del espacio que le suben la energía».  

¿Cómo lo cambiamos?

Y es que también corremos el riesgo de caer en todo lo contrario y convertir las escuelas en parques temáticos que hiperestimulen a los niños. Por ello, el experto considera fundamental generar espacios de formación para que los cambios necesarios «se hagan con criterio pedagógico y no tanto en función de modas». «Insisto también muy mucho en hacer procesos participativos, que involucren al profesorado, a las familias y a los estudiantes, para que todos entendamos el por qué y el para qué, compartamos esos cambios y los cuidemos, para generar identidad y, sobre todo, responsabilidad», se despide no sin antes añadir que «es posible hacer cambios muy potentes sin apenas presupuesto como introducir plantas en las aulas o levantar las persianas todas las mañanas».

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