Opinión | Sálvese quien pueda
¿Qué hacer con el Patrón de Vigo?

Brazos de un adolescente esposado.
Llega la Navidad con su tópico mensaje de paz y amor y resulta que los vigueses la reciben entre noticias de agresiones y acosos de menores a otros de su edad. ¿Qué es eso del patrón de Vigo, como se hace llamar el líder de esa pandilla de pichingos de la que se habla en los periódicos? ¿Un menor camorrista y agresivo, una banda de cretinos adolescentes que lleva ese nombre? ¿Cómo es posible que un menor delincuente, de cuerpo tan grande para su edad como diminuto de cerebro, pueda andar por ahí imponiendo su ley entre sus contemporáneos, amedrentando con su fuerza bruta la inteligencia de los otros ?
¿Cómo es posible que impere la ley del silencio por miedo entre sus víctimas y que simplemente se den por enterados policías, retenidos por una legislación no sé si excesivamente protectora ante estos inimputables, y ni se den siquiera maestros que prefieren no entrometerse, por los riesgos que corren, en andanzas como la de este aprendiz de macarra y sus secuaces? Hacía dos años que uno de los padres había denunciado estos abusos sin que hubiera reacción alguna hasta que llegó a la prensa. Es necesario que la ley actúe con más inmediatez no solo para corregir estos comportamientos abusivos que pronto se contagian, sino para reconducir a quienes los generan ante el futuro en que puede acabar. Desde luego, Vigo no es una ciudad insegura en que las bandas campan a sus anchas. El discurso informativo de los mass media suele ser generador de alarma social, de estereotipos discriminatorios respecto al menor infractor y del clamor social tendente al endurecimiento de las normas penales.
Pero ¿cómo tratar a personas en una edad en la que no puede atribuírsele la misma responsabilidad que a los mayores? Leo en una revista especializada que en los últimos años se han sucedido en distintos paises numerosas investigaciones dirigidas a conocer cuáles son las actitudes públicas hacia el castigo a menores. Todas ellas tienen en común el haber desmontado el denominado “populismo punitivo” y que existe una opinión pública, en ocasiones, incluso, más benevolente con la respuesta que se ha de dar frente al delito que la presentada por políticos, profesionales de la Justicia y medios de comunicación. Leo con asombro que los resultados obtenidos en algún estudio permiten cuestionar que los ciudadanos demanden una respuesta más punitiva que la que actualmente regula la ley y la que imponen los jueces.
¡Qué difícil es para un ciudadano normal analizar este tema en el que los mismos expertos pueden tener diferentes opiniones! Pero ¿qué hacer hasta que se aclaren? La conducta violenta es muy compleja de explicar y uno se encuentra con paradojas como que en las sociedades menos desarrolladas, la incidencia de la delincuencia juvenil en el conjunto del mundo del delito, es menor que en las sociedades más industrializadas. Lo que sí parece razonable pensar es que estos comportamientos abusivos, como el del llamado Patrón de Vigo, pueden tener un efecto mimético en otros cuando la tolerancia de las leyes y la inimputabiliad de los menores no sirve de factor disuasorio. ¿Qué hacer entretanto?
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