Pasada la resaca de Benidorm Fest, llega otro desafío: disputar en el aula los mensajes machistas que se nos hayan colado a través de una canción pegadiza.

Hay que empezar por el principio y ese inicio es romper con el mandato patriarcal de la competencia entre mujeres. Chanel, la intérprete de la canción ganadora de Eurovisión, ha recibido a través de redes un odio misógino y xenófobo que la ha obligado a cerrar su cuenta de Twitter. Las intérpretes de las dos canciones con opción de ganar, las Tanxugueiras y Rigoberta Bandini, dieron públicamente el apoyo a Chanel ante el hostigamiento. Y esta es una lección positiva que nos dio el festival: la sororidad. La sororidad, término acuñado por la mexicana Marcela Lagarde, implicó en este caso dejar de ser adversarias y revelarse (y rebelarse) compañeras.

Dejar de ser adversarias y revelarse compañeras

Pero pese a este gesto, es evidente que no podemos cantar victoria. A pesar de una interpretación loable de Chanel, la letra de la canción, que por cierto no fue escrita por ella, nos deja perlas muy difíciles de ignorar: “Llegó la mami(…) una Bugatti, el mundo está loco con este body, si tengo un problema no es monetary, les vuelvo loquito a todos los daddies (…)”.

Solo estos primeros versos hacen que aquellas que estamos a diario combatiendo la cosificación y la sexualización de nuestras adolescentes nos llevemos las manos a la cabeza. No seamos ingenuas, no es la primera, ni será la última vez, que escuchemos mensajes en la radio o en la televisión que traten a las mujeres como objetos, pero esta vez fue más doloroso incluso, por la obvia comparación con mensajes que hablaban, por ejemplo, del canto “co xeito das nosas nais”.

La educación en igualdad requiere mirada crítica y gafas violetas ante estos mensajes, que son además recurrentes. Aún puedo recordar la escena de la serie “La casa de papel” donde Denver afirmaba (¡en un gesto tildado de romántico!) que Tokio era un Masserati. Pues ni Bugattis, ni Masseratis, nosotras sostenemos, como decía Angela Davis, la idea radical de que las mujeres somos personas. Y en los tiempos de la dictadura del like en redes sociales, el Photoshop, las cirugías y el filtro, la juventud necesita escuchar más que nunca que ser deseable no es la máxima del empoderamiento, es un mandato machista de toda la vida.

Ser deseable no es la máxima del empoderamiento

Y no se confundan, señoras, señores, no hablamos de censurar nuestro cuerpo, sino de repensarnos, de cuestionar esta ola “transgresora” que “empodera” los cuerpos femeninos representándolos de idéntica manera que en el pasado. Tenemos que preguntarnos, ¿a quién dirigimos nuestras imágenes? ¿Para quién estamos posando? ¿Estamos dentro o fuera del juego del sistema? ¿Cómo nos estamos representando, como queremos o como quieren? Como siempre, enseñar sigue siendo enseñar a dudar.