Opinión | Sálvese quien pueda

«Caballero, vamos a dar un paseo»

Las brutalidades de una guerra civil.

Las brutalidades de una guerra civil. / FDV

Caballero, vamos a dar un paseo.

Con estas palabras de unos soldados españoles a un compatriota acaba la magna obra La península de las casas vacías (700 páginas la contemplan) de David Uclés, y no son palabras huecas: hablan de esos paseos que se prodigaron entre nacionales y republicanos en la guerra civil española, esos asesinatos ni siquiera selectivos que acababan con la muerte del invitado. Si queréis aterrorizaros con los desastres íntimos de una guerra, con el paso de estas páginas podréis sentirlos aunque paradójicamente su autor tenga solo 33 años y no tenga pajolera idea de lo que es eso por su edad, lo que hace pensar en un tremendo esfuerzo investigador en ese mundo de sentimientos radicales de uno u otro signo que se vivió en la nuestra, que se viven en todas: amor, odio, delación, venganza… 

Si acaba invitando a un paseo esta novela en que el realismo más documental se mezcla con un surrealismo lumínico (no sé si realismo mágico a lo García Márquez), podéis imaginaros los sorprendentes descalabros que anteceden y dan vida a este trepidante relato de muerte en el que, de acuerdo con el autor, borbotea la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías.

Cierro pasmado sus páginas tras varios días de lectura con la consciencia de que he leído una obra colosal porque siendo una novela, una obra de ficción en prosa, arrastra una tremenda carga explosiva de la realidad de nuestra guerra civil hilvanada a través de la desaparición progresiva de una familia. Unos 15 años tardó en escribirla Uclés, y se entiende, porque hay detrás un exhaustivo viaje de documentación y memoria por la geografía española, eso sí, como dice el crítico Pablo Martín Sánchez, resuelto con una prosa imprevista, tan original como desacomplejada, un auténtico soplo de aire fresco en las letras españolas. Y es que junto a escenas de enfrentamientos que no por espeluznantes dejaron de ocurrir aparecen por medio y a discreción del narrador personajes como Alberti, Lorca, Unamuno, Picasso… a los que introduce a su modo y manera.

No podía faltar Franco, un general que suspira por la mano cortada de una santa, un fotógrafo extranjero que pisa una mina en Brunete y no puede levantar el pie en 40 años, un soldado que se raja la piel para dejar salir la ceniza acumulada, una península que por diversos efectos se está desgajando de Francia justo cuando hacia allí huyen los perdedores de la guerra y se esta solucionando con inmensas grapas…. Pero esto forma parte del magma surrealista que también da vida y altitud imaginativa a esta novela que está también preñada de realidades incontestables de esta contienda, como los hijos de una familia enfrentados y matándose en bandos opuestos. No es obra para lectores apresurados de best sellers en busca de desenlaces sino para gente sin prisa que goce con la riqueza y creatividad literaria al tiempo que guste enterarse de los estragos brutales de una guerra incluso en el terreno de los sentimientos personales. Lo mejor que he leído el último año.

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