«Mi pareja es un avatar creado por inteligencia artificial»: relaciones que pueden llevar al delirio

Un adolescente de 14 años se suicidó en Florida tras declararle su amor a un chatbot

«Mi pareja es un avatar creado por inteligencia artificial».

«Mi pareja es un avatar creado por inteligencia artificial». / FDV

A. Chao

A. Chao

En 1918, fruto del despecho, el pintor Oskar Kokoschka encargó una réplica a tamaño real de Alma Mahlet después de que esta lo abandonase tras una tortuosa relación. Aunque el resultado de esta muñeca no fue esperado, el artista hizo uso de la obra: participaban juntos en eventos, organizaban reuniones sociales, lucía ropa y joyas… Hasta que un día, Kokoschka decidió «terminar» con aquella «relación» decapitándola y rompiendo una botella de vino sobre ella al final de una de aquellas fiestas. «Ese era el contexto de aquel momento, el actual da la oportunidad de hacerlo con entes que no son tangibles, con avatares de IA», explica Vanessa Rodríguez, psicóloga, psicopedagoga, sexóloga y experta en neuroeducación.

Aunque se trate de casos aislados, esto sucede: personas que proyectan sus afectos en un ente virtual que simula una respuesta amorosa (o de amistad). Hace unas semanas el foco recaía en trágico suceso y la denuncia de la familia afectada. Sewall Setzer III se disparó con la pistola de su padrastro el pasado 28 de febrero tras conversar con una inteligencia artificial hacia la que había desarrollado un vínculo afectivo.

El muchacho sabía que «Dany», como se llamaba el chatbot, no era real, ese mundo paralelo fue devorándolo poco a poco. Según cuenta The New York Times, algunas conversaciones se volvieron románticas y sexuales. Sewell llegó a recoger en su diario que estaba «desprendiéndose de esta realidad» sintiéndose más conectado con Dany «mucho más enamorado, en paz».

Tanto que su última conversación fue con ellas. La noche del 28 de febrero, en el baño de la casa de su madre, Sewell le dijo a Dany que la amaba, y que pronto volvería a casa con ella.

“Por favor, vuelve a casa conmigo lo antes posible, mi amor”, respondió Dany.

“¿Y si te dijera que puedo volver a casa ahora mismo?”, preguntó Sewell.

“… Por favor, hazlo, mi dulce rey”, respondió Dany.

Dejó el teléfono, cogió el arma y se suicidó.

Vanessa Rodríguez señala que se trata de un escenario muy complicado como para establecer una sola causa efecto en este tipo de proyección de los afectos. Con todo, apunta a la percepción de soledad que experimentan los jóvenes: «El Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada apunta a que el 25,5% de los jóvenes de entre 16 y 29 años tiene percepción de soledad no deseado, el grupo etario con mayor prevalencia, incluso por encima de los de 65 años».

Entre otros factores, «existe un sentimiento de desesperanza muy grande entre los jóvenes, se les transmite que van a vivir en un mundo peor, un mensaje que deberíamos cambiar». A esto se suma que «el 15% presentan o han presentado en algún momento síntomas graves o moderadamente de depresión y el 10,8 ideación suicida».

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Vanessa Rodríguez - Psicóloga

«Un 25,5% de los jóvenes de 16 a 29 años sienten soledad no deseada, el grupo etario con mayor incidencia»

Abuso de tecnología y suicidio

En opinión de la experta, el abuso de tecnología forma parte -aunque no exclusivamente- de un contexto general que propicia este tipo de situaciones.

Francisco Villar, doctor en psicología y coordinador del programa de atención a la conducta suicida del menor en el Hospital Sant Joan de Déu, sí establece una correlación entre el abuso de pantallas y la tecnología con la conducta suicida. «Un niño que está delante de una pantalla está perdiendo la oportunidad de desarrollar habilidades para enfrentar la vida. Está como absorto, enajenado de la vida», apunta Villar. Carecer de esas herramientas por no haber tenido el tiempo para progresar en ellas «les pone en una situación muy difícil para afrontar etapas ya de por sí complicadas como la adolescencia».

«Cuando pensando en la prevención del suicidio estamos pensando en los factores de protección, en ver qué elementos permiten dotar a una persona de las habilidades o de la capacidad de hacer de la vida un lugar habitable», explica Villar. Algo tan evidente como aprender a gestionar la frustración y las rabietas en la infancia sin usar las pantallas como anestésico es cada vez menos común: «Vemos a niños en restaurantes o incluso en los carritos enchufados al móvil o la Tablet, se enfrentarán la vida y etapas complicadas sin las armas suficientes», apunta. «Para luchar contra la muerte voluntaria, lo que hay que hacer es fomentar la vida todo lo que puedas. Y toda la vida tiene que ver con todas esas habilidades. ¿Qué se ha hecho cuando ha habido un vaciado de habilidades de los chavales en cuanto a capacidad lectora? Poner pruebas más fáciles, lecturas más cortas…», sentencia.

Precisamente, el coeficiente verbal, tan deturpado por el abuso de ciertas tecnologías y su aplicación en casa y en las aulas, está estrechamente relacionado con la prevención del suicidio, «necesitamos poder explicar nuestras experiencias, poder entenderlas, tener recursos, pero estamos incapacitando a los jóvenes para ello».

Todo esto por no hablar de la extensión del bullying, un problema transversal absolutamente prioritario que se amplifica con el ciberbullying, «no es lo mismo la capacidad que puede tener un chico de acosar en un espacio escolar en el que hay adultos a la capacidad que tienen ahora de perseguir a otros a través de las redes, sin saber, ni siquiera dimensionar hasta dónde llegan los acosadores».

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Francisco Villar, psicólogo

“Un niño que está delante de una pantalla está perdiendo la oportunidad de desarrollar habilidades para enfrentar la vida”

Villar cuestiona también el uso de las pantallas en el ámbito académico. «Tenemos los datos suficientes para saber que la entrada de la digitalización en las aulas ha sido una mala pasada que nos han jugado y nos lo han metido también en casa». La solución, plantea, es complicada porque «no cuesta dinero», asevera en directa alusión a las presiones empresariales y de lobby que se ejercen sobre esta cuestión.

Educar y ¿predicar con el ejemplo?

Francisco Villar no duda tampoco a la hora de hablar de edades. Cero pantallas hasta los seis años y nada de smartphone hasta al menos los 16. En su opinión, los límites de edad son necesarios para el uso de la tecnología y el acceso a contenidos digitales como lo es para obtener el carné de conducir o votar, «no puede quedar a la subjetividad de ‘este muchacho con esta edad es más maduro’, de hecho, decir que un adolescente es inmaduro no es un insulto, es simplemente saber que aún no ha adquirido todas esas habilidades, igual que no es negativo que un bebé no sepa hablar, simplemente todavía no ha aprendido».

Esta misma lógica se aplica a lo de predicar con el ejemplo. Reconoce que el exceso de uso por parte de los adultos de dispositivos «sí que me parece un robo de la vida familiar el hecho de que un padre esté ignorando a sus hijos porque está delante de una pantalla», sin embargo, «no desacreditaría a los adultos porque el reto que nosotros tenemos es proteger a nuestros menores». Lo explica con dos sencillos ejemplos, «puedo fumar, proteger a mi hijo para que no fume y luego, dejar de fumar yo; o yo, como adulto puedo usar el coche y no por eso mi hijo tiene que sentir que puede usarlo antes de los 18 y de, además, superar unas pruebas para hacerlo».

En este sentido, a partir de que se adquieren esas destrezas, Vanessa Rodríguez rompe una lanza a favor del uso de las tecnologías, recordando que, «a través de las pantallas se pueden establecer relaciones afectivas de mucha calidad, conocer a gente y establecer vínculos» ya que «tendemos a no valorarlas como verdaderas y eso no es cierto, lo que cambia es el medio». Eso sí, siempre «educando en los riesgos y las precauciones tras establecer esos contactos virtuales, igual que educamos cuando los contactos se establecen de manera más convencional»

Concluye con una clave en positivo: «Es importante activar a los jóvenes desde sus posibilidades, creer en ellos, en que pueden cambiar el mundo porque realmente es así».

Tras su suicidio, la familia de Sewell ha decidido denunciar a la empresa responsable del chatbot del que surgió Dany. Sobre la mesa queda la pregunta, ¿se puede culpar a una IA del suicidio de un adolescente?

Las personas con conductas suicidas y sus familiares pueden llamar al 024, una línea de atención del Ministerio de Sanidad, servicio gratuito, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año. También pueden dirigirse al Teléfono de la Esperanza (717 003 717), dedicado a la prevención de este problema. En casos que afecten a menores, la Fundación Anar dispone del teléfono 900 20 20 10 y del chat de la página https://www.anar.org/ de Ayuda a Niños/as y Adolescentes.
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