Como el sol o la arena, también ellos son un viejo amigo del verano. Los suspensos irrumpen cada junio en muchos hogares para preocupación y/o enfado de las familias y es entonces cuando empiezan a surgir las dudas: ¿cuál es la mejor forma de reaccionar?, ¿qué podemos hacer para ayudarles?,¿qué ocurre si son varios hermanos y cada uno tiene una situación distinta?. Y la más repetida: ¿y ahora cómo vamos a organizar las vacaciones? 

En términos generales, lo principal es “escuchar, hacerle responsable de su propia situación y respetar el ciclo de confianza”, adelanta la psicóloga educativa Marta Freire, también madre de familia numerosa, a quién preguntamos por el resto de las claves.  

¿Cómo influyen a nivel anímico los suspensos en nuestros hijos?

Los suspensos los van a vivir de forma distinta en función de los rasgos de su personalidad y el momento en el que se encuentren. En algunos casos, puede llegar un punto en el que no represente un problema para ellos y es ahí cuando hay que echar la vista atrás para ver qué ha ocurrido antes. Otro caso es el de aquellos niños que sí se han esforzado y que, por distintas razones, han suspendido. El trabajo de acercamiento que hay que hacer va a ser diferente en cada uno de ellos. 

¿Cómo debemos reaccionar cuando sí se ha esforzado y no ha conseguido superar la asignatura? 

Debemos analizar la situación y hacerles partícipes de los siguientes pasos. Muchas veces, como padre, el cuerpo te pide decir: ‘Pues ahora vas a hacer lo que yo te diga’ (se ríe), pero eso no suele funcionar. Él tiene que sentirse responsable de su situación. Para eso, podemos sentarnos con él, ver qué se ha hecho y qué no y preguntarle qué necesita. También es importante evitar que se nos escapen reproches como: “Ya te lo dije…” o “si hubieses hecho esto…” ¿Por qué? Porque, en ese momento, te cargas toda la confianza que ellos han depositado en ti. Las claves, por tanto, son: escuchar, preguntar necesidades, evaluar qué es lo que no ha funcionado y decidir qué vamos a hacer. 

¿Funciona todo esto también con aquellos a los que les da igual suspender?

En este otro caso, el foco debe estar en la motivación: vamos a ayudarle a que encuentren motivos que les lleven a la acción: ¿para qué puede ser importante para él llegar mejor al siguiente curso? Luego, ya enganchamos con el caso anterior, pero aquí el ‘para qué’ es fundamental. 

 ¿De qué modo podemos planificar el verano si nuestro hijo ha suspendido? 

Hay que aterrizarlo en un planning de estudio realista y lo primero que tenemos que preguntarnos es cuál es el objetivo: ¿recuperar una, dos, tres asignaturas…?, ¿cuántos temas tiene cada asignatura y qué actividades conlleva pasar cada tema? Y todo eso vamos a dividirlo entre las semanas y los días que tenemos; y vamos también a liberar días porque igual no hace falta estar delante del libro cuatro horas de lunes a domingo; puede que con dos horas al día de lunes a viernes sea suficiente. Insisto en la necesidad de plantearse algo realista, que le ayude a conseguir su objetivo y que sea fácil para toda la familia, que no se convierta en un suplicio. 

¿Tiene sentido el castigo? 

Bajo mi punto de vista, el castigo no ayuda porque lo que hace es bloquear la confianza y desmotivarle. Además, ya va a estar ahí como una consecuencia natural de suspender: tendrá que dedicar parte de sus horas de descanso en verano a estudiar para poder aprobar. También es importante que los padres no caigamos en el error de estar enfadados todo el verano. Se da otra oportunidad para que vuelva el ciclo de la confianza. 

Antes mencionabas a la familia, ¿qué ocurre si tenemos varios hijos y uno suspende y el otro no?

Cada uno tiene que hacer lo que le toca en función de sus necesidades y circunstancias, no podemos meter a todos en un mismo saco. Es algo que tenemos que tener claro desde pequeños: nuestros actos tienen consecuencias. Si hemos dicho que si ordenas tu habitación, luego vamos al parque, y no la ordenas; no pasa nada, pero tampoco podemos ir al parque. Si durante el año no has llegado a los objetivos, ahora tienes que invertir ese tiempo y esto tiene unas consecuencias distintas que las de tu hermano, ni mejores ni peores, y así tenemos que explicárselo. 

¿Y si, aún con todo, no quieren estudiar?

Tenemos que conocer a nuestros hijos: cómo se organizan, qué necesitan para el estudio... y eso requiere tiempo. Si está en Bachillerato, podemos empezar a ver otras opciones como la Formación Profesional. Si está en Educación Primaria o en la ESO, ya es más complicado porque es la Educación Obligatoria, pero podemos buscar formas de enfocarlo. Preguntarle qué quiere hacer después. Así nos vamos al primer punto: logramos que lo vea como un peaje para pasar al siguiente paso y que ahí encuentre una motivación. 

Más allá de suspensos o no y aunque pueda sonar a tópico , ¿se puede aprender pasándolo bien?, ¿cómo podemos fomentar el aprendizaje en verano? 

Sí, de hecho, las emociones positivas y la diversión fomentan el aprendizaje, y en este sentido todo lo que podamos hacer desde un enfoque competencial nos ayudará. Desde cocinar juntos hasta crear un club de lectura en casa o planificar un viaje: que ellos participen, puedan decidir qué vamos a hacer, que busquen la información y reúnan sitios chulos para visitar… Son las mismas competencias que necesitan para organizar el curso y es algo que van a disfrutar, por lo que lo van a empapar. De verdad, es tan importante que ellos sepan que sus actos tienen consecuencias, que tienen poder en su vida, que pueden decidir, que se pueden equivocar, que se van a equivocar, y que, a pesar de todo ello, nosotros vamos a estar a su lado. Si no fomentamos su autonomía será muy difícil que la tengan de mayores.