España estuvo tres veces muerta. Pero salió viva de un trance disparatado por momentos, magnífico por lo emocionante y generoso por el esfuerzo. Murió cuando Unai Simón se comió el gol más absurdo de la historia de la selección española. Volvió a hacerlo en el descuento del tiempo reglamentario cuando recibió el gol que llevaba el partido a una incomprensible prórroga y al equipo de Luis Enrique se le puso cara de sala de espera de aeropuerto. Y murió una vez más en el arranque de la prórroga cuando Croacia tuvo la oportunidad de ajusticiar a España y Unai Simón, para completar una redención histórica, hizo una de esas paradas en las que se mezclan la calidad, el instinto y ese ángel que acompaña (o no) a los porteros que sueñan con ser grandes. Unai descubrió en una tarde lo miserable y agradecido que puede ser el fútbol. También España que fue mejor en la mayoría de tramos del partido, pero pagó esos pequeños momentos en los que fue notablemente inferior.

Unai Simón

Aunque el duelo tuvo un montón de factores importantes, el partido empieza y termina en él. En su grosero error del primer gol y en su parada milagrosa de la prórroga. Apenas había intervenido en esta Eurocopa y su titularidad era una de esas cuestiones que aún no habían sido testeadas. Ha hecho una temporada irregular. Capaz de paradas deslumbrantes y de fallos terribles con unos segundos de intervalo entre ambas. Ayer regaló el 1-0 a Croacia en un partido que España había comenzado mucho mejor. Pudo desconectarse por completo, pero en ese momento crítico, con miles de dedos señalándole, demostró la entereza de quien no siente el infinito peso de la portería. Mantuvo la concentración y respondió con un par de paradas milagrosas a situaciones claves. Una en el tiempo reglamentario y sobre todo la de la prórroga a Kramaric que seguramente hubiera empujado el partido hacia un desenlace trágico para España. Una importante enseñanza para el joven meta de la selección que a estas alturas ya sabe que la vida de los porteros es un contante ejercicio de funambulismo. De la ovación cerrada al leñazo terrible hay muy poca distancia.

Pedri

Su carnet de identidad dice que podría estar jugando con los juveniles del Barcelona. En cambio anda por la Eurocopa comportándose como un tipo que estuviese aburrido de jugar con la selección. Y eso después de una temporada en la que se ha pasado nueve meses jugándolo todo en el Barcelona. Ayer solo se agachó ligeramente cuando la prórroga estaba liquidada. Hasta entonces se había comportado con la madurez de un veterano, tomando siempre la decisión correcta, dando aire al equipo, orientando el juego con destreza y escondiendo la pelota cuando hizo falta. Uno de los pecados de España en sus malos minutos fue precisamente que se olvidaron de él.

Un buen ataque

Le respondieron los atacantes a Luis Enrique en un día clave. Sarabia fue un problema para los débiles laterales croatas, Ferrán subió el nivel de anteriores compromisos y Morata hizo su partido más completo en esta Eurocopa. El delantero madrileño –en el foco permanente y a quien en absoluto ayudan esos piropos forzados y desmedidos que recibe cada cinco minutos por los comentaristas televisivos–, anotó un gol clave en el arranque de la prórroga. El rendimiento de esta línea (también en la faceta defensiva) fue una de las muchas buenas noticias que recibió el técnico porque España corrió, presionó, circuló con velocidad y siempre estuvo por encima de los croatas.

Las dudas atrás

El aspecto más gris de la selección española fue con diferencia las concesiones que siguen ofreciendo en defensa. Laporte parece el central más centrado, pero se echa algo más de solvencia a su lado. Hay un importante agujero en el lateral derecho y ese fue el camino que aprovechó Croacia para igualar un partido que tenía perdido y también por donde estuvo cerca de ganarlo en la prórroga. Otras selecciones obligarán a subir las prestaciones en ese sector.

Heroica Croacia

Con Modric –que deja en ridículo a sus 36 años a quienes discutieron en su momento que se le diese el Balón de Oro– corriendo como un juvenil, este renovado equipo acostumbrado a sobrevivir fue capaz de encontrar la forma de resucitar en los últimos minutos de un partido que estaba perdido. Acertó en los cambios y a España le penalizaron los suyos. Pero también ahí encontró la muerte. Brekalo, que entró para ejercer de falso lateral cuando perseguían la desesperada remontada, se comió en la prórroga los dos balones que acabaron en los tantos de Morata y de Oyarzabal. La vida.