Opinión | Ciencia Portátil

Bebés inteligentes para quien pueda pagarlos

Un bebé con un cubo de Rubik entre las manos

Un bebé con un cubo de Rubik entre las manos / FDV

Aparentemente, existe un cierto consenso en cuanto a que, en parte, la inteligencia se hereda. Sin embargo, determinar con precisión las bases genéticas de este rasgo complejo, (qué genes son los que tienen más influencia), es muy complicado. Los avances recientes en secuenciación de ADN y en sistemas de análisis de datos alimentan continuamente el debate sobre la posibilidad de la detección del coeficiente intelectual en embriones.

La inteligencia es uno de los rasgos humanos más estudiados, en parte debido a su asociación con resultados que para muchos son muy importantes en la vida, incluidos los logros educativos, los ingresos y la salud.

Las investigaciones llevadas a cabo durante estas últimas décadas, muestran que la inteligencia es moderadamente hereditaria. Algunas estimaciones sugieren que el 54% de las diferencias individuales en inteligencia pueden atribuirse a la genética.

En 2017, un estudio en el que participaron más de 78.000 personas identificó 336 variantes genéticas asociadas con la inteligencia. Muchas de ellas se expresan en el tejido cerebral. Estos hallazgos pusieron de relieve la naturaleza poligénica de la inteligencia, que está determinada por miles de pequeñas contribuciones génicas en lugar de por algunos «genes de inteligencia» individuales. Los análisis de las vías de expresión han demostrado que estos genes desempeñan funciones en el desarrollo cerebral, la señalización neuronal y el crecimiento celular.

Sin embargo, la inteligencia también está profundamente influenciada por factores ambientales, como la educación, el nivel socioeconómico y las experiencias de la infancia. Esta interacción entre los genes y el entorno subraya la complejidad de la inteligencia y desafía cualquier determinismo genético simplista.

El papel de los genes en el nivel de inteligencia de los seres humanos intriga a los científicos y al público en general

Los avances en la tecnología genómica están llevando ahora al ámbito de la realidad la posibilidad teórica de seleccionar embriones en base a la predicción de su posible inteligencia. Heliospect, una startup con sede en Estados Unidos, va a lanzar un servicio que permita a los futuros padres que empleen la fecundación in vitro seleccionar embriones en función de rasgos como la altura, riesgos para la salud y, algo muy controvertido: el coeficiente intelectual.

El proceso implica extraer ADN de embriones que se van a emplear en fecundación in vitro, secuenciar y analizar los datos con programas para calcular puntuaciones poligénicas. Así se estima la probabilidad de que aparezcan ciertos rasgos relacionados con las variantes genéticas.

Según Heliospect, si de 10 embriones seleccionamos el “más inteligente genéticamente” podría obtenerse una ganancia media de coeficiente intelectual de seis puntos, afirmación con escepticismo por lo especialistas. Más elevada que la ganancia de 2,5 puntos de coeficiente intelectual estimada en un estudio de 2019.

Los expertos señalan que las puntuaciones poligénicas son probabilísticas, no deterministas. Por ejemplo, un embrión con una puntuación poligénica mediocre podría convertirse en un individuo excepcionalmente inteligente debido a las influencias ambientales y la variación biológica aleatoria. Además, la aplicación práctica de dicha evaluación tiene grandes problemas logísticos.

Si bien la detección de la inteligencia en embriones es científicamente atractiva, abre una caja de Pandora de preocupaciones éticas y sociales:

  1. Equidad y acceso: Los costes asociados con los servicios de detección de embriones inteligentes (hasta 50.000 euros) generarían más desigualdad. Si sólo las familias adineradas pueden permitirse esa tecnología, podría exacerbar las disparidades sociales, creando una clase elitista genéticamente mejorada.
  2. Riesgos biológicos: La historia ofrece advertencias sobre las consecuencias no deseadas de la crianza selectiva. Por ejemplo, los esfuerzos por crear «superpollos» con una mayor producción de huevos llevaron a la agresión y al caos en las granjas. Podrían surgir riesgos similares al seleccionar rasgos complejos en los seres humanos, donde los mismos genes a menudo influyen en múltiples aspectos biológicos.
  3. Implicaciones sociales: Los críticos argumentan que la normalización de la selección genética podría reforzar nociones dañinas de determinismo genético, donde las desigualdades sociales se atribuyen a la biología en lugar de a factores sistémicos como el acceso a la educación y la atención médica.
  4. Situación confusa: La capacidad de seleccionar rasgos como el coeficiente intelectual plantea interrogantes sobre dónde hay que parar. ¿Podrían las tecnologías futuras permitir la selección de rasgos de personalidad, atractivo físico o incluso rasgos como el narcisismo?
  5. La regulación: En el Reino Unido, las pruebas con embriones están estrictamente reguladas, y las pruebas permitidas se limitan a enfermedades graves.

En la Unión Europea, las pruebas genéticas preimplantacionales para detectar aneuploidías (PGT-A) están reguladas a nivel nacional, lo que da lugar a políticas diversas. España y Bélgica, permiten un uso amplio, mientras que los Alemania, lo limitan a los riesgos genéticos graves. Las directivas de ámbito europeo, como la Directiva Europea sobre Tejidos y Células y el Reglamento sobre Diagnóstico In Vitro, establecen normas de calidad y seguridad, pero persisten los debates éticos en torno a la equidad, la selección de embriones y los “bebés de diseño”. A medida que la tecnología evoluciona, aumentan los llamamientos a la armonización y el uso responsable, lo que pone de relieve la necesidad de equilibrar la innovación con las salvaguardas éticas. En cambio, en EE.UU hay menos restricciones, lo que permite que empresas emergentes como Heliospect operen dentro de zonas grises legales.

Ignorar las implicaciones sociales más amplias de la selección de embriones en función de su inteligencia es irresponsable.

Los críticos suelen citar Gattaca (1997), que retrata un mundo de élites genéticas y subclases naturales. Aunque la tecnología sigue siendo especulativa, los dilemas éticos son muy reales.

Los defensores de la selección genética destacan beneficios como reducir trastornos genéticos o potenciar capacidades, pero ignoran que rasgos como la inteligencia dependen también de factores sociales, ambientales y éticos.

El auge de empresas como Heliospect marca un momento clave en la combinación de genómica, inteligencia artificial y reproducción asistida. Aunque la ciencia detrás de la selección de embriones por coeficiente intelectual sigue en desarrollo, las implicaciones éticas, médicas y sociales exigen un debate público inmediato.

El deseo de mejorar la salud y seleccionar rasgos deseados conecta con la eugenesia, ahora impulsada por la genética moderna. Sin embargo, estas prácticas plantean riesgos como la desigualdad, efectos imprevistos y la posibilidad de «bebés de diseño». Aunque se presentan como voluntarias y centradas en la salud, reflejan viejas prácticas eugenésicas, lo que hace imprescindible establecer regulaciones éticas claras.

La cuestión es clara: ¿el hecho de que podamos hacerlo justifica que lo hagamos? La forma en que respondamos definirá no solo el futuro de la medicina reproductiva, sino también nuestra visión de la humanidad.

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