Opinión | Sálvese quien pueda
¡Oh Dios, que no se cierren más conventos!

Las monjas también padecen una falta de relevo generacional.
Asfixian los medios con el monotema Cerdán/Ábalos. Frugalidades en términos históricos. A mí lo que me preocupa es que se vayan cerrando conventos, aunque yo no frecuente esos espacios dedicados al cuidado de Dios, que no está de moda. Da igual, es eterno. La vida conventual se apaga porque no hay relevo generacional y las monjas no son tan reemplazables como una camisa de Pedro del Hierro. No hay vocaciones porque nadie es capaz de mirar más allá de sus narices, cosa imprescindible para tener fe, y esta sociedad no tolera la vida contemplativa porque es meditación, pensamiento, oración… palabras obscenas para la gente de hoy asediada por la prisa y las últimas tecnologías, que no dan la última respuesta.
Uno puede ser cerrilmente ateo –ser cerril es un derecho– pero la muchachada ni siquiera puede serlo porque ser ateo implica un modo de razonar, aunque sea cutre, y lo contrario, creer en Dios, exige una capacidad de imaginar, y ambas cosas les están vetadas a la mayoría. Y así no se reponen los conventos, claro. En cuanto a ser agnóstico, es más cosa de gallegos: ni voy ni vengo, ni arriba ni abajo que cuanto más dudo más me entretengo. Los gallegos somos de un origen tribal totalmente agnóstico ante la vida cotidiana. Yo, como gallego, creo que a lo mejor aún podemos conseguir el reino de los cielos, si existe, porque por la duda dan más indulgencias. Los ateos no, y está comprobado, por ser pobres de espíritu sin que por ello diga como el filósofo Béla Hamvas que lo suyo sea en el fondo una enfermedad.
Acabo de leer que solo en Salamanca, en la última década, hemos perdido a las monjas cistercienses del Monasterio de las Bernardas, a las Esclavas del Santísimo Sacramento, a las clarisas del monasterio de Santa Clara y del convento de las Úrsulas, frente a la casa donde vivió y murió Unamuno, a las Oblatas de Cristo Sacerdote del Monasterio de Santa María de la Vega... No solo se las perdió a ellas y sus rezos por nosotros sino a esos celestiales nombres que las titulaban. Ahora las marcas jóvenes son de otro signo más cuerpo a tierra como Joputa, Puto Macarra, Maricones del Espacio, No te Putoflipes… todas pasadas por la Oficina Española de Patentes y Marcas, aunque no diera el visto bueno a la viguesa Putón Verbenero.
Si no hay monjas y cierran sus monasterios, donde floreció tan rica literatura conventual femenina a lo Santa Teresa o Sor Juana Inés de la Cruz, también se quedan sin materia de incendio para la próxima ocasión masas desenfrenadas, primitivas e imbecilizadas como esas de la guerra civil que no supo controlar la República, y no solo se pierde a Dios y los últimos reductos del silencio sino sus bordados, dulces… La verdadera causa es que han envejecido tanto que ya no pueden cumplir la segunda orden del “Ora et labora”, hasta el punto de que las hay que recurren al Banco de Alimentos. Solo las van salvando las reservas de mano de obra que llegan del Tercer Mundo, el Ejército Industrial de Reserva que decía Marx refiriéndose a los trabajadores. Entonces sobraba fe y no imaginó las que vendrían después de las afueras pobres por la cosa de Dios.
Pena si se cierran conventos e iglesias porque, tal como está la sociedad actual, serán sustituidos por macrodiscotecas si están en el extrarradio y por grandes establecimientos de comida rápida, sabrosa y basurera como KFC, Pizza Hut, Taco Bell, Burger King, McDonald's… para llenar de grasa el cerebro de nuestros retoños.
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