Opinión | Haciendo amigos

Pretender el planeta

Donald Trump, en caricatura del artista cubano Edel Rodríguez.

Donald Trump, en caricatura del artista cubano Edel Rodríguez.

En realidad, por eso estamos así: porque pretendía llevárselo crudo. Hay gente tan pagada de sí misma, hombres y mujeres que se ven tan grandes en los espejos de sus pequeños vestidores que, puestos a pedir, se creen en el derecho de exigir el mundo como si les perteneciera.

–Qué demonios el mundo, ¡póngame un planeta!

–Discúlpeme, que igual no le he entendido bien. ¿Ha dicho usted un planeta?

–¡Yes, un planeta! Pero no cualquiera, eh. ¡Que yo no quiero uno de chichinabo! Yo lo que quiero es el premio gordo. El bueno, el fetén. Ya sabe usted, el lote completo. Con Groenlandia y todas las riquezas ocultas bajo el culo de los inuits; con Panamá y la explotación del puñetero canal; y, ya que estamos, también con Gaza y su franja, que tengo ahí unas ideas para levantar una ciudad de vacaciones que se va a cagar el Marina d’Or ese…

–Comprendo. ¿Y nada más?

–Pues mire, ahora que lo comenta, ¡póngame también Ucrania y todas sus tierras raras! Es para un amigo.

–Claro…

–Qué, ¿cómo lo ve? ¿Algún problema?

–En absoluto, excelencia. ¡Marchando!

Trump sobre Gaza: "Tiene que ser reconstruido de una manera diferente. Es un lugar con una localización en el mar fenomenal"

Sara Fernández

Porque sí, porque ellos lo valen. Y, de hecho, durante un tiempo –quizá un segundo, tal vez un reproche, a veces un suspiro y otras un mandato presidencial– la ilusión se parece tanto a una realidad que, confiados, los ególatras se vienen arriba. Y así, mientras dure el arrebato, a los demás no nos quedará más remedio que aguantar. Sálvese quien pueda…

Porque esa persona puede ser una ignorante. (De acuerdo, no pasa nada). O puede ser una arrogante pagada de sí misma. (Bueno, vale, aceptamos pulpo como animal de compañía). Puede ser hasta una imbécil redomada. (A ver, aquí igual sí que ya empieza a pasar un poquito). Ahora, el problema serio viene cuando esas tres circunstancias convergen en esa misma persona. Sinceramente, creo que a semejante receta ya solo le falta un único ingrediente para que la mezcla resulte catastrófica: que, además de tener todas las características previas –ignorancia, arrogancia y estupidez–, la persona en cuestión se sepa poderosa. Entonces, amigos, perdonen que lo diga así, pero es que no se me ocurre manera más franca de describir la situación: estamos jodidos.

Cuando un imbécil tan arrogante como ignorante desata las correas de sus perros de presa y lanza a sus fieras contra nosotros es cuando no nos queda otra que temblar. Sufrir, temernos lo peor. Y, al final, el dolor. El llanto, por ejemplo, por la muerte esta misma semana de otras cuatrocientas personas en la franja de Gaza, de entre ellos ciento setenta niños y niñas. Permítanme que lo repita: ciento setenta niños y niñas inocentes, sin más delito cometido que el mero hecho de estar allí, esperando para morir bajo las bombas de ejército israelí. Y sí, es cierto que la ruptura del alto el fuego fue ordenada por Benjamin Netanyahu. Pero también lo es que esa orden contaba con el conocimiento, la anuencia y hasta la bendición de la Casa Blanca de Donald Trump, de J. D. Vance, de Elon Musk y hasta de la madre que parió a Panete.

No habían hecho nada, maldita sea, toda esa gente no había hecho nada previamente. Y si alguna vez alguien hizo algo, pongo por testigo a toda la sangre que corre por mis venas para asegurar que, fuera cual fuera la ofensa, no era ni de lejos lo bastante grave como para justificar semejante atrocidad, tamaña barbaridad… Nada, es imposible que exista nada sobre la faz de la tierra que justifique la masacre, el asesinato impío de ciento setenta criaturas inocentes.

Pero nada de esto importa, que a ellos les da igual. A los imbéciles, a los pagados de sí mismos, a los ególatras megalómanos todo esto les importa un carajo. Ellos nada más saben de sus propios espejos y de las altas ideas que tienen de sí mismos. Tan altas que, de hecho, si algún día se caen de esas mismas ideas lo mismo se matan. Lo cual, ahora que lo pienso… Bueno, si eso completen ustedes la frase por mí, que yo prefiero no tener que despertar mañana en Guantánamo.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents