Opinión | Sálvese quien pueda
Ante el horror, el refugio en «O espírito das maceiras»

La escritora Silvia Tasende. / FDV
Por qué me he refugiado en un libro como O espírito das maceiras, de la coruñesa Silvia Tasende? Para atenuar el pesaroso asombro que me produce la lectura cotidiana de prensa. Igual que en los meses de la pandemia y emergencia de la salud pública pero por un virus político de impredecibles consecuencias. Veo aquí y allá, en países poderosos, la instalación en el poder y lo peor, sostenida por el voto, de mandatarios que, contemplados desde una óptica culta, merecerían toda una galería de calificativos que parecen tan hechos para ellos que no tienen categoría de insulto: ¿En la a? abrazafarolas; en la b, bebecharcos, berzotas y bocachanclas; en la c, cretinos; en la d, descerebrados; en la e, energúmenos; en la f, fantoches; Y hay que llegar a la m para poder decir matarifes.
Me he refugiado en la ternura del libro de Silvia Tasende, O espírito das maceiras, que presentaré el viernes 28 en el Círculo Cultural de Porriño, porque como viejo lector de prensa estoy experimentando una sensación de cansera salseada con la de pavor cada vez que compro el periódico y me resucitan días como los de la pandemia. Veo a la mayor potencia del planeta dirigida por un pichabrava, un zoquete, un zurcefrenillos que ha cambiado el orden mundial y al que solo un imbécil puede tener respeto; veo a un oponente moscovita aplicando los viejos criterios del imperialismo y, yendo más allá, de la medieval reconquista con miles de muertes en su biografía. Veo en Oriente Medio a un país antes ejemplar dirigido por un bellaco, un huevón que ha propiciado que su pueblo judío haya pasado de acosado en la II Guerra Mundial a acosador, de perseguido a perseguidor, de asesinado a asesino, de reivindicador de derechos a vulnerador de los mismos, devolviendo incluso con bombas la matanza a cuchillo de inocentes por Herodes que, según la Biblia, sufrieron ellos.
¿Cómo no refugiarse con este panorama en otras lecturas como O espírito das maceiras , el libro de pequeño formato pero gran memoria de la coruñesa Silvia Tasende? ¿O cómo no en otro de similar factura que estoy empezando a leer del vigués Pablo Vila, Os fillos da memoria? Ambos me llegaron casi seguidos por azar y recrean la memoria de la infancia en el rural de Galicia; el de Silvia, más atento a la narrativa, a la acción, al fondo del asunto; el de Pablo, más sostenido en la estética literaria, el discurso poético, porque la poesía y la música como cantautor le ocupan la vida, en contraste con Silvia, que procede del mundo del periodismo aunque ahora se dedica a la enseñanza de la literatura en un instituto.
El hecho es que mi cuerpo me pide refugio en la literatura más tierna, la de la memoria de la infancia, para contrarrestar el pesar de lo que por oficio debo leer en la prensa de cada día. Y en El espírito das maceiras, que aprovecho para difundir, está, como dice su autora, “un paraíso latexante cheo de vivencias iniciáticas”. Una novela coral en que Morriña, la aldea familiar y mágica, es protagonista con una serie de personajes entrañables. Abuela que recibe, hijos que se han marchado, nietos que se encuentran con la naturaleza en sus veraneos. Y, al final, la España que se vacía.
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