La «enarquía» sigue imperando en Francia
Lecornu confía en varios ministros formados en la mítica ENA para su gabinete más técnico. Un gallego egresado en este prestigioso centro, acusado de crear élites desconectadas del pueblo, cuenta la cara y la cruz de esta cantera de líderes franceses, desde Giscard a Macron

La Commanderie Saint-Jean, del siglo XIV, en Estrasburgo, sede de la ENA, trasladada desde París, desde 1991.
Es la cantera de las élites políticas y económicas francesas. En ella se han formado cuatro presidentes de la República, Giscard d’Estaing, Chirac, Hollande y Macron, y ocho primeros ministros (Balladur, Rocard, Jospin, Juppé, Fabius, Villepin, Castex y Philippe), así como 43 ministros del país vecino. La École Nationale d’Administration de Francia, la prestigiosísima ENA, fundada hace ahora 80 años, fue disuelta por el propio Emmanuel Macron, uno de sus exalumnos, en 2021, pero su influencia en el poder de Francia sigue siendo indiscutible. El nuevo gabinete del primer ministro Sébastien Lecornu, anunciado el pasado domingo, y caracterizado por su perfil técnico, cuenta con un buen número de «enarcas», entre ellos Laurent Nuñez, ministro del Interior; Édouard Geffray, al frente de la cartera de Educación Nacional, y Monique Barbut, ministra de Transición Ecológica. Criticada por elitista y escasamente diversa, la ENA explica, con sus luces y sus sombras, buena parte de la historia reciente de Francia.
«No soy la persona más adecuada para hablar bien de la ENA. Su formación es lo más de lo más, tienes los mejores docentes que puede haber, pero a nivel real es una trituradora», comenta José Luis Sobrino, gallego egresado de la ENA en Estrasburgo. «Muchos compañeros míos no la terminaron, otros acabaron en las drogas o alcoholizados. Tuvimos tres suicidios en mi promoción. Básicamente, la ENA es como lo que dicen de los deportistas norteamericanos: cogen una caja de huevos y la tiran contra una pared, y el que sobrevive es el que sale», añade este emprendedor, afincado en el área de Mondariz.
La Escuela Nacional de Administración fue fundada el 9 de octubre de 1945 por el entonces presidente de Francia, Charles de Gaulle, inmediatamente después de la II Guerra Mundial. «Después de las dos guerras mundiales, la idea era tener gente preparada por si había un colapso institucional. Si no había políticos, que hubiera una estructura ósea, un funcionariado que mantuviera la estructura del Estado», comenta Sobrino, de 51 años.

El presidente de Francia, Macron, y el primer ministro, Lecornu, en una imagen reciente. / Ludovic Marin (AP)
Durante la presidencia de Georges Pompidou (1969-1974) llegó a haber hasta un 37% de ministros énarques. Otra curiosidad de este mítico centro es que todas sus promociones, y las de su entidad sucesora, llevan el nombre de algún personaje famoso de la historia de Francia o vinculado a ella, como Marie Curie (2011-2012), Winston Churchill (2014-2015) o Albert Camus (1960-1962). Son los propios alumnos quienes eligen esta figura. En el caso de José Luis Sobrino (1995-1997) fue Marc Bloch, historiador judío y miembro de la resistencia francesa, fusilado por los nazis en 1944.
La formación de la ENA consistía en un programa de dos años de Economía y Derecho (administrativo, civil y tributario, sobre todo). Más que la memorización de leyes, cuenta este empresario gallego, se buscaba que el alumno entendiese el porqué se había desarrollado esa ley, en qué contexto histórico y social, y cuál era el impulso del redactor de la legislación.
Sobrino, tuvo como profesores en la ENA a figuras como Édouard Balladur, primer ministro de Francia de 1993 a 1995, y a Raymond Barre, vicepresidente de la Comisión Europea, primer ministro entre 1976 y 1981, y alcalde de Lyon entre los años 1995 y 2001. «Un enarca, dependiendo del tipo de profesores que ha tenido, va a ser, o bien socialdemócrata o keynesiano, o bien liberal -explica el economista gallego-. Posiblemente Macron, por la época en la que salió, es de la época de Rocard, Fabius y compañía, que daban clases ahí, tiene una etiqueta más keynesiana, más socialdemócrata. Nosotros tuvimos la suerte de tener clases con gente que había estudiado con Pompidou, o con gente que había estado con Chirac, personas de perfil gaullista. A Macron le llamaban ‘el pequeño Mozart de la economía’. Solamente hay que ver cómo está dejando Francia, de Mozart nada», opina.
Fue precisamente Macron, uno de sus exalumnos más poderosos, el que dictó la sentencia de muerte de la ENA. Ya en 2019 se filtró a los medios franceses que Macron se proponía abolir la prestigiosa escuela para aplacar las revueltas de los llamados gilets jaunes (chalecos amarillos) contra las élites. En su lugar, comenzó su andadura en 2022 el Instituto del Servicio Público, supuestamente menos elitista y más abierto y flexible.
«Mis padres, emigrantes gallegos en París, no tenían recursos. Para la ENA, si tienes buenos resultados académicos el Estado francés te proporciona todo, la enseñanza y el alojamiento en un colegio mayor»
«¿Elitismo? Eso es mentira», asegura José Luis Sobrino. «Mis padres, emigrantes gallegos en París, no tenían recursos. Para la ENA, si tienes buenos resultados académicos el Estado francés te proporciona todo, la enseñanza y el alojamiento en un colegio mayor», explica.
Fue el esfuerzo de este hijo de emigrantes el que le permitió estudiar en el vivero de las élites francesas. Beneficiado por la política de inclusión de extranjeros en el sistema educativo francés, estudió el equivalente al Bachillerato en el liceo Louis-le-Grand, uno de los mejores liceos de Francia. «Allí lo que más se primaba no era tu apellido ni de dónde venías, sino tus resultados académicos, y los míos eran muy buenos», aclara. Tras completar dos carreras, equivalentes a Económicas y Empresariales y Ciencias Políticas, en la Sorbona, preparó durante año y medio el examen de ingreso en la ENA, una especie de oposición. Quien aprueba contrae una gran responsabilidad, o eso le hacen creer. «Te hacen sentir que tú eres uno de los elegidos y miles se han quedado a las puertas. Te exprimen hasta el límite. Solamente tienes que ver los que salen y siguen, son unos auténticos psicópatas sociales», apunta.
A los seis meses se dio cuenta de que la ENA no era lo suyo. Empezó a sufrir secuelas psicológicas. Con todo, sus padres le animaron a terminar los estudios a toda costa. «Tuve muchas crisis de ansiedad, me generó alopecia... Y todo durante dos años. Si tengo un hijo y me dice que quiero preparar el concurso de la ENA, yo le digo que no», asegura Sobrino.
«No me gustaba el ambiente. Cuando te enfrentas al trabajo te das cuenta de que lo peor es trabajar con políticos. Así que me fui»
Ya como egresado de la ENA, le llovieron las ofertas de trabajo. «Me sentía como un futbolista al que quieren fichar el Madrid y el Barcelona», recuerda. Trabajó como responsable de Finanzas en la región de Aquitania, pero solo duró un año. «No me gustaba el ambiente. Cuando te enfrentas al trabajo te das cuenta de que lo peor es trabajar con políticos. Así que me fui».
Como no había posibilidad de excedencia, se marchó a la empresa privada, recaló en una de las «cinco grandes» auditoras, trabajó por todo el mundo, y después, por razones personales, se vino para España hará unos 20 años.
La ENA no solo ha sido cantera de grandes políticos y dirigentes de organismos internacionales, como la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial, sino también de directivos de grandes empresas, sobre todo francesas, como Renault, BNP Paribas, AXA, Vivendi, Orange o Carrefour. Hace 15 años, en el máximo esplendor de la «enarquía» francesa, hasta una cuarta parte de los puestos ejecutivos de las empresas del CAC 40 (equivalente francés al Ibex 35) procedía de la ENA.
«Es gente muy acomodada. No creo que tener gente del gobierno de la ENA sea positivo»
El perfil de los enarcas que desembarcan en la ENA es diferente. «He estado en ambos lados, tanto en lo público como en lo privado. El funcionario de alto rango no sabe lo que es llegar a fin de mes y tener que pagar nóminas, lo único que sabe es generar tributos. A la hora de gestionar el dinero, como cada año van a incrementar las partidas presupuestarias, va a tener un dinero infinito. Es gente muy acomodada. No creo que tener gente del gobierno de la ENA sea positivo», argumenta. Pone como ejemplo a Lucie Castets, egresada de la ENA y responsable de Finanzas de la Alcaldía de París bajo el mandato de la socialista Anne Hidalgo. «El Ayuntamiento de París tenía una deuda mínima, y ahora es de los ayuntamientos más endeudados de Europa, y todo porque la nefasta gestión de esta chica», señala José Luis Sobrino. Castets fue propuesta por la formación izquierdista Francia Insumisa para ser primera ministra de Francia.
«De lo que fue al ser creada a lo que derivó media un abismo. Si se hubiese mantenido la base lógica de la ENA, de que el funcionario de alto rango no puede incorporarse a la vida política, hubiera sido maravilloso, pero la han utilizado como un trampolín, ni más ni menos», zanja.
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