Entrevista | Esteban González Pons Escritor y político (Vicepresidente del Parlamento Europeo)

«En España solo hay dos que escribamos del amor entre políticos: la UCO y yo»

«Es menos peligroso enamorarse de una persona con ideas distintas a la nuestra que con otra que sea del mismo partido»

El político y escritor Esteban González Pons.

El político y escritor Esteban González Pons. / Eduardo Parra/EP

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

Dos poemarios y, con esta, tres novelas. Este es el bagaje literario de Esteban González Pons (Valencia, 1964), al que habría que añadir otros libros, aunque él no los considera estrictamente literarios, como la autobiografía «Camisa Blanca» y el diario de su última etapa en el Congreso de los Diputados, «Tarde de paseo». Pero centrémonos: el suyo es un caso excepcional entre la actual clase política española, sobre todo cuando estamos ante un vicepresidente del Parlamento Europeo: «Es que yo siempre he tenido vocación literaria – dice- pero solo he publicado desde que cumplí los 50 años de edad, confieso que soy un tardío” (ríe). ¡Ah! Casi se nos olvida decir que milita en el Partido Popular, ala liberal por supuesto.

–El del amor, y el desamor, en la política nos es precisamente muy habitual como tema literario. ¿Qué le ha movido a elegir este asunto como motor/eje de su novela «Libro de pecados» (Espasa)?

–En España, el de la política ficción es un subgénero que no lo trabaja prácticamente nadie. No hay escritores especializados en él en nuestro país, de manera que ahí he encontrado un nicho temático en el cual resulta que casi solo escribo yo.

–¿Y le gusta?

–No solo me gusta, es que tengo mucha información para poder escribirlo (ríe), y aunque no se trata de que tenga una especial vocación de escribir historias políticas o de políticos, ya le digo, es que este ha sido el único lugar en el que tengo la certeza de que no compito con nadie más joven que yo.

–Con la particularidad de que, en este caso, estamos ante una historia de amor/desamor.

–¡Es que es el espacio que me queda a estas alturas de mi vida! Y a tal punto que últimamente he llegado a la conclusión de que en España solo hay dos que escriban del amor entre políticos: uno soy yo y el otro es la UCO.

–Bueno, también es cierto que abundan las autobiografías de políticos, algunas de las cuales bien podrían entrar en este subgénero de la ficción.

– (ríe, a carcajadas). ¡Sí, sí! Casi todas las autobiografías de políticos son ficción, pero de la mala, de la que aburre.

–En vista de lo visto, en política (lo digo por su novela) es menos peligroso enamorarse de una persona con ideas distintas que con otra que coincida con nuestra ideología y sea del mismo partido…

–Sí, es más peligroso lo primero que lo segundo. En «Libro de pecados» no abordo las relaciones de políticos con personas que no lo son ni tampoco de esas tan frecuentes entre políticos y periodistas, de lo que trato es de las que se producen entre políticos y políticos, pero que existen. Y es verdad que las historias de amor entre políticos de distintos partidos son más felices que las de políticos con políticos del mismo partido.

–¿Por qué será?

–Porque tarde o temprano los políticos del mismo partido llegan a un punto en el que tienen que decidir entre poder o amor, y si son verdaderos políticos siempre eligen el poder. En cambio, entre personas de distinto partidos nunca se compite por política, si acaso únicamente en las noches de las elecciones, en las que hay un ganador y un perdedor, pero es algo parecido a como si uno fuera del Deportivo y el otro del Celta. Y la cosa no va mucho más allá, el resto del año se puede convivir perfectamente e incluso compartir los problemas, porque tu pareja te va aconsejar y te va a ayudar digamos que sin segundas intenciones.

–Y más allá del matrimonio, ¿la fórmula también vale para las relaciones extramatrimoniales?

–Sin lugar a duda. Si alguien me pidiese consejo porque quiere tener un/una amante, yo le diría: ¡Búscatelo en la oposición!

–Avisa usted que todos los personajes de esta historia son ficticios, que esta es una historia inventada, pero no ha incluido en el prefacio la frase de «Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia». ¿Se ha olvidado o, efectivamente, en este caso cualquier parecido con la realidad no es ninguna coincidencia?

–En «Libro de pecados», como ya sucedía en mi anterior novela, «El escaño de Satanás» (Espasa, 2023), las historias son un dibujo de la realidad y, por lo tanto, tienen que parecerse a ella. La que yo cuento en esta novela no es una historia que ha sucedido y sus personajes no es que existan, pero los acontecimientos bien podrían haber sucedido y estos personajes podrían haber existido, porque confieso que los he construido con trozos de personas que existen, del mismo modo que la trama está confeccionada con trozos de historias que han ocurrido. A lo largo de mi vida me he enterado de muchas cosas, y con ellas he escrito «Libro de pecados».

–¿Y no ha tenido «problemas» con compañeros/as del partido que hubiesen podido sentirse aludidos por lo que cuenta?

–Le confieso que, desde que saben que escribo, algunos amigos han dejado de contarme secretos.

–Eso es que algunos de ellos/as pudieron haberse sentido aludidos…

–Sí, sí. En «El escaño de Satanás» narro una relación amorosa mantenida por un diputado y una diputada en el Congreso, por la noche y a oscuras. Y la persona que me contó esta historia luego me lo reprochó. ¡Pero cómo has contado esto, me van a reconocer!, me espetó. Y yo le dije ¡Pero si no he puesto tu nombre!, a lo que esa persona me respondió: ¡Es que esto no lo ha hecho nadie más que yo!

«El escritor siempre se queda con los detalles, y por eso los amigos ya no te cuentan nada, porque temen que algún día lo vas a publicar»

–¿Alguna anécdota más a este respecto?

– Recuerdo que, hace años, en Bruselas, el que fuera presidente de la Xunta de Galicia, Xerardo Fernández Albor, cuando escuchaba a alguien contar una historia de amor entre políticos, lo miraba con curiosidad y le decía: «¡Dé detalles, dé detalles!». Pues esta es la actitud del escritor, la de quedarse con los detalles, y por eso llega un punto en que los amigos ya no te cuentan nada, porque temen (o saben) que algún día lo vas a publicar.

–Hablando de personajes, en la pareja protagonista, Madelman y Bo Dereck, el malo es el hombre y la «buena» (si quiere con comillas) es la mujer. ¿No se le dio por pensar que podría ser al revés… o acaso desechó esta idea por temer críticas feministas?

–No, en absoluto, son malos los dos: ella y él. Lo que pasa es que en el apodado Madelman, el protagonista, he tratado de reflejar las carencias de los hombres de mi generación. Y por eso se llama Madelman. Porque se ha especulado mucho sobre el efecto que la Barbie o la Nancy, las muñecas, han podido producir en nuestras hermanas, pero se ha hablado muy poco del efecto que Madelman produjo en los chicos.

–Quizás haya jóvenes que no entiendan lo que está explicando…

–Sí, tienes razón. A los chicos de mi generación nos regalaban Madelman o aquellos Fuertes Comansi que, de alguna manera, nos obligaban a ser exploradores, boxeadores, policía montada del Canadá, cowboys, indios apaches…y nos hemos encontrado con un mundo en el que tenemos que ceder la mitad del espacio a las mujeres de nuestra generación. Por eso hay tantos hombres inadaptados que se sienten un Madelman frustrado, que es el caso de mi personaje.

–Personalmente, siento atracción por el personaje de Arriano, filósofo vagabundo, excéntrico y estoico, que vive en la calle por voluntad propia.¿A quien representa a Arriano: al ciudadano de a pie que paga sus impuestos y no llega con su sueldo a fin de mes, a una especie de Pepito Grillo o, me atrevo, quizás a usted mismo como conciencia autocrítica?

–Yo no tengo ni la autoridad ni el conocimiento para ser conciencia crítica ni tampoco estoy libre de pecados como para poder erigirme en ello. Yo soy el narrador, yo soy el propio Pecados, un personaje contradictorio y con el alma marcada por cicatrices cosidas que, aunque intenta hacer las cosas bien, le duele el corazón.

–Y entonces Arriano sería…

–Pues ya lo ha dicho usted: la voz y la conciencia de la sociedad. Tiene la virtud de renunciar a la riqueza, pero la debilidad de no saber renunciar al amor, y es una voz que escapa al fango.

–Con la que está cayendo últimamente, la utilización de la palabra corrupción podría ser muy peligrosa en el sentido de que se puede interpretar que «toda la política es corrupta y que todos los políticos son corruptos». ¿Se ha puesto usted a reflexionar en que haya lectores que lleguen a esta conclusión?

–Yo, como buen liberal, lo que espero es que los lectores entiendan mi concepto de poder. Yo he dicho siempre que el poder corrompe y, si es absoluto, corrompe absolutamente.

El político y escritor Esteban González Pons.

El político y escritor Esteban González Pons. / Eduardo Parra/EP

–¿Entre otras causas debido a…?

–A que cerca del poder, siempre anida la arbitrariedad, y esa es la madre de todas las corrupciones. Por lo tanto, soy de los que creen en el poder limitado, tanto en el tiempo como en la capacidad, y creo que los políticos deben estar limitados en su capacidad de actuación y su poder debe ser ejercido con contrapesos y frenos. Porque del poder siempre hay que desconfiar, es una serpiente que tarde o temprano te muerde. Cuanto más tiempo estás cerca de él, mayor es la posibilidad de que te acabe mordiendo. De manera que no se puede escribir de política sin que la corrupción aparezca, como no se puede escribir sobre amor sin que el sexo aparezca. Y con esto no quiero decir que todos los políticos sean corruptos, yo he conocido a muchísimos políticos muy honrados y muy buenos, y a políticos muy malos, y le voy a desvelar un «secreto»: la honradez y la bondad, como la maldad, no tienen nada que ver con los partidos políticos, los buenos y los malos están en unos partidos y en otros.

–Esa idea de «El poder corrompe» bien pudiera ser suscrita por cualquier anarquista. Como no me da la impresión de que simpatice con el anarquismo, intuyo que usted es más bien partidario de la célebre frase atribuida a Winston Churchill: «La democracia (occidental) es el menos malo de los sistemas políticos».

–Sí por ahí va la cosa, pero también con que con el poder hay que tener cuidado. Yo evidentemente no soy anarquista, pero sí liberal, y los liberales desconfiamos del poder, lo queremos corto y controlado. Y, en cuanto a la frase de Churchill, es verdad, pero también lo es que hoy en día esa democracia está cuestionada y que en los próximos años vamos a vivir una verdadera crisis de la democracia representativa. Y ante eso, debemos ser conscientes de que al poder no lo debemos mirar nunca con ojos de cordero, hay que hacerlo con ojos de lobo.

–Otra frase lapidaria: «Cada sociedad y cada país tiene los políticos que se merece». ¿España se merece esta generación de políticos que tenemos?

–En España, a partir de la crisis financiera de finales de la primera década de este siglo, nos hemos puesto todos a desprestigiar la política, y hemos hecho de ese desprecio una afición nacional, de modo que tanto hemos desprestigiado la política que es muy difícil que las personas que tienen prestigio se decidan a dar el paso de ejercer la política. En cambio, cuando yo empecé, ser político era una de las actividades más prestigiosas que uno podía alcanzar.

– En la editorial me avisaron de que en esta entrevista no se podía hablar de política, solo de la novela, pero, claro, cuando me supe de qué va «Libro de Pecados», me pregunté ¿cómo lo hago? ¿Usted cree que he cumplido con las «instrucciones» de su editorial?

–Creo que ambos hemos cumplido las instrucciones de la editorial. Yo estoy contento porque, como diría Paco Umbral, hemos hablado de mi libro, pero creo que, sin dejar de hablar de él, también hemos hablado de política.

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