Entrevista | Luis Alfonso Gámez Presidente del Círculo Escéptico
“La mentira tiene más canales de difusión que nunca”
“Somos más proclives a dar por buenas las afirmaciones disparatadas de aquellos con los que coincidimos ideológicamente”
“Hasta al más inteligente y más escéptico lo pueden engañar si dan en la tecla correcta”.

Luis Alfonso Gámez / Jon D. Domínguez / TVE
El periodista Luis Alfonso Gámez (Bilbao, 1962), fundador y autor del blog Magonia, centrado en el análisis crítico de los misterios paranormales, es el presidente del Círculo Escéptico, entidad sin ánimo de lucro fundada hace ya 20 años y enfocada en la promoción del pensamiento crítico y el escepticismo científico, así como la lucha contra la pseudociencia y la superstición. Licenciado en Historia por la Universidad de Deusto y máster en Periodismo por la Universidad del País Vasco, Gámez ha desarrollado gran parte de su carrera en el diario bilbaíno “El Correo” y ha colaborado en otros medios de comunicación, como la revista “Muy interesante” y el programa de La 2 “Órbita Laika”. Su último libro se titula “El anciano que murió haciendo el amor con un fantasma” (2024).
– En los años 70 se interesó por los ovnis. O sea, era una persona que “quería creer”, como reza el mítico póster sobre platillos volantes (“I want to believe”).
– Sí, exacto. Yo en los 70 me interesé por el fenómeno ovni. Estaba muy vinculado a la ciencia ficción, a todo lo que tenía que ver con el espacio. Los ovnis parecían inexplicados e inexplicables. Aunque a mucha gente le suene raro, la España de los 70 es una España muy loca: los platillos volantes salían en las portadas de los periódicos, abrían los informativos y tenían programas en la televisión pública, la única en la época.
– El programa de Jiménez del Oso en TVE.
– Efectivamente. La España de la época estaba llena de revistas de platillos volantes. Había dos cabeceras fundamentales, aunque no solo de ovnis, “Mundo Desconocido” y “Karma 7”. Y luego había muchos grupos investigando casos, hablando con testigos. Había gente seria, periódicos y libros, que decían que había algo raro en el cielo. Yo era tan ingenuo que pensaba que lo que salía en televisión, periódicos y libros, no podía ser mentira, que la gente no iba a mentir. Hasta que me di cuenta de que la gente miente. Primero, los humanos nos confundimos, tenemos sesgos y contamos historias como creemos que fueron, pero no como fueron. Y, segundo, hay gente que se lucra de engordar misterios.
– Menciona la ciencia ficción y está esa cita famosa de Arthur C. Clarke, de que la ciencia suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. ¿Con la inteligencia artificial y aplicaciones asombrosas en los móviles, es esto más cierto que nunca?
– La cita de Clark se hace realidad en películas como “2001”, su gran colaboración con Kubrick. Es la que ha llevado a decir que tiene que haber gente que viaje más rápido que la luz. Y eso, unido a la ciencia ficción, ha hecho que mucha gente crea que las distancias interestelares son una tontería y cualquiera puede venir a visitarte y volver a su planeta. La realidad es que no tenemos ninguna prueba de que sea posible viajar más allá de la velocidad de la luz, ni siquiera acercarnos a ella. Y sería bastante ridículo hacer un viaje así para hacer eso. Pero cuando tú le dices a alguien que algo no se puede hacer, recurren a la frase de Clark. Sí es verdad, por otro lado, que hoy en día cada uno llevamos un ordenador potentísimo en el bolsillo; en los 80, tener una computadora de sobremesa era un hito. Y sí es cierto que ahora hasta los niños llevan un bicho en la mochila más potente que el ordenador del Apolo 11. Eso puede alimentar la idea de que cualquier ciencia muy avanzada es magia, y por lo tanto todo es posible y admisible.
– Y no es así…
– Siempre tenemos que basarnos en que lo admisible es aquello de lo que tenemos pruebas. Por ejemplo, la eficacia de las vacunas: cuando surgió la pandemia de la covid-19, ansiábamos la vacuna, que llegó muy pronto gracias a la ciencia. Ahora parece magia, pero hubo mucho dinero, mucha investigación y trabajo básico que retrocede décadas para que hubiera una reacción tan rápida de la ciencia y la tecnología a la pandemia.
– ¿Es partidario de confrontar con antivacunas, incluso con personas que sostienen teorías conspiranoicas disparatadas, como los “chemtrails”, o con terraplanistas?
– Ahí hay un problema. Si nadie les lleva la contraria, puede parecer que tienen razón. Pero, a la vez, si un científico de verdad se sienta con un antivacunas, con un conspiranoico de los “chemtrails” o antitransgénicos, le estará dando la misma relevancia a su opinión que a la de alguien formado como él. El problema está en que muchas veces los periodistas (y como soy periodista lo puedo decir con total libertad) hemos sido el fiel de la balanza, poniendo a un lado al antivacunas o al negacionista del cambio climático y al otro lado al científico que dice que el cambio climático es por efecto humano. Si alguien te dice que ha tenido una experiencia cercana a la muerte y que ha vuelto, lo que habrá que pedirle es pruebas. Mientras no las tenga, su testimonio no tiene ninguna validez. Hay que ser “maleducados” y pedir prueba de toda afirmación extraordinaria.
– “Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”, decía Carl Sagan...
– Y pruebas sólidas. ¿Qué hacemos? ¿Renunciamos al debate? Por desgracia los medios de comunicación son muchas veces un espectáculo, sobre todo las televisiones. Igual hay que ir al debate, pero el científico no es el más apropiado para ir contra el charlatán, porque el científico se moverá por cómo se lleva a cabo el debate en ciencia, y eso no funciona en los medios. El problema está en que si un científico le deja a un antivacunas o a un anti ondas o a un negacionista argumentar todo en un minuto, el científico no va a poder desmontarlo todo en un minuto. Refutar una tontería que puede ser peligrosa, como que las vacunas o el paracetamol provocan autismo, exige mucho más tiempo que pronunciar esa afirmación falsa. Los que abogamos por el pensamiento crítico y la razón tenemos que emplear métodos de debate diferentes.
– Bajar a la arena…
– Sí. A mí no me importa bajar a la arena. Tampoco hay que legitimar todo e ir a discutir si la tierra es o no plana.
– En los medios de comunicación españoles han aparecido personajes como Marcos Llorente, futbolista del Atlético de Madrid y de la selección española, haciendo afirmaciones peligrosas en torno a la exposición a la luz solar, y sobre los “chemtrails”. Y un entrenador de fútbol, Javier Poves, que defiende el terraplanismo.
– Hacer caso a las afirmaciones de un deportista, de un cantante o de un actor sobre cualquier cosa que no sea su trabajo, no tiene sentido. Seguir las recomendaciones de Rafa Nadal para comprarte un coche es un sinsentido; le pagan por promocionar el coche X, pero eso no lo hace mejor. Los expertos son aquellos cuya opinión tenemos que tener en cuenta. Entre una top model que dice que se ha curado del cáncer por imposición de manos y un oncólogo, el testimonio de la top model tiene que ir a la basura automáticamente.
– Trump y su secretario de Salud, Robert F Kennedy Jr, han dado pábulo a teorías de la conspiración e ideas anticientíficas. Y la Rusia de Putin difunde noticias falsas. ¿Estamos en el peor momento de la historia reciente en cuanto a conspiranoia?
– Estamos en un momento complicadísimo, y no solo porque ascienden al poder en las grandes potencias. También tenemos en el poder en España negacionistas de bastantes cosas. Y eso es inquietante. Hay mucha gente que cree a Trump porque es el presidente de los EE UU, o a Putin porque es el presidente de Rusia. Estos personajes y otros han demostrado que mentir sale gratis. La gente cree que los que mienten son siempre los del bando opuesto y que los suyos nunca mienten. Y es al revés: todos mienten y todos dicen a veces la verdad. Además, con la inteligencia artificial cada vez es más difícil comprobar si un vídeo es cierto o un montaje. A mí me ha pasado de ver un vídeo de Trump diciendo una barbaridad que cuadra con mi opinión, pero el vídeo es falso. Todo depende del sesgo que tengamos. Somos más proclives a dar por buenas las afirmaciones disparatadas de aquellos con los que coincidimos ideológicamente. La mentira tiene más canales de difusión que nunca y se difunde más rápidamente. Hasta al más inteligente y más escéptico lo pueden engañar si dan en la tecla correcta.
– ¿Se hace algo en el ámbito educativo para fomentar el espíritu crítico? ¿Se ha hecho alguna vez?
– Se han hecho experimentos en España con psicólogos y parece que es posible fomentar el pensamiento crítico en la escuela, enseñar a pensar y a dudar dentro de lo razonable. Las nuevas generaciones están expuestas a muchos estímulos aparentemente reales. Yo en los 70 creía que la gente que decía cosas extraordinarias no podía mentir porque salía en la televisión, prensa y radio, medios más controlados, donde los periodistas hacíamos de “porteros” de la mentira. Ahora no hay ningún tipo de filtro. La gente recibe más información fuera de los canales periodísticos habituales, y al no haber filtro están expuestos a un alud de mentiras y tergiversaciones. A nosotros, de ese alud pasaba solo el 10% o el 5%. Quizás podamos hacer una suerte de vacunación ante afirmaciones extraordinarias exponiendo los casos más disparatados de pseudociencia, como los “chemtrails”, los antivacunas, los que dicen que las pirámides las construyeron los extraterrestres...
– Hay personas anticiencia (antivacunas, por ejemplo) en ambos extremos del espectro político, a derecha y a izquierda. ¿Es un fenómeno nuevo?
– Siempre había ciertas creencias irracionales más habituales en un lado del espectro político que el otro, o al menos eso he percibido yo. Había un espectro, digamos, izquierdista-hippie antitransgénicos, que podía ser antivacunas, pro pseudoterapias… La derecha tenía mucho que ver con la religión. No sé si hay estudios al respecto, pero creo que es como usted dice. Conozco gente muy sensata de izquierdas y de derechas; también veo ejemplos de personas muy crédulas en la izquierda y en la derecha. No sé dónde está el clic para que uno abrace las afirmaciones irracionales conscientemente, pero creo que en estos momentos no hay una frontera clara. Los partidos más progresistas están abrazando la pseudociencia y las afirmaciones postmodernas un día sí y el otro también. Y los partidos más conservadores también. Y cada uno puede tener sus conspiranoias. No tengo ninguna pista para decidir que los de izquierdas o los de derechas son más crédulos.
– Ha citado los transgénicos. La Unión Europea les cierra las puertas, o al menos, no las deja tan abiertas como Estados Unidos. ¿Por presión de los ecologistas o por la mala prensa de los transgénicos entre la opinión pública?
– Puede que sea por las dos cosas. Los políticos son muy dados a seguir la opinión pública, porque les van los votos en ello. De vez en cuando mantienen afirmaciones delirantes. En España, mientras los científicos mantenían que había que investigar con embriones, el Gobierno conservador de José María Aznar creía que no había que hacerlo porque los españoles estaban en contra, cuando las encuestas decían que estaban a favor. Había presiones religiosas. Lo que pasa con los transgénicos es lo que ocurrió con las ondas electromagnéticas: están haciendo que Europa pierda el tren en ese campo de investigación. Y eso ha sido por cobardía y a veces por analfabetismo de nuestros políticos, por no escuchar a los científicos. Los políticos sueñan con prorrogar su mandato, no piensan a largo plazo.
– ¿Qué me dice de las pseudoterapias?
– Hace unos tres años le hice una entrevista a la ministra de Sanidad [Mónica García] y le pregunté si iban a hacer algo contra las pseudoterapias, más que la campaña publicitaria que habían hecho. Me contestó que no hacía falta, porque la pandemia había demostrado que los españoles confiaban en la medicina de verdad y no en las pseudoterapias. Me quedé con la mandíbula desencajada. Creo que han medido que hacer campaña contra las pseudoterapias les puede quitar un porcentaje de electorado y se han revuelto contra ello. Te dicen que van a controlar que no se venda la homeopatía, la acupuntura… pero no hacen nada para evitar su práctica.
– También pasa con la sensibilidad química múltiple y la hipersensibilidad electromagnética que usted citaba.
– Vivimos en la sociedad del sentimiento, como dice mi amigo Edu Galán, y de las víctimas. Alguien te dice que las ondas electromagnéticas o las sustancias químicas del champú le provocan reacciones, y que no es víctima de una dolencia psicosomática. Te llaman intolerante y te dicen que esa persona está sufriendo. Y es verdad que sufre, pero no hay pruebas de que exista ni la sensibilidad química múltiple ni la hipersensibilidad electromagnética. De lo que hay pruebas es que hay gente que cree que eso le afecta y entonces le afecta. Estamos haciéndole mal a esa gente, no le damos una solución a lo que le atormenta. Es como si alguien dice que siente que está endemoniado y recurre a un exorcista. Esa no es la solución. Psiquiatras creyentes te dicen que la solución es ir al psiquiatra, no un exorcista, que reforzará su creencia de que está poseído. Si yo me siento endemoniado, yo no estoy endemoniado. Solo es una percepción. Tendría que demostrar que hay una entidad dentro de mí o que las ondas electromagnéticas me provocan algo. Y no hay ninguna prueba de que las ondas electromagnéticas, las de radiofrecuencia, provoquen nada.
Noviembre, mes escéptico en Galicia
El Círculo Escéptico celebra en noviembre en Galicia la sexta edición del Mes Escéptico. Serán cuatro charlas en la Domus de A Coruña todos los jueves a las 19.30. El próximo jueves día 6 será la primera de ellas, “El pensamiento conspiranoico y las conspiraciones a lo largo de la historia”, a cargo de la historiadora Antonia de Oñate. El 13 de noviembre será el turno para “Conspiranoias contra la salud: de la farmafia a la plandemia”, a cargo de Vicente Baos, médico y antiguo miembro de la red de expertos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. El 20 de noviembre, Luis Alfonso Gámez hablará sobre “La conspiración alienígena: de Rosswell a los hombres de negro”. Cerrará el Mes Escéptico el también periodista Javier Cavanilles, que disertará sobre “Conspiralocos: las conspiraciones más locas. Del terraplanismo a Tartaria”. Ese mismo día se hará entrega del VIII Premio José Carlos Pérez Cobo de periodismo y pensamiento crítico al mejor reportaje o artículo periodístico publicado en 2024 sobre temas propios del escepticismo racional. Y, a continuación, se desvelará el ganador del II Premio VendeUmmos al más destacado divulgador de pseudociencia y supercherías.
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