Opinión | Sálvese quien pueda

Entre periodistas y cagasentencias que pasan por ahí

A veces los periodistas parecemos tropel de bestias feroces.

A veces los periodistas parecemos tropel de bestias feroces.

Yo me asombraba y casi entraba en pánico cuando, al borde de estudiar Periodismo hace medio siglo, veía en las películas americanas revoltijos de periodistas peleándose por recoger alguna declaración o persiguiendo como una manada de lobos hambrientos a un tipo que sale del Juzgado. No me imaginaba, aún siendo estudiante de Periodismo, en tal hambruna profesional de apariencia tan poco digna como para correr tras un delincuente para sacar algún titular de primera. Me salvé por lo pelos aún siendo larga mi carrera periodística, en parte por tener el privilegio humano y profesional de vivir en provincias, donde los medios no son como enjambres de abejas obreras de distintos panales que se pelean entre sí para dar la miel primera.

Las cosas han cambiado en los últimos años y aquel hervidero, tropel de bestias feroces armadas de cámaras y micrófonos que se pisotean entre sí son ya imagen habitual en nuestras televisiones, llegando a paradojas de la profesión tales como hacer preguntas sin respuesta mientras el entrevistado se aleja en un coche. Con algo de carne hay que volver a la colmena, si quieres sobrevivir al oficio. Menos mal que la  prensa escrita no está tan sometida a esos escenarios cinegéticos que me horrorizaban de mozalbete. El problema es que nunca tuvimos tanta y tan variada información hasta el punto de haberse convertido en circo mediático, con cierta relajación o abandono de algunas normas fundamentales del oficio.

Escribo ahora mismo a pocas horas de conocerse el informe policial sobre Santos Cerdán y los suyos, y el canal que tengo abierto de fondo no solo ha desarbolado su programación para centrarse en lo mismo sino que estoy viendo a sus presentadores hablando de tal cosa desde la mañana y llegará hasta la noche, avanzando en nuevos datos, improvisando hipótesis, interpretando lo que dicen los labios de la presa en cuestión o invocando al apocalipsis. Nunca los ciudadanos han dispuesto de tantos medios a su servicio y tantos buenos profesionales, aunque deben pelearse contra la deriva hacia el sensacionalismo por la forma en que las cadenas de televisión abordan este tipo de sucesos, convertidos en auténticos espectáculos con el propósito último de incrementar sus cuotas de audiencia.

Sin embargo ¿está la gente mejor informada ante tanta barahúnda? Cada vez se ponen más en cuestión los medios de información tradicionales y, paradójicamente, se lee más por las redes a ciudadanos que pasan por ahí como cagasentencias, porque son de entrada gratis y de salida impunes por lo que se atreven a decir. Se añade a eso que, a la sombra de las figuras políticas, los asesores ocultos refinan sus algoritmos para manipular conciencias. Ya está dicho por Yaël Eisenstat: las redes sociales son la herramienta perfecta para que el líder de un movimiento populista consiga que la gente se crea mensajes cada vez más extremistas.

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