El último tango
El próximo martes se cumplen 90 años de la muerte Carlos Gardel, el más popular cantante argentino

Carlos Gardel / FDV
El 24 de junio de 1935, hace noventa años, el avión en el que viajaban Carlos Gardel y sus músicos hizo escala en Medellín para cambiar de piloto. Se hizo cargo de la cabina un célebre aviador, Ernesto Samper Mendoza, que además era copropietario de la aerolínea. Al iniciar el despegue el avión chocó contra otro que esperaba orden de salida. Ambos aviones se incendiaron. Sólo hubo tres supervivientes.
Entonces Carlos Gardel ya era un ídolo internacional. Días antes, en un aeródromo de Puerto Rico lo habían recibido 40.000 personas y en los muelles de la Guaira en Venezuela una multitud desbordó los servicios de seguridad que a duras penas pudieron mantener el orden para sofocar los excesos de aquel delirio colectivo. Gardel fue enterrado en Medellín pero Argentina reclamó la repatriación de su cuerpo. En su último viaje el féretro recorrió localidades de Colombia, Panamá, Estados Unidos y Argentina, en carreta, a lomos de burro, en tren y en barco hasta Buenos Aires. Una multitud acompañó la comitiva al cementerio de La Chacarita, donde al lado de su tumba lo inmortaliza una estatua que sostiene en su mano derecha un cigarrillo que todos los días renuevan varias veces sus admiradores, los mismos que mantienen que «cada día canta mejor».

El féretro con los restos de Carlos Gardel llegando a Buenos Aires en 1936. / FDV
El tango, una revolución musical
Desde mediados del siglo XIX en Uruguay y Argentina se cantaban melodías y se bailaban ritmos que mezclaban la música autóctona (milongas, candombes, habaneras) con otras que habían llevado a América los emigrantes europeos y los esclavos africanos y que cuajaron en un nuevo estilo al que se empezó a llamar tango, una voz misteriosa sobre cuyo origen se ha especulado abundantemente. Las letras se componían de forma improvisada en boliches, prostíbulos y cabarets, en versitos alegres y compadrones que los clientes dedicaban a las mujeres. A principios del XX ya había intérpretes conocidos de aquel nuevo género, sobre todo en ambientes marginales de los barrios deprimidos de Buenos Aires y Montevideo, donde se celebraban encuentros a modo de rituales en los que se cantaba, se tocaba y se bailaba aquella música. Entre los pioneros destacaron Pascual Contursi, Rosendo Mendizábal, Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Ángel Villoldo, Gabino Eceiza, Enrique Saborido, Lola Membrives... Sólo faltaba una voz que sirviera de emblema a aquella especie de revolución musical arrabalera, como muchos años después pasó con Elvis Presley y el rock and roll. Aquella voz apareció en «Mi noche triste», una canción que Pascual Contursi compuso en un cabaret de Montevideo y que un tal Carlos Gardel incluía en un disco de 1917, año que se considera desde entonces como el del nacimiento del tango.
No se conocen muy bien los orígenes de Carlos Gardel ni la fecha de su nacimiento. Hay quien dice que nació en Toulouse, en Francia y otros en Tacuarembó (Uruguay). Lo que se sabe es que vivió la infancia con su madre, una inmigrante francesa llamada Marie Berthe Gardes, en conventillos de Montevideo y Buenos Aires en condiciones de extrema pobreza. Se nacionalizó argentino en 1923, cuando ya superaba los 30 años. Tampoco se conocen bien sus ocupaciones de juventud, que algunos biógrafos sitúan en ambientes del hampa y la delincuencia porteños y que se han relacionado con un tiro que en 1915 recibió de dos sicarios del submundo del crimen. Otras versiones hablan de la venganza de un amante engañado, Juan Garesio, cuya querida «La Ritana», que regentaba una sala de baile y había sido cantante de Caruso, tenía relaciones con Gardel (es ella la protagonista del tango «Adiós Chantecler» de Enrique Cadícamo). Lo cierto es que aquella bala se alojó en uno de los pulmones del cantante y no pudieron extraerla. Se encontró durante la autopsia que le hicieron después del accidente de avión.

Carlos Gardel en un retrato de niño / FDV
En la calle Corrientes, cerca de donde se crió, estaban los principales teatros de Buenos Aires, a los que acudía de niño formando parte de claques de aplaudidores y trabajando como utilero y comparsista ocasional. Empezó a cantar en los cafés de los barrios del Abasto y Avellaneda, siempre elegante, bien trajeado y con corbata, con una sonrisa permanente. Pronto grabó discos con canciones populares argentinas formando dúo con el uruguayo José Razzano, con quien daba conciertos en Buenos Aires y Montevideo, una ciudad que lo acogió con tanto entusiasmo que Gardel la consideraba su segunda patria.
Liberado de un contrato abusivo con su primera discográfica, fichó por Odeon en unas condiciones más favorables. Fue con esta compañía con la que grabó «Mi noche triste». En 1918 grabó otro tango, «A fuego lento», cuyo éxito lo decidió a especializarse en aquella música que estaba volviendo locos a los argentinos. En 1923 su versión de «Mano a mano», un tango compuesto por Celedonio Flores, provocó una especie de convulsión en el panorama musical latinoamericano. Y también en el europeo, a juzgar por el éxito de los tangos de Gardel en las salas de baile francesas y alemanas, en las emisoras de radio de Italia y de España y en las películas de Rodolfo Valentino. A España volvía con frecuencia y algunos de sus mejores discos los registró en unos modernos estudios de Barcelona.

Carlos Gardel en París, año 1923 / FDV
Gardel grabó más de 800 canciones, un número importante si consideramos que murió cuando estaba en lo mejor de su carrera. Enrique Cadícamo y Santos Discépolo, aquel compositor que definió el tango como «un pensamiento triste que se baila», compusieron algunos de sus mejores éxitos, títulos que han quedado para la historia de la música popular, clásicos versionados por decenas de intérpretes: «Caminito», «A media luz», «Adiós muchachos», «Tomo y obligo», «Volver», «Por una cabeza»...
Como Elvis Presley, Carlos Gardel también triunfó en el cine, con melodramas lacrimógenos y sentimentaloides para los que los directores adaptaban el guión a las letras de las canciones. El éxito de «Mi noche triste» le proporcionó su primer papel en una película, «Flor de durazno». Estaba ilusionado porque creía que el en el film se iban a promocionar sus canciones, pero se trataba de una película muda. En realidad sus admiradores iban al cine más por oír las canciones que para verle como actor. A veces el público reclamaba parar la película y rebobinar la cinta para volver a escuchar una canción. En Francia rodó unas cuantas, entre ellas «Melodía de arrabal» (con Imperio Argentina), «Espérame» y «Luces de Buenos Aires», y en los Estados Unidos «Cuesta abajo», «El tango de Broadway» y «Cazadores de estrellas», un musical en el que participaban también Bing Crosby, Glenn Miller y los Niños Cantores de Viena. La Paramount recortó por pudor todas las escenas en las que aparecía Gardel porque la película se estrenó después de su muerte. Los coleccionistas aún buscan afanosamente esos recortes, que estarán ignorados en algún almacén de Hollywood. Las últimas películas las rodó en 1935, el mismo año de su muerte. Fueron «Tango bar» y «El día que me quieras», en la que aparecía un niño de 12 años que se llamaba Astor Piazzola.
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