Opinión | Sálvese quien pueda
¡Ignorantes al poder! El año del «brain rot»

Donald Trump. / Fotomontaje FDV
Difícil decidir qué aborrecer más de Trump, si su misoginia, su racismo, su xenofobia, su indiferencia a la verdad o su ausencia de ética. Boquiabierto, atónito, pasmado asisto a ese discurso suyo desenfrenado, cuyo primitivismo no he tenido ocasión de ver en el útimo medio siglo que asisto a declaraciones de políticos y nunca con tal grado de idiocia como en la actualidad, no solo él sino otros líderes de nuestro tiempo. Me siento radicalmente escandalizado y me pregunto cómo es posible llegar al poder con tal ignorancia, con tan poca cultura, con tal pobreza discursiva. No leí el libro pero sí su síntesis y ya en su Mediocracia, Alan Desnot avisa de la revolución anestésica que está llevando al poder a los mediocres. «Ser mediocre -dice- es encarnar el promedio, ajustarse a un estándar social».
Tú ves a Trump o a Bolsonaro o a Milei (¿compró su título universitario?) o a Maduro, ya sin citar a los que como Kim Jong-un, el amado líder de Corea del Norte, no han llegado al poder por los votos, y te araña en tu interior la pregunta: ¿cómo es posible que la democracia se haya convertido, como dijo en una charla el jurista Antonio Fuentes, en el desgobierno de los mediocres, como que el mal endémico de nuestra política haya sido permitir que grandes ignorantes decidan las más importantes cuestiones, como que se designe para materias complejas a los que ningún mérito académico tienen, a los que nulas experiencias acreditan, a los que por mil motivos distintos, jamás podrían ser los mejores? ¡Qué acertado en su síntesis Fuentes!
Y es que el verdadero problema no es que estén en el poder, aunque pueda traer consecuencias funestas (mirad las necedades que anticipa Trump), sino que a personajes abribonados, bocachanclas y cagalindes les hayan votado gente como nosotros. Va contra la misma esencia igualitaria de la democracia, pero uno empieza a revaluar a aquellos pensadores del mundo antiguo que, siendo conscientes del peligro de ser dirigidos por incapaces, proponían la república aristocrática como el mejor sistema de gobierno, que sería liderado por una élite intelectual, diferenciándose así del vulgo y de la masa inculta.
Tiene mucho sentido que la Universidad de Oxford haya elegido su palabra del año 2024 como brain rot, cerebro podrido: un supuesto deterioro de las facultades mentales o intelectuales de la gente, especialmente relacionado con el abuso de contenido digital trivial o poco estimulante. ¿Veis a la gente leyendo la prensa, sus artículos de contenido y ya no digo libros? Claro que no, ahora se mastica pantalla, la opinión pública la crean una mezcla de influencers, algoritmos, personajes que han llegado al estrellato y nadie sabe por qué. Ahora se llevan los «ciudadanos de baja intensidad» a los que no les preocupa realmente el deterioro de la democracia en un «sálvese quien pueda» que abandona el sentido progresista del bien común y la solidaridad. Hoy prima la debilidad de nuestra cultura cívica y así no es extraño que se vote a grandes ignorantes que, como tales, están llenos de falsas certezas. ¡Muera la inteligencia!
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