Inglaterra-Escocia: vuelve el duelo más viejo del mundo, y no es un decir. Fue el primer partido de fútbol internacional de la historia, documentado hace casi un siglo y medio, el 30 de noviembre de 1872, en Glasgow, en un campo de críquet sobre el que había llovido copiosamente durante tres días, con una cinta a modo de larguero entre los palos de las porterías, que mucha falta no hicieron.

Culpa del barrizal o de la poca pericia de los contendientes, el partido terminó 0-0. “Es fácil admitir que se trata de un juego recomendable para los temerosos de la dureza del rugby”, escribió el North British Daily Mail, que también consignó que hubo 4.000 espectadores, “incluyendo un buen número de señoras”, a razón de un penique por cabeza.

Desde entonces, 114 veces se han topado estos enemigos, huelga decir que inseparables, con 48 victorias inglesas, 41 escocesas y 25 empates. Todos esos enfrentamientos habrán dado para escribir enciclopedias enteras y han dejado muchos récords, siendo quizá uno de los más impresionantes el de asistencia a un partido en Europa. El 17 de abril de 1937 acudieron a Hampden Park 149.415 personas. Mejor dicho, ese fue el número de entradas vendidas, porque los testigos con buen ojo dijeron que en las tribunas, escaleras, muros, pasillos y tejados del colosal estadio de Glasgow se apiñaron no menos de 180.000 almas. Unas 30.000 llegaron desde Inglaterra en trenes atestados.

Se impuso Escocia a la selección de un joven Stanley Matthews, el hombre que ganó el primer Balón de Oro casi dos décadas después (jugó hasta los 50 años), y la ciudad fue una fiesta completa, sin muertos, ni heridos, ni noticia de un simple arresto en el campo o sus alrededores. Los hooligans aún estaban en el huevo.

Por razones muy diferentes, otro momento memorable de esta rivalidad ocurrió en la Eurocopa de 1996. Wembley acogió el clásico británico y Paul Gascoigne (“cerveza, chocolate y mujeres”, contestó una vez que le preguntaron por sus mejores virtudes) hizo un gol fabuloso: internada con sombrero sobre un defensa rival y, sin dejar caer el balón, empalme para batir a Andy Goram, compañero de club en el Glasgow Rangers.

El tanto aparece en muchas recopilaciones históricas, lo merece, pero la celebración también es digna de contarse. Marcó el gran Gazza y se tiró al suelo, abrió brazos y boca de forma especialmente payasa y sus compañeros lo regaron con una botella de bebida isotónica. Era una manera de burlarse de una portada de The Sun, que, como tiene o tenía ojos y orejas hasta en el fin del mundo, cazó a Gascoigne y a buena parte de la selección inglesa apenas una semana antes de su debut en el torneo en una fechoría que, lógicamente, publicó a toda portada con un vociferante titular de los suyos, “¡Vergonzoso!”, seguido de un subtítulo directo como un puño en un pub: “Miren a Gazza, un zoquete borracho sin orgullo”.

Durante una gira de preparación para la Eurocopa, los ingleses pararon en Hong Kong. El seleccionador, Terry Venables, les dio una noche libre, pero mandó de carabina a su segundo, Bryan Robson, que pronto quedó superado por los acontecimientos.

El acto abominable en cuestión consistió en que, mientras trasegaban unas pintas en un bar, los jugadores descubrieron una silla de dentista y alguien, seguramente el mismo Gazza, que para las trastadas era único, tuvo una ocurrencia: se sentaba uno y los otros escanciaban sobre su ávida boca ginebra, tequila, whisky… Y que pase el siguiente. Aunque no era época de móviles, unas fotos de la parranda acabaron en la redacción de The Sun, un diario que siempre ha sabido sacar partido de las debilidades humanas. Para Gascoigne, que acabó en el once ideal de aquella Eurocopa, solo fue una travesura más