Más allá del aula

El séptimo arte como entrenamiento para la vida

El éxito de Robot Salvaje en las salas se convierte en el último ejemplo del poder de la gran pantalla como «agente educador», transmisor de valores y enseñanzas y herramienta de autoconocimiento y empatía

Los niños pueden desbloquear «una gran cantidad de emociones y experiencias» a través de lo que ve en la gran pantalla.

Los niños pueden desbloquear «una gran cantidad de emociones y experiencias» a través de lo que ve en la gran pantalla.

El cine de animación «para niños» —entrecomillado por motivos obvios— lo ha vuelto a hacer.  

El éxito de Robot salvaje en las salas españolas, donde ha emocionado a mayores y pequeños con sus reflexiones sobre la importancia de la comunidad, la inclusión, el conocimiento o el ecologismo, vuelve a poner sobre la mesa el inmenso poder del séptimo arte a la hora de hacernos sentir y también, pensar. 

La robot Rotz y su épico viaje han conquistado el corazón del público —hasta el punto de que ya hay quien cree que podría disputarle el Oscar a Del revés 2—, y se ha convertido en el último ejemplo de cómo la gran pantalla puede convertirse, también, en una gran maestra en el sentido más amplio del término. 

Al permitir a los menores experimentar una amplia variedad de emociones y situaciones que, o bien aún no han vivido en primera persona, o bien aún no saben reconocer, ejercen como «entrenamiento» para la vida, funcionan como herramienta de autoconocimiento y empatía; y, bien empleadas, se revelan asimismo como transmisoras de valores y enseñanzas. 

El cine puede convertirse en un generador de vínculos, pero no vale usarlo como chupete digital

Sin duda, la educación de un niño bebe fundamentalmente de sus adultos de referencia y de todos aquellos individuos que activamente se encargan de ella; pero no por ello debe olvidarse que también se compone de la cultura que acompaña su paso por este mundo: los libros que ha leído, la música que escucha, y, por supuesto, también las películas que ve.

«Las personas aprendemos de nuestras propias experiencias, pero también de las de los demás», explica el psicólogo y orientador Román Marín, especializado en adolescencia. Ese es uno de los principales motivos por los cuales el cine puede ejercer como un potente agente educador, al igual que la literatura. 

¿Cuántos hemos crecido con los cuentos populares, cuya intención no era otra que transmitir una enseñanza? Desde 'Los tres cerditos' y su moraleja sobre la importancia del esfuerzo a historias como la de ‘Pedro y el lobo’, con la que de niños «entendíamos que no debíamos mentir si queríamos que los demás confiaran en nosotros».

La pedagoga viguesa Aida Fernández Villar apunta que «cuando somos pequeños nuestra cabeza se centra sobre todo en observar a los mayores que nos rodean, a fijarnos en sus movimientos, expresiones, acciones… es ahí donde entran en juego nuestras neuronas espejo». 

Esas neuronas espejo son capaces de estimular nuestro cerebro «de forma que el sistema nervioso reacciona como si nosotros mismos hubiésemos realizado la actividad que acabamos de ver hacer a otra persona» y también se ponen a funcionar a la hora de ver una película o una serie. 

Por ello, «aunque la realidad no tenga nada que ver con la nuestra, somos capaces de ponernos en la piel de otro personaje y llegar a sentir lo que puede estar sintiendo». De este modo, los menores «ya no solo tienen la referencia de sus familiares o de sus profes», sino que «pueden desbloquear una gran cantidad de emociones y experiencias adicionales solo viendo la diversidad de historias y personajes» en pantalla.

En este sentido, la psicóloga Belén Montesa Lou señala la necesidad de que los niños más pequeños cuenten con modelos de identificación: «Las películas y sus personajes pueden jugar este papel y ayudarles a poner en palabras y entender mejor aquello que también les está pasando a ellos». 

El poder del cine no se limita a ese método de «aprendizaje observacional», sino que puede representar «un recurso de apoyo y una oportunidad de generación de vínculo, fundamental a la hora de educar». «Las películas suponen un momento de encuentro para el niño y su familia y propician la transmisión generacional de valores», explica la especialista en adolescentes y familias. 

«Un gran poder conlleva una gran responsabilidad»

La película 'Coco' explica de forma tierna y sencilla un tema tan delicado como la muerte.

La película 'Coco' explica de forma tierna y sencilla un tema tan delicado como la muerte. / Disney Pixar

Dicho lo cual, viene a cuento citar a otro de los grandes de la animación para recordar que «un gran poder conlleva una gran responsabilidad». 

En la misma medida en la que reconocemos la influencia del cine en los pequeños, debemos preocuparnos (y ocuparnos) de que ésta resulte positiva, ejerciendo un filtro entre el amplísimo catálogo de contenidos existentes y estableciendo hábitos de visionado sanos y constructivos.

«Algunas familias sí son conscientes, pero otras utilizan las películas como una forma de tener a sus hijos ‘tranquilos’ y ‘entretenidos’ mientras aprovechan para poder hacer cosas. Ese es el doble rasero», describe Montesa y advierte: «Los niños están contentos de que las familias estén con ellos, no de que les pongan una película y los dejen ahí como si fuera un chupete digital».

El psicólogo Román Marín, por su parte, cree que el poder educador del cine ha quedado «totalmente eclipsado» por las redes sociales. «Estamos mucho más preocupados por evitar los efectos negativos del uso abusivo de la tecnología que por hacer una adecuada selección de películas educativas», comenta. 

La protagonista de 'Brave' es una joven independiente que reinvidica el cuidado de la naturaleza.

La protagonista de 'Brave' es una joven independiente que reinvidica el cuidado de la naturaleza. / Disney

La pedagoga Aida Fernández también detecta cierta falta de cuidado a la hora de escoger una cinta infantil: «Normalmente, tendemos a vigilar si lo que sale en ellas tiene escenas muy violentas o inadecuadas para su edad en vez de centrarnos en lo que pueden aprender».

Y es que no todos los filmes, aunque estén clasificados ‘para todos los públicos’, son adecuados para los pequeños (y no tan pequeños) de la casa. «Algunas películas pueden ser muy angustiosas y tienen un contenido que su estómago mental no puede digerir, puede ser traumático. «Como cuando a nuestra generación nos pusieron Bambi…», apuntala Belén Montesa.

La psicóloga explica que «no se trata de decir ‘voy a educar emocionalmente a mi hijo, le voy a poner esta batería de diez películas que me parecen superimportantes como transmisoras de valores’», sino de atender «qué es lo que le gusta a cada niño y por qué le gusta». 

Además, Aida Fernández considera importante que si la sesión de cine es en familia, se abra después «un debate o tiempo de reflexión donde cada uno pueda expresar cómo se sintió durante la película, comentar lo que le gustó más y menos, y razonar sobre lo que hemos aprendido».

Inside Out, la gran referencia (pero no la única)

'Del revés' nos permite conocer y poner «cara» a nuestras emociones.

'Del revés' nos permite conocer y poner «cara» a nuestras emociones. / Disney Pixar

Uno de los filmes que más ha puesto de manifiesto la educación emocional a través del cine infantil es, sin duda alguna, Inside Out, traducido en nuestro país como Del revés. Producido por Pixar y estrenado en el año 2015, nos muestra las cinco emociones básicas: tristeza, alegría, miedo, asco e ira, a través de la historia de Riley, su protagonista 

Los creadores de la película contaron con la ayuda de múltiples expertos en psicología y neurología, como Paul Ekman o Daltcher Ketner, para mostrar cómo funciona la mente humana, y el resultado es, tal y como resume la psicóloga Belén Montesa, «una pasada»:«Está muy bien asesorada a nivel neurológico e incluso las estructuras físicas que aparecen, como el mando gigante que hay para manejar las emociones, tienen un correlato fisiológico. En ese caso concreto, representa la amígdala, la zona de nuestro cerebro donde se generan las emociones».

Por todo esto, Inside Out se ha convertido en un referente del cine educativo y todos los expertos consultados para este reportaje no dudan en incluirla en su lista de recomendaciones. Pero no es la única. 

El orientador Román Marín apunta algunas como Osmosis James – «para explicar biología de forma eficaz»– o Brave, «para promover el respeto por la naturaleza». Para un público más adolescente, cuenta que recurre a menudo a títulos como las series Recursos Humanos –«es similar a Inside Out, pero incorpora un mayor abanico de emociones y con un toque más picante»-, Cortar por la línea de puntos – «una obra maestra que nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida y sobre el propósito»- y su favorita, Naruto, «una historia de cómo el dolor se puede resignificar y convertirse en un motivo de superación personal».

Aunque pase el tiempo, 'Billy Elliot' sigue siendo un buen ejemplo para hablar de tolerancia.

Aunque pase el tiempo, 'Billy Elliot' sigue siendo un buen ejemplo para hablar de tolerancia. / FdV

Montesa recupera películas clásicas «que transmiten valores que ya existían en su día», como Billy Elliot, Forest Gump, E.T o El club de los poetas muertos. Por supuesto, no deja fuera títulos destacados de Disney (Coco, Toy Story, Cars, Vaiana…) y también menciona El viaje de Chihiro, de Estudio Ghibli, o, para los adolescentes, la serie Sex Education.

Los largometrajes o las series no son el único formato cinematográfico válido para educar a los niños. La pedagoga Fernández destaca la visualización de cortos por su capacidad de contar mucho a veces casi sin necesidad de palabras y en poco tiempo, lo que ayuda a captar mejor la atención de los menores. Para reflexionar sobre el acoso escolar y la empatía, la experta recomienda Lou; para «afrontar miedos y ser independientes», Piper; para tratar la tolerancia, el corto The Birds y para hablar sobre autismo, recomienda con fuerza Float. Todos ellos son de Disney Pixar y están disponibles gratuitamente en páginas como Dailymotion, Vimeo o Youtube.

¿Y los adultos?

Todas estas películas se dirigen a los niños, ¿pero pueden ayudar a los mayores de hoy? Román Marín afirma: «Por supuesto. Cualquier persona puede aprender si está abierta a hacerlo», si bien matiza que «la capacidad de nuestro cerebro para aprender o adaptarse disminuye a partir de cierta edad» y reconoce que los adultos «quizás seamos menos receptivos a cambiar nuestra forma de ver el mundo».

Belén Montesa, por su parte, tampoco duda del poder de estas producciones: «Todos llevamos un niño dentro que nos acompaña. Ver películas de nuestra infancia nos ayuda a volver a él, a integrarlo, a comprenderlo mejor. Y luego, las nuevas que van saliendo, conectan con esa parte de nosotros y nos emocionan». 

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