Muchas personas recuerdan de un modo especial a un docente, por ejemplo. ¿Por qué? "Me escuchaba, se preocupaba por mí", recuerdan. "Le importaba, se notaba, le importábamos", comentan otros. "Me decía confío en ti, especialmente cuando no me salían las cosas bien, no era capaz de superar una materia o me desanimaba", apuntan algunos. Este puede ser uno de los motivos por los que se recuerda con especial cariño a un maestro, a un profesor. Pero también a cualquier persona de otros ámbitos, en las relaciones que establecemos, sean familiares, amistosas o de pareja.

Este fenómeno, de cómo nos influye lo que otros proyectan sobre nosotros, se vincula con el Efecto Pigmalión, término que se utiliza principalmente en Psicología o Pedagogía. Consiste en cómo la opinión que tiene una persona de otra puede influir en el rendimiento de esta. Por ello es tan importante conocerlo y tenerlo en cuenta en el campo de la educación, laboral o familiar.

Profecía autocumplida

El efecto Pigmalión se conoce como la influencia que una persona puede ejercer sobre otra, basada en la imagen que esta tiene de ella. Sus creencias podrán influir en el rendimiento del otro, de esta manera se buscará que sus expectativas sean ciertas y se hagan realidad con conductas que tiendan a confirmarlas. Este efecto también se conoce con el nombre de «profecía autocumplida», y así haremos todo lo posible para que aquello que consideramos o creemos que sucederá se haga realidad.

¿Cuáles son los efectos de dichas expectativas?

  • Si alguien nos valora, aumentará nuestra posibilidad de éxito
  • Si alguien nos valora, nos anima o considera que somos capaces de alcanzar determinados objetivos, estará contribuyendo a que generemos lo que se conoce como creencias potenciadoras, es decir, creencias positivas acerca de nosotros que nos permiten alcanzar los objetivos y aumentan nuestro rendimiento.
  • Si, por el contrario, una persona no es capaz de percibir buenas habilidades en nosotros o simplemente no confía en nuestras capacidades para alcanzar aquello que deseamos, contribuirá negativamente en nuestra autoestima y por supuesto en nuestra capacidad para conseguir lo deseado, generando así unas creencias que tendrán un carácter limitante.

Este efecto se ha constatado en las aulas, en referencia a la influencia que los profesores ejercen sobre sus alumnos. Su rendimiento, y en consecuencia su éxito, en muchos casos queda condicionado por las expectativas que cada profesor deposita en su alumno. Es por ello por lo que profesionales de ese colectivo deben ser especialmente conscientes de la influencia generada, así como los padres con sus expectativas sobre sus hijos, como explican en este espacio web.

El efecto Pigmalión puede generar cambios en la actitud de la persona para lograr lo que desea. Es importante ser generadores de creencias positivas hacia los otros, al igual que debemos tenerlas hacia nosotros mismos. Ser consciente del papel influyente que ostentamos sobre los demás y sobre nuestra propia autoestima nos permitirá, no solo a los de nuestro alrededor conseguir aquello que desean, sino también a nuestra propia persona.

El efecto Pigmalión: las expectativas y el rendimiento

De este modo las expectativas y las creencias que posee una persona influyen directamente en las conductas, en el rendimiento y en los resultados de otra, bien sea de manera positiva, produciendo un alto rendimiento, o por el contrario, reduciendo sus capacidades y desarrollo si la percepción que se tiene sobre él es negativa.

Los padres. Ámbito familiar.

Esto es muy importante en el ámbito familiar también, en la relación entre padres e hijos.

  • Si tú te centras en las cosas positivas que tiene tu hijo al final vas a estar fomentando que él también se centre en eso, se desarrolle, potencie esas capacidades y destaque más en eso.
  • Si le dices que es vago, y se lo repites, como suele pasar en muchos casos, al final se acaba creyendo que lo es.

Por eso es tan importante enfocar bien este tema en el desarrollo y crecimiento de los pequeños. Hablar con ellos y ellas. Decirles lo que esperamos de ellos y centrarnos en la parte positiva.