— “Extrañamente siempre sale bien” — “¿Pero cómo?” — “¡No lo sé, es un misterio!”.
Esta frase de Shakespeare in Love que recoge el truco del teatro (y quizás de la vida) bien podría aplicarse a la última actuación del “Coro de las Emociones” del CEIP Coutada Beade, que se prepara ahora para un nuevo inicio de curso con la música como herramienta de bienestar.
Resulta que en junio, y con motivo del 50 Aniversario del colegio, Teresa Alonso, profe de Música y coordinadora de este coro conformado por una veintena de alumnos de 4º, 5º y 6º de Educación Primaria, decidió que sería una buena idea coordinar una actuación conjunta de sus niños con el coro de mayores vigués Agarimo.
Claro que unos — 7 a 12 años— y otros — entre 60 y 90— apenas tuvieron tiempo para ensayar juntos y empastar sus voces. Y así las cosas…: “Digo yo: bueno es que aquí puede pasar de todo”, rememora Alonso con una sonrisa y desde luego que, por lo que cuenta: sí, pasó casi de todo.
Pasó que el resultado fue “maravilloso”; pasó que “los mayores y los niños se coordinaron de maravilla”; y pasó que “todo el mundo estaba entusiasmado”; que “vinieron las familias y nos emocionamos todos”.
“Solo contamos con un ensayo previo de cinco minutos, pero pareció que llevaban toda la vida juntos. Fue tan bonito ver a las dos generaciones unidas”, resume la maestra sobre la actuación final, en la que mayores y pequeños sí sacaron tiempo para una amena conversación en la que intercambiaron impresiones y gustos sobre la música y en la que el público pudo disfrutar de las canciones “O voso galo comadre” y la divertida “Los cacharros de mi cocina”.
“Pero: ¿y los niños van a venir?”
“Salirse de la rutina a veces parece mucho más complicado de lo que realmente es y no solo merece la pena, sino que nos deja las experiencias que vamos a recordar”, reflexiona Lucas Alonso, hermano de Teresa y director del coro Agarimo, cuya integrante de mayor edad celebra 93 años. Allí ya piensan en repetir concierto intergeneracional.
“Fue una apuesta más emocional que musical, de lo que se trataba era de compartir a través de la música, de ver y disfrutar cómo una misma afición puede unir a niños de 8 años con mayores de 93. Cantar juntos nos iguala a todos, nos coloca en una misma vibración. Hay cosas que empiezas sin tener claro si van a funcionar o no, pero que luego sabes que van a tener continuidad”.
“Los niños podían estar allí porque le había llevado un profe, pero mostraron una curiosidad real. Nos llamó la atención que estuviesen tan dispuestos a preguntar, a aprender de ellos”, explica el director del coro sobre esta experiencia que abrió la mente de los mayores, con “nuevos temas de conversación, aire fresco” y un impulso a su autoestima: “Si me preguntas si vamos a repetir, yo digo que si. Mis chicos quieren, no dejan de preguntarme: ¿pero van a venir los niños?, ¿pero cuándo?". Si lo hacen, que nos avisen, por favor, porque nos encantaría seguir contándolo.
Más horas para cantar. La música como terapia
“La asignatura de música vuelve a todos los niños partícipes e iguales, la inclusión es real. A la hora de disfrutar de la música, todos somos uno más”. Hace ya seis cursos que Teresa Alonso ofreció a su alumnado participar en un coro voluntario con 35 minutos de ensayo a la semana: “Quería que tuviesen más tiempo para cantar”. Una propuesta que resultó un éxito y que desde el año pasado ha sido rebautizada con el curioso nombre de ‘El coro de las emociones’ tras la adhesión del colegio al proyecto ‘Educación Responsable’ de la Fundación Botín. Bueno, o no tan curioso, sobre todo si tenemos en cuenta que la música es “una gran herramienta a la hora de conocer y reconocer nuestras emociones y las de los demás”: “Los niños escuchan una melodía y en seguida detectan si es alegre, triste, romántica, de suspense… Nos expresamos a través de las canciones, compartimos, nos sentimos parte. Cantamos por placer porque mejora nuestro estado emocional. Es una terapia para todas las edades”, desarrolla la maestra, que destaca especialmente el canto coral porque “te conecta al grupo y te permite sentir a los demás”. Una aliada a la hora de desarrollar habilidades como la concentración, la empatía o la comunicación y de vencer la timidez y un lugar seguro al que — aunque lo abandonen en algún momento de su vida— siempre podrán volver.