Opinión | El mundo 4.0
Centros de datos, el corazón de la economía digital

Diseño abstracto del concepto de ciberseguridad.
Sara es una joven milenial que teletrabaja como investigadora científica desde un coworking de la ciudad para una compañía farmacéutica. Hoy está especialmente contenta porque ha recibido por correo electrónico el informe de su último chequeo médico y todo está perfecto, y, además, ¡es el Día de la Madre!, un estupendo día soleado que acertaron en pronosticar las webs de datos meteorológicos. De camino a casa se ha parado a comprar un regalo, que ha pagado con tarjeta, y se dispone a hacer una videollamada por WhatsApp para invitar a su madre a pasar la tarde juntas viendo una serie en Netflix.
Puede parecer una escena cotidiana de lo más normal, pero Sara no podría haber hecho absolutamente nada de lo anterior sin el funcionamiento de los Centros de Datos. Para quien no trabaja en el sector tecnológico, el término «centro de datos» puede resultar desconocido, sin embargo, estas instalaciones son la columna vertebral del funcionamiento de muchos servicios en línea que utilizamos diariamente, como el correo electrónico, el almacenamiento en la nube, las aplicaciones móviles y redes sociales, el streaming de video y música, las compras online, o incluso nuestra relación con bancos y administraciones o servicios públicos. En esencia, un centro de datos es un edificio, o una sección de un edificio, que contiene numerosos servidores: potentes computadoras encargadas de almacenar, procesar y distribuir datos a nivel mundial.
Para quien no trabaja en el sector tecnológico, el término «centro de procesamiento de datos» puede resultar desconocido. Sin embargo, estas instalaciones son la columna vertebral de la economía digital y de la vida moderna, permitiendo el funcionamiento de servicios esenciales y la evolución de la tecnología. Su funcionamiento es esencial para las organizaciones que dependen de la información digital, ya que actúan como el núcleo para la gestión y el acceso a dicha información. Están diseñados para manejar grandes volúmenes de datos, proporcionando la infraestructura informática y de red, y pueden ser de propiedad privada, donde varias empresas comparten espacio, o instalaciones de proveedores de servicios en la nube (CSP o Cloud Service Provider) que ofrecen una infraestructura virtual que permite a las empresas acceder a recursos de computación bajo demanda (as a service), lo que les permite escalar sus operaciones y reducir costes. Los centros de datos son vitales para que las empresas ejecuten aplicaciones, gestionen datos y ofrezcan servicios a sus clientes. Se trata de infraestructuras de alta complejidad, que requieren sistemas sofisticados de ingeniería de energía, refrigeración y ciberseguridad. En la actualidad, están experimentando un crecimiento acelerado y continuo, debido a la creciente demanda de servicios digitales, el despegue de la Inteligencia Artificial, y a la necesidad de acercar estas instalaciones a los usuarios finales.
Pero ¿cómo se distribuyen geográficamente estos centros de datos en la infraestructura global? Las empresas líderes, como AWS, Google, Microsoft, Digital Realty o Equinix, tienen en cuenta principalmente factores como la ubicación de cables de fibra óptica, para poder ofrecer baja latencia en la ejecución de aplicaciones; la demanda del mercado y la proximidad a centros de población; la presencia de una industria tecnológica local innovadora; la facilidad de colaboración con las administraciones públicas y un entorno regulatorio claro y estable; y, de manera importante, el acceso a energía barata y sostenible.
Desde el punto de vista normativo, en España es imprescindible contar con un reglamento de Centros de Datos, aún inexistente, que defina, entre otros aspectos, los requisitos de eficiencia energética, con un uso responsable de recursos escasos como el agua y la energía, y la ubicación de las construcciones para evitar una concentración excesiva en ciertas regiones. A nivel europeo, destaca la Directiva de Eficiencia Energética (DEE), la cual exige que los centros de datos con una demanda eléctrica de al menos 500 kW publiquen anualmente su consumo antes del 15 de mayo. Los datos a incluir abarcan la eficiencia energética, el uso de energías renovables, la reutilización del calor residual y la eficacia de la refrigeración. Además, la directiva estipula que los Estados miembros deben asegurar que los CPD lleven a cabo mejores prácticas en base al Código Europeo de Conducta sobre eficiencia energética. Entre otras recomendaciones, sugiere que aquellos con una entrada de energía nominal superior a 1 MW reutilicen el calor residual, salvo que demuestren que no es técnica o económicamente viable.
Otro de los grandes desafíos es la regulación en relación con la privacidad de los datos. En Europa, marcos legales como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) o iniciativas como la Data Governance Act, obligan a las tecnológicas a ser estrictas en materia de privacidad y garantizar su control. A mi juicio, poder almacenar y procesar datos exclusivamente dentro del territorio europeo, con soluciones que permitan a los clientes mantener sus datos en límites geográficos específicos y bajo control local, es algo que debería ser prioritario en esta nueva era tecnológica que estamos viviendo, y más aún ahora que las tensiones geopolíticas parecen estar, lamentablemente, a la orden del día.
Suscríbete para seguir leyendo
- El jesuita gallego que escucha a los presos en Tailandia
- El caso de los asesinatos de cuatro hermanas gallegas
- «Opero unos mil tumores de pulmón al año»
- El legado de Eduardo Barreiros
- “Cuando gané el oro en Atenas sentí que rompía una maldición”
- La heroína de la justicia social
- Figueroa, de Redondela a la élite mundial del adiestramiento canino
- El retratista de recién nacidos