Opinión | Antes de que se me olvide

Él vino en un barco...

El vapor «Antonio Delfino» en el que Carlos Gardel llegó a Vigo.

El vapor «Antonio Delfino» en el que Carlos Gardel llegó a Vigo. / FDV

El 5 de diciembre de 1923, año el que se fundó el Real Club Celta, hacía escala en la bahía de Vigo, procedente de Buenos Aires, el trasatlántico “Antonio Delfino”, de la naviera Hamburg Amerika Linie, que transportaba a 1.220 pasajeros, de los cuales 147 desembarcaron en Vigo: entre éstos se encontraba Carlos Gardel. Curiosamente, ese mismo día asumía su cargo como alcalde Gregorio Espino por nombramiento expreso del dictador Miguel Primo de Rivera.

Gardel desembarcó en el antiguo muelle de madera, junto a sus compañeros del elenco de la Compañía Argentina de Comedia de Rivera De Rosa, liderada por el matrimonio de actor/actriz constituido por los jóvenes Enrique de Rosas y Matilde Rivera.

La bulliciosa delegación rioplatense cruzó el paseo marítimo hasta llegar al Hotel Universal. Cuentan que Gardel observaba maravillado aquella ciudad de piedra, que por entonces miraba el mar... sin obstáculos. Poco después, al llegar a la habitación y asomarse a la ventana para otear el paisaje, le espetó a Razzano, su amigo y compañero de música y aventuras: «¡José, Estamos en Europa, José... estamos en Europa...!”». Y es que el «Zorzal Criollo» había cumplido un sueño, estar ya muy cerca de su Toulouse natal.

El Cónsul de Argentina en Vigo, Agustín Remón, hombre muy aficionado al teatro, los llevó a la mejor taberna del puerto, donde a petición del propio Gardel les habían preparado diez platos distintos a base de pescados y mariscos. Carlos quedó impactado con aquellos manjares de la ría y con el viño do país que acompañaba aquella alegre mesa plagada de artistas. Durante los postres, los comensales contaron anécdotas del viaje, entonaron algunos tangos a capela y, como ocurría habitualmente, la noche terminó con unos chistes porteños.

Al día siguiente, según relataron testigos presenciales (aunque esto suena más bien a leyenda urbana), el afamado cantor se levantó por mañana y al salir del hotel lo primero que hizo fue preguntarle a un transeúnte: «¿Señor, aquí dónde se puede comprar brillantina?». Por la noche, después de haber efectuado un amplio recorrido por la ciudad, se contrataron varios taxis para trasladarse hasta la estación ferroviaria, en la que se incorporaron al tren nocturno que los llevaría a Madrid donde, el 11 de diciembre, Gardel tenía previsto su debut en el capitalino Teatro «Apolo»

Tras un sinfín de galas, en la mente de Gardel todavía anidaba la idea de trasladarse a Francia para encontrarse con su madre, Doña Berta, que estaba de visita en la casa familiar de Toulouse. Todavía vivía Helena, la abuela de Carlos, con más de 80 años de edad, así como su tío Jean. En aquella ciudad del sur de Francia pasaron varios días hasta que regresaron a bordo del vapor «Giulio Cesare», llegando a Buenos Aires el 13 de febrero de 1924.

Después de este primer viaje, Gardel retornó a España en 1925, 1926, 1928 y 1929. Distintas ciudades pudieron disfrutar de su canto: Madrid, Barcelona, Vitoria, Bilbao, Santander, San Sebastián... pero nunca actuó en Vigo.

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