Opinión | Salud&Placer
Cuando el cuerpo limita el verano

@a2c_ilustracions
S. tiene 30 años, es sociable, le gusta hacer planes y valora mucho su red de amistades. Sin embargo, en cuanto llega el verano, evita la piscina, la playa o cualquier lugar que implique bañador. No es una cuestión de pereza ni de preferencias: es incomodidad. Lo pasa mal solo de imaginar que su cuerpo está expuesto a la mirada de otros. Aunque sepa racionalmente que «nadie lo va a mirar», la tensión le bloquea.
Este patrón lo repiten muchas personas en consulta: disfrutan del invierno, pero en verano se apagan. Y no por el calor, sino por el cuerpo.
¿Por qué ocurre esto?
Porque la imagen corporal no se construye en el espejo, sino en la historia personal. En los comentarios recibidos, en las comparaciones sociales, en las experiencias pasadas. Es una mezcla de mirada interna y presión externa. Y en verano, con la ropa que deja menos margen y los entornos donde el cuerpo se ve, todo eso se activa.
La psicología lo llama vergüenza corporal anticipada: no es solo lo que una persona cree que es su cuerpo, sino lo que imagina que los demás pensarán de él. Esa expectativa activa ansiedad, y el cerebro responde con evitación: mejor no ir, mejor no mostrar, mejor quedarse en casa.
El problema es que esta evitación se refuerza. Cuanto más evitamos una situación que nos incomoda, más miedo nos da la siguiente vez. Y eso va estrechando la vida. Lo que al principio era «no ir a la piscina» acaba siendo «no disfrutar el verano».
¿Qué se puede hacer?
Reconocer el patrón. No se trata de odiar el verano, sino de tener miedo a ser visto. Nombrarlo es el primer paso.
Identificar el origen. Preguntarse: ¿Cuándo empezó esto? ¿Qué ideas tengo sobre lo que debería ser mi cuerpo? ¿Quién me enseñó a verlo así?
Empezar por contextos seguros. No es necesario lanzarse a una playa masificada. Se puede empezar por espacios pequeños, con personas de confianza, ropa cómoda y sin presión.
Trabajar la atención. Durante la exposición, en vez de centrarse en el cuerpo («cómo me están viendo»), enfocar hacia fuera: el entorno, la conversación, la actividad.
Cuidar el diálogo interno. Dejar de repetir mentalmente frases que refuercen el malestar («no debería estar aquí», «no estoy a la altura»). Cambiar no implica mentirse, sino tratarse con más neutralidad.
No romantizar el cuerpo. No hace falta «amarlo» para permitirlo. A veces basta con dejar de atacarlo. La tolerancia corporal es más realista que la adoración forzada.
Pide ayuda si la necesitas. La relación con el cuerpo no se cambia en un verano, pero sí se puede empezar a mirar de otra manera. A veces con pautas, a veces con acompañamiento terapéutico.
No se trata de obligarse a enseñar el cuerpo. Se trata de recuperar actividades que sí se desean, y que están siendo bloqueadas por una percepción corporal condicionada.
S. no tiene un problema de autoestima general. Tiene una zona específica de bloqueo que se activa en verano. Y como él, muchas personas.
Identificarlo, entenderlo y actuar con estrategia puede marcar la diferencia entre pasar un verano escondido o empezar, poco a poco, a vivirlo.
Placeres, gracias por la lectura. Nos leemos y escuchamos en www.saludplacer.com
Suscríbete para seguir leyendo
- El jesuita gallego que escucha a los presos en Tailandia
- El caso de los asesinatos de cuatro hermanas gallegas
- «Opero unos mil tumores de pulmón al año»
- El legado de Eduardo Barreiros
- “Cuando gané el oro en Atenas sentí que rompía una maldición”
- La heroína de la justicia social
- Figueroa, de Redondela a la élite mundial del adiestramiento canino
- El retratista de recién nacidos