Opinión | Antes de que se me olvide
Pantera Rodríguez (y yo)

Felipe «Pantera» Rodríguez. / Archivo
Pertenezco a la generación que vivió, mediante la televisión, su infancia en blanco y negro. De aquella existían solo dos canales, la Primera Cadena (TVE1) y la Segunda, también denominada UHF. El recuerdo que permanece en mi memoria como primera experiencia televisiva de alcance se produjo con motivo del festival de Eurovisión que se celebró en 1969, el del cuádruple empate entre los ganadores, Salomé y tres concursantes más, que presencié, junto a mi madre y mi tía Milagros, en casa de los vecinos, un matrimonio sin hijos conformado por Pepe, el peluquero de la familia, y su esposa Manuela. El televisor llegó a nuestra casa un par de años más tarde, en 1971, y obviamente, representó todo un acontecimiento. Gracias a él descubrí la risa por la vía de las viejas películas de los hermanos Marx, y la música con aquellas tardes de domingo en las que sonaban Jeanette, Cecilia, Georgie Dann, los Pop Tops, Fórmula V…en fin.
¿Por que he empezado por ahí? ¡Ah, ya me acuerdo! Se debe a aquel combate por el campeonato del mundo del peso ligero, que se retransmitió la madrugada del 5 de noviembre de 1971, entre Pedro Carrasco y el púgil de origen mexicano nacionalizado estadounidense, Mando Ramos. Pese a haber sido derribado cuatro veces, Carrasco ganó la pelea por descalificación de su rival, en una polémica decisión del arbitraje. El perjudicado pidió la revancha y se le concedió, así que tres meses después (18 de febrero de 1972) se disputó un segundo combate en el que sucedió todo lo contrario. Porque pese a que Carrasco dominó la pelea, los jueces decretaron la victoria de Ramos por puntos. La cosa no quedó ahí. El 28 de junio del 72 se disputó una nueva revancha en la que volvió a vencer, por puntos pero en esta ocasión con justicia, Mando Ramos.
Esa peculiar sucesión de combates provocó que me aficionase al boxeo, influyendo en ello mucho más que los éxitos del legendario Urtain, que se había coronado campeón de Europa de los pesos pesados el 10 de noviembre de 1970. Sin embargo, ya digo, no fue Urtain quien me enganchó a los rings. Fueron los que vinieron después: José Durán, el hispano cubano José Legrá, José Ramón Gómez Fouz, Tony Ortiz y, sobre todo, Perico Fernández (más tarde vendría Poli Díaz, pero esa ya es una historia de adolescencia). Y en ello andaba cuando me empezaron a llegar noticias de un boxeador gallego, un tal Felipe Rodríguez Piñeiro (tenía los mismos apellidos que mi padre y era hijo de marinero, como yo) más conocido por Pantera Rodríguez, del que estos días he leído por ahí algunas barbaridades, como la de que fue campeón de Europa dos veces de la categoría máxima (evindentemente, los pesos pesados) y que en su palmarés figura como invicto. Dos inexactitudes que, no obstante, no le privan de méritos. Pantera llegó a ser campeón de España y disputó dos veces la corona de Europa, pero en ambas perdió: contra el italiano Lorenzo Zenon y contra el francés Lucien (otro Rodríguez más).
Tras su retirada hizo varias cosas, entre ellas trabajar de vigilante jurado y acompañar a Gayoso en la presentación de Luar. Falleció el 1 de junio de 2000, a consecuencia de un tumor cerebral, y tal día como hoy se celebra en Vilaxoán de Arousa, su territorio natal, un homenaje conmemorativo por los 25 años de su muerte.
P.D. No recuerdo haber visto ningún combate entero de Pantera , pero yo no hubiese sido capaz de escribir estas líneas sin echarle la culpa, o dar las gracias, a la televisión por mi afición al boxeo.
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