Ya han pasado más de dos años desde aquel 12 de marzo de 2020, cuando Galicia decidió suspender la actividad lectiva en todos los centros para contener la propagación del coronavirus. Desde entonces, las mascarillas se han convertido en uno de los símbolos indiscutibles de la adaptación a contrarreloj por parte de familias, docentes y alumnado. Una situación que este martes puede encontrar un punto y a parte si el Consejo de Ministros aprueba finalmente la retirada del uso obligatorio de estos EPI en interiores, tal y como anunció antes de Semana Santa.

Así , y si todo va a según lo previsto, el levantamiento de la medida pasará a entrar en vigor mañana mismo tras su publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Como la canción, el 20 de abril quedará marcado en el calendario señalando la fecha en la que se pone fin al uso de cubrebocas también en los colegios de Galicia, donde la desescalada se ha producido de forma más prudente que en otras regiones.

La retirada de las mascarillas en las clases podrá hacerse efectiva a partir del día 20 INAKI OSORIO

¿Cómo ayudarlos a readaptarse?

Una señal inequívoca de la normalización de la convivencia con el virus que tendrá también consecuencias en las aulas y es que , ahora que por fin los considerados “super contagiadores” se desprenden de las mascarillas, tendrán que aprender a adaptarse una vez más. “Son como esponjas, tanto para lo bueno como para lo malo, y han interiorizado un nuevo modelo de aprendizaje y de relaciones que dista de lo que los adultos consideramos normalidad”, explica en esta línea José Manuel Suárez Sandomingo, presidente de la Asociación de Pedagogos y Psicopedagogos de Galicia (APEGA), que da paso a la también psicopedagoga Montse González: “Hay niños que son capaces de identificar emociones solo con ver la mitad de las caras, han adaptado todo su mundo a esta nueva realidad. Y ahora hay que reacostumbrarse”, ilustra. En este sentido, el presidente de la APEGA aporta una serie de claves para afrontar esos días de cambio con los más pequeños:

1. “Intentemos hablar a su nivel. Son listos, pero son niños. Tratemos de explicarles lo que no comprenden y lo que tienen que aceptar. Hagamos hincapié en que volveremos a ver caras, sonrisas y a identificar sentimientos. Transmitirles que volveremos a la vida normal (para los mayores) y que empieza un mundo nuevo (para los pequeños) ayudará a esta transición”.

2. “La pandemia aún no se ha acabado, por lo que también debemos destacar la importancia de la prevención. Tienen que saber que hay cosas que, aunque no se ven, están ahí”.

3. “Todos debemos seguir siendo precavidos, es cierto, pero sin caer en el miedo. Los profesores conocen a sus alumnos y saben de dónde viene cada uno, las historias de sus familias y cómo les ha afectado el covid, por lo que también resultará clave observar su comportamiento y entender las circunstancias individuales”.

4. Por último, y como consejo a las familias, Sandomingo recuerda: “Confiad en los profesores, ellos han pasado por todo. Se han curtido en la pandemia con las clases telemáticas, los grupos burbuja, la sanación de la vuelta a las aulas. Y conocen a la perfección a todos sus alumnos. Hagan caso a los docentes y dejen que guíen a los niños en este trance”.

¿Cómo afecta el cubrebocas a los profesores?

Quedando rebocada su obligatoriedad en los centros escolares, solamente se recomienda a profesores y otros trabajadores, además de alumnos que puedan ser vulnerables. Pero el uso continuado de las mascarillas no tiene solo efectos negativos en el aprendizaje de los alumnos. También se han advertido trastornos de disfonía en los docentes, propiciados por forzar la voz para suplir la barrera comunicativa del cubrebocas. Un sobrecargo en las cuerdas vocales que, con la intención de compensar la parte visual, puede desencadenar en fatiga, daños en la garganta, o lesiones como nódulos vocales. El peso que ha acarreado la pandemia en los estudiantes también ha afectado a la salud mental y física de los profesores, algo que afortunadamente parece que empezará a recuperarse poco a poco.

“Es importante respetar y entender su miedo mientras los acompañamos en la readaptación” JOSE LORES

“Tienen una capacidad abrumadora y toda la vida por delante”

Con todo, el experto recuerda que los más pequeños “tienen una capacidad de adaptación abrumadora”, por lo que, en términos generales, no se esperan grandes problemas: “Tienen toda la vida por delante para volver a comunicarse sin mascarillas”. En la misma línea, la psicopedagoga Montse González destaca que, aunque hay niños que se sienten desprotegidos, esto se puede revertir. “Se trata de ir poco a poco y respetar su miedo, comprenderlo y acompañarlos”, completa sobre los efectos que tendrá el levantamiento de la medida. Una decisión prematura para algunos, pero avalada por datos como la alta tasa de vacunación entre los menores, y es que más del 70% de los niños gallegos ya habían recibido al menos la primera dosis de la vacuna a principios de este 2022 .

También demandada por entidades especializadas como la b(AEP), se trata además de una decisión esperada por buena parte de las familias y la comunidad docente. Son muchos los profesores que coinciden en señalar que los niños han representado la ejemplaridad durante la pandemia, mantenido rigurosas medidas de seguridad y prevención en todos los ámbitos. Todo ello aún cuando, ya al principio de la pandemia, se demostró que eran los menos sensibles a sufrir la enfermedad de forma grave: un 50% la pasa sin síntomas, y solo el 4,4% los mantiene más allá de una semana.

El síndrome de “la cara vacía”

Desde la Asociación de Pedagogos y Psicopedagogos de Galicia, escuchamos los otros efectos de la mascarilla y las medidas de prevención en los niños. Nos cuentan que, con la aplicación de los grupos burbuja, se han acostumbrado a moverse en pequeños grupos: “conocen su entorno próximo, sus amigos y sus padres, y nada más. Por eso, al salir al exterior muchos se sienten abrumados: muchas personas, desconocidas, que se acercan, y es ahí donde sienten la incomodidad y la desprotección”.

Relacionalmente, no ver el rostro de la persona con la que se está hablando supone un hándicap, tanto para niños como para adultos, pero los más pequeños “tienen una capacidad de adaptación abrumadora, tanto para lo bueno como para lo malo. Una vez integrados en el grupo, lo normalizan, y se relacionan con normalidad”. El problema lo tienen los niños más pequeños, que han comenzado el aprendizaje en los años del pico de la pandemia. Para ellos, suplir el apoyo visual de la vocalización a la hora de aprender palabras nuevas les supone una fatiga y un estrés extra.

Aunque también apuntan: “comunicativamente, al contrario de lo que podemos pensar, el rictus facial no aporta tanto como creemos. Los niños, que han crecido y se han adaptado a estas circunstancias, reconocen más otras cosas: se guían por la voz, la entonación, las subidas y bajadas de volumen, las preguntas y exclamaciones...” Las nuevas generaciones se han adaptado a otro tipo de aprendizaje y de relaciones, y necesitarán volver a adaptarse a lo que para los adultos es “la normalidad”, pero para ellos resulta extraño. Por suerte, “tienen toda una vida por delante para volver a comunicarse sin que las mascarillas cubran su rostro”.

Así ha sido el paso de los EPI por las aulas gallegas

Con la vuelta al cole en septiembre de 2020, la creación y división en grupos burbuja y la obligatoriedad de las mascarillas durante las horas lectivas y de recreo se sumaban a la mochila de un duro confinamiento, donde los más pequeños no pudieron salir a comprar el pan o pasear al perro como sí hacían sus mayores.

Medidas que continuaron con los paseos por edades, que les impedían compartir tiempo con otras personas en una época vital fundamental para su desarrollo: los menores de 12 años tuvieron un horario distinto al del grupo de 14 a 69 ,cuya franja cubría desde las 20h a las 23h. Al ser los últimos en recibir cita para la vacunación, la desescalada ha sido, también en su caso, mas restrictiva que para los adultos: cuando los lugares de ocio de los mayores empezaban a acercarse a la normalidad, los niños seguían encontrándose con parques y canchas cerrados.

“No veo coherente que en un restaurante puedan estar quince personas sin mascarilla y en mi aula, que son trece niños guardando las distancias, tengan que llevarlas”, resume Noelia Pérez, tutora de cuarto de primaria en el CEIP San Salvador. En la misma línea se pronuncia la pedagoga Paula Sánchez: “Con la pandemia, las horas de juego en lugares como el parque o en la calle se redujeron drásticamente, y en el caso de los más pequeños llegaron a ser prácticamente inexistentes durante el principio de sus vidas, con el consecuente impacto relacional”.

El comportamiento de los niños con las medidas ha sido ejemplar BERNABE/JAVIER LALIN

"Se merecen volver a verse las caras y poder enseñar que se la han caído los dientes”

“A los más pequeños les costará desprenderse de ellas porque es su barrera de seguridad y es lo único que conocen, pero se adaptarán. A los niños y niñas de más edad les les será más fácil. Esto ya lo vimos con la retirada de las mascarillas en los recreos, cuando se mostraron encantados de, por fin sin la boca tapada, poder enseñar que se les habían caído los dientes”, sonríe la experta sobre el levantamiento de os EPI en exteriores, que tampoco se tradujo inmediatamente en los patios de la comunidad.

“Creo que es momento de que vuelvan a ver el mundo como un ‘lugar seguro’. Tienen que volver a verse las caras, compartir y vivir en grupo con normalidad. Les toca disfrutar plenamente de todo lo que les ofrece la vida escolar".