Gallegos a la vanguardia
«Apoyamos a las empresas hacia una transición energética verde»
El cedeirés Jorge Salgado Beceiro lidera desde el SINTEF Energy de Trondheim (Noruega) uno de los grupos más punteros de Europa en almacenamiento energético

Jorge Salgado, en el laboratorio del SINTEF Energy / Cedida
La reducción de emisiones y la transición verde implican grandes retos que requieren soluciones punteras como las que se desarrollan en el SINTEF Energy de Trondheim, en Noruega. Jorge Salgado Beceiro (Cedeira, 1994) lidera allí uno de los grupos más punteros de Europa en almacenamiento energético y cuyos proyectos, algunos de ellos con grandes empresas como Equinor o TotalEnergies, tratan de reducir el impacto de los centros de datos o incrementar la flexibilidad y seguridad de las redes energéticas nacionales, además de promover el uso de renovables en la industria.
Junto a Lindt, su fiel compañero de cuatro patas, Jorge llegó a Noruega en enero de 2022 tras doctorarse en Química en la UDC con una tesis cum laude sobre almacenamiento de energía y nuevos materiales. Y un año después ya era responsable de su propio equipo. «Lo disfruto mucho porque, aunque ya no estoy tanto en primera línea de la investigación, tengo la oportunidad de colaborar con mucha gente al mismo tiempo y en ámbitos y proyectos distintos», celebra.
El almacenamiento de energía es un ámbito emergente y su grupo, integrado por diez investigadores, lidera en estos momentos alrededor de una veintena de proyectos financiados en el marco de convocatorias nacionales y europeas, así como a través de contratos directos con empresas.

Jorge y su mascota Lindt / Cedida
Uno de esos estudios europeos, La-Flex, en el que colaboran con socios de Dinamarca y Alemania, busca soluciones innovadoras para los centros de datos. «Es un sector que está creciendo muy rápido, cuyo consumo se ha incrementado ahora con la IA y que genera muchísimo calor. Y nosotros investigamos cómo reutilizar ese calor residual», apunta Jorge.
Una de las soluciones sería integrar estos centros en sistemas como la red de tuberías noruega que lleva el calor desde los lugares donde se genera a los edificios de viviendas o cualquier infraestructura que lo necesite.
Y otra pasaría por reservar el frío necesario para refrigerar los equipos y que conlleva un enorme uso de electricidad. «La idea es almacenarlo cuando se genera de una forma más barata o más renovable. Y utilizar esta batería de frío en momentos de necesidad en los que la electricidad va a ser más cara», explica.
Otro de los proyectos actuales de su grupo se centra en el almacenamiento de energía térmica en procesos industriales. Tiene una financiación de 1,5 millones de euros e involucra al Consejo de Investigación de Noruega y a empresas como Equinor y TotalEnergies.
«Tenemos muchos socios y clientes del sector petrolero y del gas como Equinor, pero, bajo nuestra visión ética, todos los proyectos y trabajos deben tener como objetivo facilitar una transición energética verde con más uso de renovables y menos fósiles. Nosotros les damos apoyo con nuestra investigación para hacer esa transición. Y en Noruega, por ejemplo, les aprietan mucho las tuercas para que vayan desescalando y tengan un plan de salida del petróleo», subraya Jorge.
Precisamente, gracias a los yacimientos de gas y petróleo descubiertos en las últimas décadas, añade, el país ha podido llevar a cabo grandes inversiones en renovables y la investigación en este campo «tiene mucho apoyo del Gobierno».
«El nivel de inglés en el país es altísimo, pero la gente agradece que hables noruego. Si no lo haces es muy difícil integrarte socialmente de una forma más local»
Junto con sus vecinos nórdicos, Noruega también es puntera en contar con una red eléctrica en la que demanda y producción están controladas de manera muy eficiente. «Está divida en regiones y diferentes mercados de los que forman parte las empresas energéticas pero también grandes consumidores. La producción es muy intermitente porque en el país hay mucha hidráulica y eólica. Pero, con este sistema, si hay un pico muy grande pueden dejar de producir o, al contrario, hacerlo en mayor medida en momentos en los que sea necesaria más energía. Así se reduce el riesgo de que se produzca un apagón como el que hubo en abril en España. Y en este ámbito también hacemos mucha investigación para buscar formas de aumentar la flexibilidad y la eficiencia y utilizar más renovables», comenta Jorge.
El grupo SINTEF es una fundación sin ánimo de lucro y uno de los institutos de investigación independientes más grandes de Europa. Engloba a unas 2.200 personas en toda su red de centros y más de 300 trabajan en SINTEF Energy.
El ambiente es muy internacional –en el grupo de Jorge trabajan, además de noruegos, investigadores e investigadoras de Italia, Polonia o Rusia–, y lógicamente se habla mucho inglés , pero también se promueve el uso del idioma del país. Tras unos primeros años «muy difíciles», el cedeirés ya es capaz de hablarlo aunque, según dice, «lejos de ser perfecto».
«Mi mujer, Maria, es noruega y eso ayuda un poco», añade entre risas. «El nivel de inglés en el país es altísimo, pero la gente agradece que hables noruego. Si no lo haces es muy difícil integrarte socialmente de una forma más local», añade.

Jorge y su mujer, María / Cedida
Jorge mantiene contacto con la Universidad de A Coruña y colabora con otros expertos del Centro Ibérico de Investigación en Almacenamiento Energético (CIIAE) de Cáceres y de institutos del País Vasco y Madrid. Pero regresar a España no forma parte de sus planes a corto y medio plazo. «Lo veo muy difícil. Aquí estoy muy bien. Primero, porque he creado una familia y estoy muy integrado. Y, por otro lado, a nivel laboral, solo igualar las condiciones que tengo ahora ya sería complicado. Y es lógico porque Noruega es un país muy rico y con menos población y se valora mucho a la gente con formación», plantea.
«El único sacrificio es tener a la familia lejos, pero hoy ya no se siente la distancia como antes. Podemos hacer llamadas diarias, voy a casa una o dos veces al año y mis padres y mi hermano también han venido a visitarme. Eso lo hace más fácil», reconoce.
Los paisajes de Trondheim, a orillas de un fiordo y al lado de una gran reserva natural, le recuerdan la naturaleza salvaje de Cedeira. Y a través de la música también sigue conectado de alguna manera a su tierra. Toca la guitarra y la batería y en uno de los dos grupos de los que forma parte fusionan la música folk irlandesa, escocesa, noruega y gallega. «Tocamos canciones de Xabier Díaz en un concierto que dimos junto a una cantante noruega que se atreve con lo que le echen y estuvo muy bien. Fue una buena mezcla», aplaude.
Junto a compañeros de trabajo también tiene una banda de rock – «Hay muchos músicos frustrados en SINTEF», bromea– y ha empezado a tocar un pedal esteel guitar del abuelo de su mujer.
Jorge, que empleó su primer sueldo en Noruega para comprarse una guitarra, estudió en la Escuela Robaleira de Cedeira y recuerda que estuvo a punto de dejarlo: «Además de ser mi pasión, la música me ayuda a desconectar, me mantiene activo durante el invierno, que aquí es muy oscuro y se socializa menos, y me permite conocer a gente. Una de las cosas que más le agradezco a mis padres es que me convencieran para seguir. Sin esfuerzo no hay recompensa y, al final, mereció la pena».
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