Opinión | Sálvese quien pueda
¡No pasarán! Un grito contra la ocupación

Pegatina contra la proliferación de pisos turísticos en Santiago. / Antonio Hernández
Nosotros ya lo hemos hecho, hemos puesto una pica en Flandes, un letrero con el «no pasarán» en el corazón de Vigo, esa zona cuyos edificios quiere apropiarse el nuevo capitalismo caníbal para montar hostels o en su defecto horadarlos con pisos turísticos. Nosotros, pegados al viejo Ayuntamiento, sobre los pétreos soportales de la Plaza de la Constitución, nos hemos juramentado: hemos prohibido en el nuestro y nuestros estatutos la conversión de los pisos en lugares de paso, nos hemos constituido en guardianes de la buena salud vecinal, defensores de que nuestras viviendas sean habitadas por residentes, por gentes del lugar que puedan seguir aportando un espíritu de barrio, de pertenencia a una comunidad estable y, de rebote, no contribuir a esa especulación que acaba enviando a los vecinos de siempre a las periferias. Quizás hayamos ido contra nuestros intereses económicos pero nos negamos a que estos se coloquen en el centro moral de la sociedad.
Hace muy bien el alcalde Caballero en promover el turismo y en eso ya ha conseguido señeras victorias. Le vimos estos días exultante en FITUR con sus coros y corifeos y hasta podríamos decir que Vigo es un punto de mayor relieve en el mapa desde que como gonfalonieri porta, como los cruzados del Medievo sus estandartes, la bandera de su fe olívica en sus cabalgadas por el mundo. Los hosteleros los taxistas, los comerciantes... se lo agradecerán. Ha dado más más alegría, más encuentro y movilidad a la ciudad. Pero a alguien le tocará, y él mismo tiene sobrado conocimiento de eso, hacer sostenible la presencia del turismo que, cuando es masiva, trae consigo efectos devastadores como que las ciudades dejen de ser lugares para vivir para convertirse en lugares para pasar.
Es necesario articular una defensa contra la proliferación de pisos turísticos porque benefician al turismo pero deterioran la vida de los vecinos, salvo de los que se lucran con ello en el ejercicio de sus derechos. «¡Hostels no, barrio sí!» coreaban vecinos de Barcelona, y esos gritos se han visto repetir por toda la España turística. Y también hay que poner un interrogante sobre las «indiscutibles» ventajas del turismo. Fijaos en Ibiza: millones de turistas la invaden cada año, se mueve más la hostelería y otros muchos servicios, los sueldos son más altos... pero muchos trabajadores deben vivir en condiciones de hacinamiento. Sobra trabajo y ellos malviven en pisos o llegan a vivir en furgonetas.
Hay un «síndrome Venecia» que se está extendiendo y cada vez hay más preocupación ante el boom de una nueva modalidad de alojamiento que no existía hace una década y que en Vigo ha llegado a cifras sorprendentes, aunque no nos hayamos convertido en parque temático como Santiago: los pisos turísticos. El turismo crea empleo (precario), mejora la economía local, desarrolla infraestructuras, fomenta el intercambio cultural pero aumenta los precios, vacía de vecinos los centros de las ciudades porque expulsa las rentas bajas a periferias cada vez más lejanas, disuelve la vida urbana… Nosotros en nuestro edificio hemos puesto un “no pasarán” pero es una insignificancia. Alguien tendrá que poner el cascabel al gato.
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