No es necesario leer ninguna estadística o estudio lingüístico para corroborar que los españoles seguimos, tras haber estudiado inglés durante una media de 12 años en el colegio e instituto, sin saber hablar inglés.

Sigue siendo una gran ironía que tras tantos años de estudio de un idioma, contestemos a la pregunta de ¿sabes hablar en inglés? Con un “bueno… un poco”, o con la excusa del… “ es que yo estudié francés”. Incluso a los alumnos con mejores notas en inglés les tiemblan las rodillas cuando se topan con un angloparlante que les pregunta :  “how are you doing mate?”, porque lo que más dieron en clase fue la estructura gramatical del pasado perfecto en pasiva. Si encima el ‘guiri’ es de Escocia y pronuncia muy poco parecido a los audios del libro, el susto es aun mayor.

¿Cual es el problema real?

Básicamente, seguimos sin enseñar, ni evaluar la parte más importante de una lengua: la comunicación, es decir, ¡el uso de la lengua en sí, ¡metafórica y literalmente hablando!

Llevo 22 años impartiendo clase de inglés y siempre entro en el aula el primer día de inicio de curso diciendo “how are you guys?, let´s have some fun!”. Insisto en que lean, oigan y hablen, sobre todo hablen, en inglés, aun cometiendo todos los errores que haga falta, mientras busquen la finalidad comunicativa. La gran satisfacción de llegar a dominar un idioma no es saber conjugar el verbo To Be, les digo, es hablar, entender lo que te dicen y contestar; hacerse entender, en definitiva comunicarse.

Muchos se preguntarán, ¿y te funciona?

La respuesta depende mucho del curso. Aún son muchos los docentes que piensan que, cuanto más bajo es el curso, menos van a entender el inglés hablado, pero en realidad, es todo lo contrario. Cuanto menor es el alumno, mayor es la capacidad de comprender y asimilar una lengua, y nunca por medio de la gramática sino por el juego en el idioma que se quiere aprender, por lo tanto funciona más el hablarle en inglés, y hacer juegos comunicativos que intentar que comprenda conceptos gramaticales. Es parejo al aprendizaje de la lengua materna, los bebés asimilan el idioma sin comprender las estructuras, y tampoco aprenden con traducciones.

Los alumnos que entienden y me siguen se ilusionan con la asignatura, los que no entienden tanto, al menos se divierten con los juegos y aprenden frases hechas, en contextos reales, aunque luego reciban un apoyo extra con una breve explicación o traducción si es necesario.

En los cursos más altos, el nivel de exigencia aumenta de cara a unas pruebas de acceso a la universidad, donde muy contradictoriamente con la idea curricular original de evaluar al alumnado por el conocimiento de un inglés funcional y comunicativo, el examen versa principalmente sobre contenidos gramaticales con transformaciones de frases y fonética de palabras que un nativo usaría 3 veces en toda su vida.

Es decir, las leyes educativas buscan el cambio siendo conscientes de que hay algo que no funciona y tratan de hacer la asignatura más práctica. Pero no sirve de mucho incluir estándares de aprendizaje y competencias comunicativas, sin dar instrumentos para ejecutarlos, para aplicarlos en el aula y sobre todo y fundamentalmente para evaluarlos.

Mientras el sistema educativo no establezca un criterio coherente en la importancia del aprendizaje comunicativo de una lengua, donde se enseñe y se evalúe al alumno en las importantes, pero nunca llevadas a la práctica, competencias comunicativas, el alumno nunca tendrá una motivación real, ya que a medida que pasa de nivel, el uso del inglés pierde importancia ante una nota numérica para acceder a estudios superiores.

 Casi me arriesgaría a asegurar que los españoles empezaríamos a hablar más inglés si hubiese un examen que nos exigiese hablarlo.

Es obvio, por lo tanto, que un alumno pierda interés en hablar y que le hablen en inglés si lo que le interesa es aprobar o sacar buena nota y esa nota no va a estar basada en lo bien que pueda desenvolverse en una conversación. Es decir, en los exámenes siguen primando los contenidos gramaticales, con lo cual, por mucho que intento luchar con los “ ¡no te entiendo profe!”, “en Spanish please!” y “ pero esto cae en el examen?”; al final, casi siempre termino aplacando mi ilusión por hacer clases más comunicativas y mis “ in English, please!” para incluirme en el gremio de los docentes que no dan sus clases de inglés en inglés.

Por ello, a pesar de los constantes cambios en el currículo, la mayoría de los profesores de inglés aún entran en clase diciendo: “vamos a repasar el verbo To Be” o “hay que saberse los pronombres objeto”...

¿Puede haber algo menos interesante para un alumno de 1º de la ESO? Lo puedo aplicar con un ejemplo más práctico; sería como si en una clase de educación física el profesor explicase a sus alumnos la teoría de cómo se bota un balón de baloncesto sin emplear ninguna pelota o hacer que los propios alumnos botaran el balón. Es decir darles teoría sin práctica o juego. Con los idiomas ocurre lo mismo, la teoría sin la práctica no sirve de nada.

No puedo finalizar sin comentar otra ironía: Educación nos brinda el privilegio de llevar a nuestras aulas auxiliares de conversación en muchos de nuestros centros de enseñanza, sin darnos unas pautas para como incorporarlos al aula y dar el valor comunicativo a la asignatura.

A mi entender un auxiliar, aunque no un docente , es un apoyo al profesor, un mini viaje a la cultura e idioma real que impartimos, y creo que podrían hacer maravillas en un aula, bien aprovechados. Sin embargo, no todos los profesores ven su utilidad y, me consta que en muchos de estos centros, desafortunadamente, terminan relegados a un rincón de la clase como parte del mobiliario escolar.

En conclusión, la respuesta a la gran pregunta de por qué no sabemos hablar inglés es principalmente porque el inglés se enseña con una finalidad errónea. Y a pesar de que muchos profesores nos empeñemos en cambiar las formas, no es fácil luchar ante un currículum con leyes contradictorias, que impone reglas sin posibilidad de llevarlas a las aulas, y que no evalúa la competencia comunicativa que plantea en su currículo con una prueba específica a la que el alumno se pueda preparar y pueda llevar después a la práctica, en la vida real.

Así mismo, si a esta situación de teoría inejecutable, añadimos la práctica real en clases con ratios inmensas llenas de necesidades específicas, la enseñanza, y aquí ya no solo de un idioma, se complica aún más.

En cualquier caso, por mi parte, con la esperanza de un futuro cambio, seguiré abogando por una enseñanza del inglés comunicativa, intentado que mis alumnos no pasen por 12 años de aprendizaje de un idioma sin haberlo usado, y seguiré entrando en clase el primer día de curso diciendo: “hi guys!, let´s have some fun!”.

 Quién sabe, tal vez alguno de estos alumnos se encuentre con un extranjero algún día que le pregunte “ how are you doing, mate?” y le sepa contestar…Y yo, como docente, habré cumplido mi objetivo, aunque no sea curricular, de haberle enseñado a comunicarse en inglés.