Opinión | Antes de que se me olvide
El Iago Aspas del Peñarol

Álvaro Gestido, en la celebración tras un partido. / FDV
Si han leído el texto que acompaña estas líneas, se habrán percatado de algunas significativas similitudes entre Álvaro Gestido Pose y nuestro Iago Aspas. De hecho, entre las localidades más probables del origen de «El Caballero del Deporte» figura el concello de Moaña, lo que, de confirmarse, sería como completar un círculo la mar de curioso. Sin embargo, y para que comprueben que no queremos «forzar» demasiado las coincidencias, vaya por delante que, a diferencia de Iago (delantero), Álvaro Gestido, «Varito», jugaba en la posición que hoy se conoce como medio centro, en la que también triunfó con la selección de Uruguay. Es cierto, asimismo, que en la trayectoria profesional de Aspas se registran, además del Celta, sendos pasos por el Liverpool y el Sevilla, pero convendrán conmigo que, visto con la distancia de los años, a día de hoy estas escalas resultan anecdóticas en su carrera. Por eso creo que el calificativo de One Man Club, disculpen el recurso anglófilo, es atribuíble a ambos, porque los dos, la verdad sea dicha, comparten esa pasión de amor por los colores de su camiseta de toda la vida y de ofrecerse generosamente a ella: de darlo todo, ¡qué carallo!, hasta el último aliento, si fuere preciso.
Como de Iago ya conocen bastantes cosas, detegánmonos en un acontecimiento que hemos reservado para este espacio y que está escrito con letras de oro en la historia del Peñarol, uno de los más importantes clubs de Uruguay, como un ejemplo de entrega a la causa.
Y es que Gestido protagonizó en 1944 un episodio singular. Resultó que durante la disputa del denominado Torneo Competencia, el club se quedó sin su medio centro titular, Obdulio Varela (por cierto, también con orígenes gallegos e internacional uruguayo) y tampoco podía jugar su suplente, Luis Vecino. Por si faltaba algo, otros dos importantes peloteros de aquella plantilla, Leofar Cámera y Charlón, estaban lesionados. Fue entonces cuando el entrenador, Aníbal Tejada, consideró muy seriamente la posibilidad de ir a buscar a Gestido, que se había retirado de la práctica del deporte profesional tres temporadas atrás. Y la reacción de éste al llamamiento de su míster hay que calificarla de memorable: «Si Peñarol me necesita… las fuerzas deportivas que me quedan son para el club de mis amores», respondió, y regresó para disputar dos partidos, congregando a 40.000 personas en cada encuentro y, por supuesto, ganando ambos. Con la misión cumplida, retomó su jubilación. Por esa actitud, en la Asamblea de Socios de Peñarol lo designaron, por aclamación, Socio Honorario y Caballero del Deporte. Y pensarán ustedes lo que quieran pero, si Aspas se encontrase en esas o semejantes circunstancias, tengo la intuición de que reaccionaría de la misma manera.
PD. ¿Me habrá leído esto Marián Mouriño?
Suscríbete para seguir leyendo
- El jesuita gallego que escucha a los presos en Tailandia
- El caso de los asesinatos de cuatro hermanas gallegas
- «Opero unos mil tumores de pulmón al año»
- El legado de Eduardo Barreiros
- “Cuando gané el oro en Atenas sentí que rompía una maldición”
- La heroína de la justicia social
- Figueroa, de Redondela a la élite mundial del adiestramiento canino
- El retratista de recién nacidos