Divulgación

Esta sección de ‘Ciencia para o día a día’ elabórase coa colaboración de persoal do CSIC a través da Unidade de Cultura Científica CSIC-Galicia. Pablo García é investigador do Instituto de Ciencias del Patrimonio INCIPIT - CSIC

Cuando era niño, no tenía fotos de deportistas famosos en mi habitación, a pesar de que me encantaba jugar a fútbol y a otros deportes. En cambio, tenía pegado en la pared un póster de Machu Picchu, una antigua ciudad Inca en las montañas de Perú. Los Incas habían sido una de las civilizaciones más poderosas y avanzadas que los españoles encontraron en América del Sur cuando colonizaron aquellas tierras hace ya más de quinientos años. Recuerdo que pasaba largos ratos contemplando la imagen de esas ruinas misteriosas, que despertaban en mí todo tipo de fantasías. Aquellas construcciones de piedra tan finamente tallada, que se confundían con el paisaje, tenían un poder inexplicable. De alguna manera ya sabía entonces que, cuando fuera mayor, iba a estudiar a los Incas y su civilización

Pablo García, investigador del Instituto de Ciencias del Patrimonio INCIPIT - CSIC

Pablo García, investigador del Instituto de Ciencias del Patrimonio INCIPIT - CSIC Cedida

Además, pasaba tiempo delante de la televisión viendo documentales de los indios amazónicos en las selvas de Brasil, Ecuador o Venezuela. Me fascinaba su manera de vivir y de relacionarse con la naturaleza. Parecían niños grandes pero muy sabios. A veces, en estos documentales de pueblos indígenas aparecían personas de fuera que vivían con ellos por un buen tiempo, estudiaban sus culturas y las daban a conocer en otros países

Estas personas se llamaban antropólogos y me daban mucha envidia. Yo también quería vivir una vida así, estudiando a los Incas y a las poblaciones indígenas actuales y aprendiendo de ellas.

Pasaron los años y me hice antropólogo. Me he especializado en las civilizaciones prehispánicas y en sus descendientes, que viven hoy en las montañas de la cordillera de los Andes, como Perú, Bolivia, Chile o Ecuador. Por mi trabajo, viajo bastante a los Andes. 

Ciudad de Sidney. SHUTTERSTOCK

Además de Machu Picchu, que es conocido en todo el mundo y visitado por millones de turistas cada año, en Perú hay muchas otras ruinas Incas menos conocidas en la sierra. Alrededor de estas ruinas y cómo cuidarlas siempre hay problemas: las autoridades piensan que, a diferencia de los turistas extranjeros, los pobladores que viven con ellas no valoran sus ruinas y por eso les limitan el acceso. Pero los pobladores, que han vivido allí por muchos años, piensan de otra manera. 

Para ellos las ruinas son como una parte más de su casa: les ayudan a recordar a sus abuelos, contienen caminos muy antiguos que conectan unos pueblos con otros y son espacios donde practican la agricultura y hacen sus ceremonias religiosas. Esto no gusta a las autoridades, que temen que estos usos dañen las construcciones. Por eso siempre están en discusiones entre unos y otros. Mi trabajo consiste en estudiar estos problemas y proponer maneras de proteger las ruinas que sean aceptables para todos.

A veces mi profesión me lleva a otros países. Ahora mismo, por ejemplo, estoy viviendo en Australia. ¿Qué hago aquí, tan lejos de todo, entre canguros y ornitorrincos? En Australia también hay poblaciones indígenas descendientes de los primeros humanos que habitaron este continente hace un montón de años. Estas personas – llamadas aborígenes – también tienen lugares que son especialmente importantes para ellos porque les recuerdan su historia y sus orígenes. No solo son lugares o territorios: pueden ser objetos religiosos muy antiguos e incluso los huesos de sus antepasados. Como en Perú, los aborígenes tienen sus propias tradiciones de cuidado de todo este legado, al que tratan como si fueran personas vivas, no como las autoridades y el personal científicoIM, que lo ven más como objetos distantes. 

Entonces, yo he venido a Australia para aprender más sobre los modos aborígenes de cuidar de su cultura, compararlo después con el caso de Perú y poder así hacer mejor mi trabajo