Los viejos oficios: Enrique Pérez Viéitez, tallista-imaginero
Enrique Pérez Viéitez, el escultor de la fe
Con sus manos hace tangible y visual el mundo espiritual. Continuador de un oficio de siglos, Enrique, «Quico», Viéitez, desde su taller de Soutelo, en Salceda de Caselas, mantiene vivo el arte de la imaginería gallega. Aunque hace obra para particulares, su especialidad es la escultura religiosa

Los viejos oficios: Enrique Pérez Viéitez, tallista-imaginero / T. G.
En la parroquia de Soutelo, en Salceda de Caselas, la madera cobra vida entre las manos de Quico, un tallista que ha hecho de la escultura religiosa su forma de vida. Aprendió el oficio desde niño, viendo trabajar a su padre, también tallista. En casa se tallaban muebles, y esa fue su primera escuela: entre virutas, formones y paciencia. Pero con el tiempo, lo que empezó como una continuación natural del trabajo familiar fue tomando otro rumbo.
Varios años en un taller de restauración de patrimonio en Tui le dieron la clave para descubrir la historia oculta tras capas de pintura. Quico se sintió cada vez más atraído por las imágenes religiosas. Restaurarlas despertó en él una inquietud artística más profunda: «La talla de muebles es más rutinaria, didáctica, pero no te permite crear y yo quería expresar el arte», dice. Los primeros encargos fueron a través de unos sacerdotes, después ya vinieron más; y cada vez se fue haciendo más conocido en el sector.
Tallar una flor o un motivo ornamental en la madera no es lo mismo que capturar el rostro sereno de una Virgen, la dulzura de un Niño Jesús o la paciencia de un San Pedro con las llaves. «Aquí hay que entender el alma de lo que haces», dice. Y eso solo se aprende mirando, estudiando, dibujando, restaurando y tocando la historia con las manos. Dibujos, bocetos, proporciones y observación minuciosa son la clave de una buena obra. En su afán por profundizar más en las tallas completó sus conocimientos con un curso de Restauración en Italia.
Aunque realiza trabajos para particulares –y siendo más joven también participaba en concursos– su principal fuente de encargos viene de la Iglesia. A lo largo de los años ha recibido proyectos de toda Galicia e incluso de Portugal. Uno de los más recientes fue un San Pedro para la catedral de Ourense, una obra que le llevó semanas de trabajo y que resume bien su método: boceto inicial, selección cuidadosa de materiales –castaño u otro tipo de madera, dependiendo de la capacidad para el detalle y la resistencia que preste el tronco– y un proceso artesanal en el que cada pieza es única. También ha hecho el Cristo y la Virgen que lucen en la capilla de las Angustias de Salceda, entre muchos otros.
Su trabajo combina técnica y sensibilidad. En las piezas antiguas observa sus proporciones, sus expresiones, su lenguaje silencioso. «Si no entiendes lo que estás mirando, la imagen no te habla. Tiene que tener alma, presencia», explica. En su taller no hay prisa. Tallar una imagen puede llevar semanas o meses, y no hay atajos: del tronco a la figura, todo pasa por la mano del artesano. «Un encargo trae otro», dice, y así, entre iglesias, capillas y devociones particulares, ha construido una trayectoria sólida y muy presente en el patrimonio artístico gallego. Quico no solo talla madera: talla también una forma de entender el arte, la fe y la herencia de un oficio que, en sus manos, sigue vivo.
Suscríbete para seguir leyendo
- El caso de los asesinatos de cuatro hermanas gallegas
- «Opero unos mil tumores de pulmón al año»
- Luca, el “terremoto” de los circuitos gallegos
- El legado de Eduardo Barreiros
- Tesoros forestales para (no) perderse en otoño
- «Ramsay llega tarde, la carne gallega lleva tiempo siendo la mejor del mundo»
- Los Quesada Legido, una saga de artistas
- Figueroa, de Redondela a la élite mundial del adiestramiento canino