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Opinión | Salud&Placer

¿En las cavernas se mantenían relaciones sexuales por placer?

@A2C_ILUSTRACIONS

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Por sugerencia abrumadora de una maravillosa persona que nos lee cada domingo, empezamos «Las edades del placer», una serie sobre cómo ha cambiado la sexualidad a lo largo de la historia. Desde las cavernas hasta las redes sociales, iremos explorando cómo amamos, deseamos y nos relacionamos en cada época… y qué queda de todo eso en nuestra forma de vivir la sexualidad hoy.

La prehistoria suele visualizarse popularmente con bisontes, caza, fuego y lanzas. Pero la vida de los neandertales era mucho más rica y compleja de lo que imaginamos. Vivían en grupos pequeños de entre 10 y 30 personas, a modo de familia, cuidaban de los enfermos, enterraban a sus muertos, se «maquillaban» y adornaban, y compartían sus alimentos. Incluso se han encontrado evidencias de que se organizaban de manera cooperativa y que cada miembro del grupo tenía un rol específico. Toda esa vida social tiene evidencias en restos fósiles e investigaciones bien documentadas, y a partir de ahí podemos intuir cómo podría ser su vida sexual.

Lo que sabemos de la sexualidad neandertal

De hace más de 30.000 años se han encontrado las «Figuras Venus», talladas en hueso o marfil, que representan cuerpos femeninos con pechos grandes, caderas, vientres y nalgas voluminosas. Podemos interpretarlas como símbolos de fertilidad; incluso podrían haber tenido un carácter ritual y haber sido «adoradas» porque les aportaban continuidad y supervivencia.

No hay evidencia de que fueran vistas como «objetos de deseo sexual», pero ciertos rasgos muestran que estaban integradas en los símbolos y la espiritualidad de la época: el cuerpo y la reproducción como primer lenguaje sexual. En otras palabras, el sexo no era solo placer, sino una forma de mantener viva a la comunidad y asegurar la descendencia.

¿Entonces en las cavernas se follaba por placer?

Es tentador imaginar el sexo al estilo Picapiedra, como en Sodoma y Gomorra (tema que veremos en una etapa posterior). Se cree que en esa época no existía una forma única de relación sexual o de pareja; su manera de relacionarse podía variar según el grupo. Los tres patrones más comunes podrían haber sido:

1. Poliginia limitada: un hombre con varias mujeres, propio de cazadores-recolectores.

2. Promiscuidad flexible: relaciones sexuales sin reglas fijas, porque la paternidad aún no estaba socialmente reconocida. Aquí la sexualidad podía ser completamente libre, sin moral marcada, algo que hoy nos puede parecer sorprendente.

3. Parejas más o menos estables: como las actuales, probablemente orientadas a criar a la descendencia y garantizar la supervivencia del grupo.

No sabemos a ciencia cierta cómo experimentaban el deseo sexual u orientación, pero estos patrones sugieren que la promiscuidad era más frecuente. Además, el sexo podía tener múltiples significados: placer, vínculo social, supervivencia o ritual.

Un dato curioso: hay estudios que relacionan la longitud del cuarto dedo respecto al segundo con niveles de hormonas sexuales (como la testosterona), lo que se asocia con un comportamiento sexual más frecuente… ¡el dedo, quién lo podría imaginar! Además, por selección natural, se cree que los penes más grandes llamaban más la atención y aumentaban las posibilidades de tener relaciones sexuales, algo que nos recuerda que la evolución también tiene su lado coqueto.

Recordar nuestra prehistoria del placer no es mirar atrás con nostalgia, sino entender de dónde viene esa fuerza que nos conecta, nos mueve y, en el fondo, nos mantiene vivos. Nos ayuda a comprender que el deseo, el vínculo y la sexualidad son parte de nuestra historia como humanidad.

Placeres, gracias por la lectura. Nos leemos y escuchamos en www.saludplacer.com.

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