En menos de dos meses se acaba el curso para los alumnos de 2º de Bachillerato. Antes de pensar en las vacaciones –y la mayoría también en la ABAU– deben tomar una decisión que ya no podrán posponer, aunque a estas alturas todavía haya “indecisos”: ¿Qué hacer después? De proseguir estudios, ¿deben valorar las salidas laborales o dejarse llevar por la vocación? Los equipos de orientación de los institutos están para asesorarlos, incluso comentar las opciones con las familias, y ayudarlos a visualizar la carrera de sus sueños, que en ocasiones, avisa Cristina Albés, orientadora del IES de Teis, no se corresponde con la realidad.

El año pasado, la Xunta presentaba el primer ranking de inserción laboral de los grados y uno de sus objetivos es que sirviese de apoyo a los alumnos a la hora de elegir carrera. No obstante, especialistas como Albés consideran que, “en principio”, los estudiantes “deben conocer sus habilidades y sus capacidades e inclinarse por hacer lo que más les gusta”. Añade que no es la única en pensar así: el profesorado de los campus “insiste” en que estudien algo que “realmente” les guste cuando visitan la universidad para informarse. Mira al largo plazo para argumentarlo. Aunque se dice que se acabaron los trabajos para toda la vida, esa puede ser la intención al escoger unos estudios y “un trabajo donde no estés a gusto o no te sientas realizado me parece durísimo. Debes ser feliz con lo que haces”, argumenta.

No obstante, junto a la idea de intentar optar “primero” por lo que al estudiante le guste, Albés añade que es “importante” que sepan si de verdad le gusta. “A veces vienen al departamento y tras averiguar cómo son los estudios” –las materias que incluyen– o sus salidas, “entienden que no se corresponde tanto con lo que querían”. Para ello ve útil contar con exalumnos que narren su experiencia. “Los chicos ven una serie sobre abogados y piensan que es una maravilla, pero a lo mejoran estudian Derecho y no tiene nada que ver”, advierte.

Sobre si grados o ciclos, Albés cuenta que suelen indicarles la posibilidad de anotarse en ambas opciones, porque tal vez no les llegue la nota para entrar en una carrera, pero sí para FP, aunque en este ámbito también mandan las calificaciones y en los ciclos informáticos o sanitarios no es fácil acceder. “No pueden relajarse tampoco en esos casos”, señala.

Las salidas también se valoran. Concede que hay algunos jóvenes que lo tienen en cuenta y que descartan opciones artísticas o deportivas, pese a que les parecen interesantes, porque “les parece más difícil acceder al mundo laboral”. Autolimitan su vocación. “Me parece importante”, admite, “pero no lo más importante”. Apela a un dicho que conoce: Las carreras no tienen salidas, las que tienen salidas son las personas: “Dos personas con el mismo título pueden tener dos futuros profesionales distintos. Lo que diferencia el éxito es la persona, sus cualidades, lo que busca la empresa. Los informo de eso: de que quieren gente responsable, que sepa trabajar en equipo, proactiva”.

En todo caso, concede que los alumnos deben tomar decisiones trascendentales siendo “muy jóvenes”. “Hay quienes lo tienen claro, otros que dudan entre ciclo o grado, pero de la misma rama de conocimiento, y otros dudosos”. A estos últimos buscan orientarlos a través de cuestionarios de preferencias laborales, por ejemplo, valorando el perfil que sale.

Sea como sea, no siempre sale la aventura como habían pensado. A veces los jóvenes eligen una carrera y luego abandonan. No pasa nada, sostiene; se aprende de la experiencia. Los grados abiertos, que comenzaron a impartirse en Galicia y permiten combinar materias de varias titulaciones antes de elegir, le parecen una opción interesante para los “indecisos”.

¿Y padres? Opina que conocen mucho a sus hijos y que deben hablar con ellos sobre expectativas y posibilidades, pero entiende que los progenitores deben “aconsejar”, no “obligar” a realizar unos estudios. “Hay que escuchar al alumno, tiene mucho que decir, es su futuro”, sostiene.

Puesto informativo en una de las ferias de FP Innova. XOÁN ÁLVAREZ

LA UNIVERSIDAD ES LA OPCIÓN PREDILECTA, PERO NO LA ÚNICA


Después del Bachillerato se abren, en principio, dos alternativas posibles para los que quieren seguir sus estudios: acceder a la universidad u optar por FP, dado que el título de Bachiller permite acceder a un ciclo superior. Los últimos datos estadísticos muestran que los bachilleres gallegos prefieren, en su mayoría, dirigir sus pasos hacia las facultades, aunque uno de cada cuatro se pasan a FP debido a razones variadas, desde preferir un perfil más técnico o más práctico o incluso pensando en saltar al campus de nuevo después, con ciertas ventajas, como la convalidación de créditos en función de la especialidad u obviar la ABAU para acceder a la facultad, aunque haya que ir a la parte voluntaria para subir nota en el caso de titulaciones muy solicitadas.

En el caso de tener que pasar el filtro de la ABAU, las titulaciones que exigen más de un diez para entrar han ido a más y en el caso de Galicia suponen ya 40, una de cada cuatro. Por eso es preciso que los aspirantes a formarse como médicos o como físicos y matemáticos en el doble grado se anoten una buena marca también en la parte voluntaria. Porque no todos consiguen entrar en la carrera de sus sueños y eso que el año pasado las mejores notas se dispararon en la ABAU. Aun así, solo en seis titulaciones impartidas en las universidades gallegas están el cien por cien exacto de vacantes cubiertas por personas que han elegido esa carrera como primera opción en el momento de realizar la preinscripción: todas son imultaneidades de estudios, aparte del clásico, Medicina. Por el contrario, en casi el dobre de grados apenas una de cada tres sillas están ocupadas por quienes las consideraron su favorita.