“Desfasado, academicista, incoherente, inabarcable, desmotivante, rígido, memorístico, atomizado o burocrático”. Son los calificativos en los que coincidieron los expertos al analizar el pasado diciembre el currículo educativo en un foro específico que concluyó que “las evidencias demuestran que la metodología actual, basada principalmente en los contenidos y centrada en el componente memorístico, no prepara al alumnado para la vida real ya que imposibilita la adquisición de las competencias claves”.

Según el documento de síntesis del encuentro, este enfoque no contribuye a formar “personas competentes, participativas, empáticas, capaces de aprender a lo largo de la vida, autónomas, criticas, creativas o emprendedoras”.

El futuro pasa en el nuevo currículo de la Lomloe por trabajar por competencias. Eso supone, como explica la decana de Ciencias de la Educación de Santiago, Carmen Fernández Morante, preparar para la vida, mediante un enfoque “eminentemente práctico y aplicado”. Pero, ¿se puede aprender sin memorizar?

Incluso quienes consideran que hay que revisar o reducir planes de estudios e ir más hacia a enfoques prácticos defienden el papel de la memoria como punto de partida o base. Fernández Morante, también presidenta de los decanos de las facultades de todo el país que forman a los futuros docentes, concede que para aprender “hay que saber”, dado que una competencia implica poder ejecutar y resolver algo y para ello se necesitan conocimientos previos. “Pero hay que dar un salto más allá: saber aplicarlos”. La cuestión sería concentrarse en una “selección muy cuidada” de contenidos y trabajarlos desde la aplicación y la interrelación, matiza.

El presidente de la Asociación Profesional de Pedagogos e Psicopedagos de Galicia (Apega), José Manuel Suárez Sandomingo, reconoce que la memoria “es esencial para la vida, porque para hacer cosas tienes que recordar no solo qué tienes que hacer, sino los elementos de la acción”. Al respecto, hace notar las dificultades que supone para mayores con demencia perder una herramienta “indispensable”. “Decimos que los animales funcionan por instinto, con comportamientos tipo Pavlov, acción-reacción, pero las personas, no. Funcionamos en base a los conocimientos y los conocimientos hay que memorizarlos”, subraya.

La cuestión es cómo hacerlo. Y ahí da la bienvenida al modelo de la Lomloe. “Porque una cosa es memorizarlos parcialmente y otra, en conjunto”, apunta “Hay que educar para la vida”, alega, “y hasta ahora no se educaba para la vida, sino para la escuela”. Eso era debido a cómo se exponían los contenidos en las aulas. La reforma educativa promueve un aprendizaje por competencias que, “a nivel programático, es mejor porque aprende a combinar cosas y no verlas por separado” –como ocurre hasta ahora con materias fragmentadas– y además en grupo, de modo que el alumno “se siente implicado”, sostiene este experto.

“El verse implicado en acciones que tiene que hacer con los compañeros también implica memorización”, incide. Si “antes” operaba era una memoria por contenidos, ahora se reemplaza por “la responsabilidad” que el estudiante asume en un grupo. Pero ya no se trataría de aprenderse unos contenidos por tener que soltarlos en un examen tal y como los dijo el profesor.

Libros en una biblioteca apartados por la aplicación del protocolo COVID. IÑAKI ABELLA

Este cambio se produce en un contexto donde hay muchos puntos en los que buscar información. “Antes la escuela ofrecía asignaturas para aprender”, ante la falta de contenidos en la población para saber algo del mundo, “pero ahora el mundo te da los contenidos por otros sitios y la escuela tiene otra función: no es un catálogo de contenidos, sino que se trata de interpretar la vida”, subraya.

Carme Adán, catedrática de Filosofía en el IES Politécnico de Vigo, apela a un papel de base de la memoria cuando indica que por ejemplo a la hora de encarar y defender con argumentos posturas en un debate de su materia es preciso haberse documentado, haber leído: “Es necesario saber para poder defender las ideas”.

Su colega de profesión, la también profesora de Filosofía Eva Garea, es una entusiasta de la memoria y cuestiona que se traslade la idea de que es prescindible y se produzca una “devaluación” de la herramienta entre familias y alumnado.

Al “empeño de huir de la memorización” opone que “sin memoria no hay nada”. Sí admite que hay que buscar un “equilibrio” y no ir a la “memorización por la memorización”, hablando de la materia que imparte, “pero algo de memoria hay que trabajar”. “No se pueden hacer prácticas sin un sustento, una base teórica”, insiste. A lo mejor, concede, no hay que saberse todo el Renacimiento, pero sí tener “muy claro” qué significó históricamente. “La educación no puede renunciar a eso por muchas competencias que nos propongan”, señala.

Para Garea, se está transmitiendo a la sociedad, “muy en consonancia con la idea del mínimo esfuerzo”, que “el esfuerzo memorístico no vale nada” y que se puede aprender “de otra manera, de forma más lúdica”. Pero “somos memoria”, proclama, y no solo en el aspecto biográfico, sino que hay contenidos que hay que memorizar sí o sí para poder “recuperar la información de forma eficaz” si se precisa. “La educación no se puede dedicar solo a hacer proyectos o actividades por proyectos, sino que debe dotar a los alumnos de un poso de conocimientos”, afirma. En relación a la idea de que “toda la información está en la red y solo hay que cogerla”, comenta que hasta en Google “hay que saber qué buscar”. “Esta idea que se transmite de que no hace falta saber nada porque voy a internet y busco lo que quiero deja a los alumnos despojados de la herramienta básica para poder trabajar”, insiste.

Una de las cuestiones que pone sobre la mesa Garea es que la memoria “está muy mal comprendida”. La gente, indica, no sabe cómo funciona en realidad y “entiende memoria como chapatoria repetitiva, pero eso dura treinta segundos”, advierte. Un autor de Filosofía lo olvidas si lo estudias de esa manera, pero, en cambio, si el alumno se toma tiempo para reflexionar sobre él en relación a la realidad, no se olvida, aunque pueda despistarse una cuestión concreta, explica.

Si alguna disciplina trabaja con la memoria –la de la humanidad– esa es la Historia. “La Historia es memoria”, proclama el catedrático Javier Gómez Vila, que da clase en el IES Nosa Señora dos Ollos Grandes, en Lugo. Un historiador “siempre” va a defender la memoria, afirma, porque su disciplina se basa en ello: en “guardarla”, también para evitar que se repitan algunos acontecimientos. Pero además considera la memoria “fundamental” para entender el mundo. Con todo, concede que más que una memoria de datos, se trata de entenderla de forma más procedimental, saber localizarlos y dimensionarlos.