Opinión | Salud&Placer
Ex-sex

@A2C_ILUSTRACIONS
Después de una ruptura, ¿se puede poner punto final en la cama? Esa fue la pregunta que compartí hace unos días en mis redes sociales, y placeres, la respuesta fue de todo menos indiferente. Más de mil personas vieron la encuesta, y 257 decidieron votar: un 36,5% reconoció que sí habían tenido el famoso «último polvo» con su ex (94 personas), frente a un 63,4% que dijeron que no (163 personas).
Pero lo más jugoso no son las cifras, sino los matices que compartisteis. Hubo confesiones de todo tipo: «Sí, y no fue buena idea», «No, pero lo he echado de menos», «Culpable», «Tuve muchooos jajaja». Algunas personas lo viven como un gesto inevitable, otras como un error del que aprender, y unas cuantas como un límite claro: «Ni de coña, mi cuerpo vale mucho y no les dejo ponerme un dedo encima». También hubo quien lo resumió con un simple y resignado «po ziii», porque a veces la vida sentimental no necesita grandes teorías, sino una buena onomatopeya.
La psicología lleva tiempo interesándose por este comportamiento. Los estudios señalan que las motivaciones son variadas: la esperanza de reconciliación, el deseo físico y la costumbre, o la búsqueda de alivio emocional tras la ruptura. Aquí mi amigo Paco discrepa: él no lo ve como gestión emocional, sino más bien como un autoengaño que prolonga el dolor. Y su objeción también tiene base: para algunas personas, lejos de aliviar, complica el proceso de duelo.
Las investigaciones muestran resultados dispares. A corto plazo, el sexo con un ex puede mejorar el estado de ánimo y la autoestima. En cambio, a medio y largo plazo, puede entorpecer la recuperación, sobre todo si uno de los dos mantiene expectativas de reconciliación. El contexto lo cambia todo: no es lo mismo un final cordial que una ruptura dolorosa, ni es igual si ambas personas entienden ese encuentro como algo puntual o si una lo interpreta como un gesto de regreso.
Lo curioso del último polvo
Más allá de lo evidente, la ciencia ha detectado detalles llamativos. Existe lo que se llama transferencia de excitación: emociones intensas como la rabia o la tristeza pueden amplificar la respuesta sexual. Otras investigaciones apuntan que, paradójicamente, mantener sexo con un ex puede reducir conductas obsesivas de acecho, como revisar sus redes sociales de forma compulsiva. También hay quien lo vive como un ritual simbólico de despedida, una manera de marcar el final de la historia.
La práctica del ex-sex es, en definitiva, un fenómeno cargado de ambivalencia. Para unas personas supone cerrar un capítulo, para otras abrir una herida. Puede ser un desahogo físico, un gesto de despedida o, sencillamente, un lío más en el camino de rehacerse. Lo que demuestran tanto vuestros testimonios como las investigaciones es que el deseo rara vez entiende de calendarios ni de rupturas: el cuerpo sigue sus propios tiempos, a veces antes, a veces después, y casi siempre enredado con la cabeza y el corazón, esos dos protagonistas que cada semana el gran @a2cilustracions convierte en viñeta para acompañar estas reflexiones.
Una vez más, placeres, gracias por la lectura. Nos leemos y escuchamos en www.saludplacer.com.
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